Las inundaciones, como la vivida en Sant Llorenç des Cardassar (Mallorca), son el desastre natural que más muertes causan en España. Más que los terremotos, las olas de calor, los temporales marítimos o los vendavales. En el Llevant mallorquí han perdido la vida 10 personas. Un total de 329 fallecieron por crecidas de agua entre 1995 y 2015, un cuarto de todas la muertes por fenómenos catastróficos, según los datos del Ministerio del Interior. Desde que comenzó el siglo XX, unas 2.000 víctimas mortales. Y más de 100.000 evacuados.
Detrás de gran parte de las inundaciones está un episodio de lluvia torrencial y España (peninsular e insular) es especialmente vulnerable a estos fenómenos –la crecida del río Turia en 1957 causó 81 muertes e hizo que Valencia desviara el curso de la ciudad–. Con este panorama, el nuevo contexto de cambio climático incide específicamente en esta amenaza. Aunque ningún episodio concreto, como el registrado en Mallorca, pueda achacarse directamente al cambio climático, el análisis de impactos del Ministerio de Medio Ambiente avisaba de que este fenómeno supone un “incremento del riesgo de inundación debido a la esperada concentración de las lluvias”.
Ya en 2009, el documento de prevención sobre el cambio climático del Panel Científico-técnico de la Universidad de Alicante (a cargo del catedrático de Análisis Geográfico Regional, Jorge Olcina) calculaba que “el riesgo de inundación es mayor que hace tres décadas”. Y especificaba que, aunque todavía no había registro de una aumento significativo de lluvias torrenciales “sí que ha aumentado de forma notable la exposición y vulnerabilidad ante dichos episodios”.
La asociación Ecologistas en Acción detalla que “el País Vasco, la Islas Canarias y el litoral mediterráneo” son las áreas donde claramente “el riesgo frente a las inundaciones es mayor a comienzos del siglo XXI que veinte años atrás”.
Si bien los informes del Panel de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU (IPCC) han advertido de que los fenómenos meteorológicos extremos (lluvias intensas, sequías, picos de temperatura) se verán exacerbados por el cambio climático, los ecologistas abren el espectro y analizan porqué las riadas pueden ser más peligrosas en 2018: “El aumento de la superficie impermeabilizada por desarrollos urbanísticos” hace que la escorrentía sea mayor.
La escorrentía es “el agua que escurre por la red de drenaje hasta alcanzar la red fluvial”, según la definición de Medio Ambiente. Ese camino del agua hacia los cursos se hace más destructivo sin una capa forestal que sujete el terreno. La deforestación ha incidido en una escorrentía más dañina y erosiva que redunda a su vez en avenidas más virulentas de agua (con menos freno natural).
Indemnizaciones de bienes
Además, Ecologistas añade que las “zonas inundables están cada vez más ocupadas por edificios y otras infraestructuras”. De hecho, las inundaciones son el desastre que más indemnizaciones conlleva por destrucción de bienes: entre 2004 y 2014 se abonaron más de 71 millones de euros, según datos del Consorcio de Compensación de Seguros recopilados por Virginia Gutiérrez Abril, de la Universidad de Oviedo. Por delante de tempestades o terremotos.
La riada mortal de Sant Llorenç des Cardassar se produjo precisamente por una de estas precipitaciones súbitas de las que han avisado los científicos que analizan el fenómeno del cambio climático y sus consecuencias. Un episodio de lluvia extremadamente intenso (por encima de los 60 mm, en esa parte de Mallorca superaron los 200) caídas sobre una zona reducida y que “provocan inundaciones repentinas”, según describe la Agencia Estatal de Meteorología. El cauce desbordado estaba dentro de una zona de riesgo de inundaciones, de acuerdo al catálogo del Gobierno balear.