Jennifer Ávila mantiene intacta su fe en el periodismo, algo que en Honduras, además de sorprendente, puede llegar a ser mortalmente peligroso. En 2017, en uno de los países más violentos del mundo y en el que la libertad de prensa está más amenazada, Jennifer, junto a unos pocos colegas, fundó Contracorriente. Hoy, con 32 años, acaba de recibir el premio de excelencia de la Fundación Gabo, la organización colombiana que fundó Gabriel García Márquez para apoyar a los periodistas iberoamericanos. Hablamos con ella de los peligros de ejercer el oficio en su país, de la delicada situación política de Centroamérica y de las expectativas que ha generado el nuevo gobierno hondureño presidido desde hace poco más de un año por Xiomara Castro.
Centroamérica está en llamas. ¿Cómo están viviendo la situación en Honduras, uno de los países que más ha sufrido en los últimos años la presión sobre los periodistas?
Es una situación muy crítica. Estamos hablando de toda Centroamérica, incluso de Costa Rica, hay una tendencia que nunca antes se había visto de poner como enemigo público a la prensa independiente, a la prensa crítica. Y sí, es una situación muy difícil. En Honduras hay cierta copia del discurso populista. Desde López Obrador en México, hasta el presidente de Costa Rica, utilizan una especie de manual del consultor político: pon de enemigo público a la prensa independiente que te está criticando, que te está auditando.
¿Y hasta dónde interfiere en vuestro trabajo?
Aún no llega a la situación de Nicaragua, en la que los periodistas están siendo exiliados y expatriados. Es casi inaudito que te quiten la nacionalidad por hacer periodismo y por ser crítico con una dictadura, por cumplir tu papel como periodista. O el caso de El Salvador, que sin ser tan oficial, sí es un discurso de odio en contra de los periodistas, que es muy grave porque nuestras sociedades son muy violentas y ese discurso tiene repercusiones enormes. Y está Guatemala, que institucionaliza esa criminalización, que ni siquiera es por asuntos de libertad de expresión, si no por temas relacionados con el crimen organizado, por revelar tramas de corrupción, por ser críticos.
¿Y Honduras?
Aquí, ese discurso de presentar ante la gente al periodismo independiente como algo que estorba, que no sirve para tener mejores países, está tomando mucha fuerza. Lastimosamente el nuevo gobierno empezó muy duro con ese discurso y muy pronto creó una una dirección de prensa para poder controlar a los medios.
Y en este escenario, en 2017 nace Contracorriente, el medio que dirige y del que es cofundadora. ¿Qué les impulsó a dar ese paso?
Yo estudiaba en la universidad cuando el golpe de Estado en 2009 [que derrocó a Manuel Celaya], y eso marcó mucho el periodismo que quería hacer. En 2015, cuando tenía mi primer trabajo, ocurrió el movimiento de los indignados en diferentes países, sobre todo en Guatemala. En Honduras la gente empezó a protestar contra la corrupción y era algo que no habíamos escuchado antes, No era un tema tan importante en la agenda política y yo sentía un vacío en los medios de comunicación. No estábamos contando bien la corrupción, los medios no estábamos jugando un papel fundamental en la lucha contra la corrupción, no había periodismo independiente de investigación, y así fue cómo empezamos a reportear. Solo éramos tres personas y empezamos a contar cómo funcionaba la maquinaria clientelar de Juan Orlando Hernández y los caciques políticos de los departamentos, que eran realmente los que estaban armando toda la estrategia para que Juan Orlando se mantuviera en el poder en las elecciones de 2017.
Hace poco más de un año, después del segundo mandato de Juan Orlando, gana las elecciones Xiomara Castro y se convierte en la primera mujer presidenta de Honduras. Entiendo que era una gran esperanza para todos los hondureños, pero también para ustedes. Y sin embargo, por lo que me cuenta, la situación para los periodistas o para la libertad de prensa sigue empeorando.
Sí, es muy interesante ver a las personas que tuvieron que exiliarse en 2009 de nuevo en el poder. No solo a la presidenta, su esposo [Manuel Zelaya, el expresidente derrocado en 2009] juega un papel fundamental. Sus exministros, que ahora son ministros otra vez, fueron amnistiados por este Gobierno. Y sí, en efecto, la esperanza se perdió muy rápido. El gobierno de Xiomara Castro ha querido copiar cosas de los gobiernos cercanos. Ahora llevamos tres meses en estado de excepción y están intentando implantar el mismo plan de control territorial del presidente de El Salvador, Nayib Bukele, y cuando hay críticas por esta forma de suspender las garantías constitucionales al final la culpa la tienen los medios. Se ha instalado un lenguaje muy polarizador y se acusa a los medios de promover un golpe de Estado. Se está alimentado una narrativa en contra del periodismo y de cualquier crítica al Gobierno con el fantasma del golpe de Estado.
Honduras es uno de los países más violentos del mundo, ocupa uno de los últimos puestos en libertad de prensa según Reporteros Sin Fronteras, los feminicidios son moneda corriente y los asesinatos de defensores de los campesinos y de los derechos humanos también. ¿Qué dificultades enfrentan y que prudencias toman para poder trabajar?
Sí, Honduras es uno de los países donde hay más periodistas asesinados. Llevamos más de 90 en los últimos 15 años y la impunidad es enorme. Aquí todo el mundo está en peligro. Es un asunto no sólo de maras y pandillas. Honduras es un narcoestado, tenemos al narcotráfico infiltrado en el poder, y eso no es algo que va a cambiar con un gobierno, son los partidos políticos los que están podridos, el poder local, toda la institucionalidad, la Policía, las Fuerzas Armadas, la Fiscalía, todo. Por eso es muy difícil trabajar. Sabemos que que un tuit de alguien, un mensaje de odio en las redes sociales se puede traducir muy fácilmente en un ataque violento en la calle que puede parecer un robo, porque aquí eso es muy común. Es decir, te matan en la calle y nadie va a saber por qué. La violencia está muy generalizada. Igual que la violencia contra las mujeres, el acoso sexual, todo eso está muy normalizado.
Una de las cosas más difíciles es encontrar gente que quiera hacer este trabajo. Mucha gente me ha dicho que ni loca va a hacer lo que hace Contracorriente, ni loca va a señalar corruptos, a contar las cosas que están pasando
En estas condiciones hacer buen periodismo es casi imposible.
Sí, creo que por eso en Honduras hubo mucho silencio, muy poco periodismo independiente y de investigación en los últimos años, porque hay mucha autocensura, nadie se quiere arriesgar, eso es algo a lo que yo me enfrento siempre, porque yo hice un medio, no soy una freelance que anda reporteando sola. Tengo un equipo y una de las cosas más difíciles es encontrar gente que quiera hacer este trabajo. Mucha gente me ha dicho que ni loca va a hacer lo que hace Contracorriente, ni loca va a señalar corruptos, a contar las cosas que están pasando.
Eso también explica el silencio que hay sobre lo que pasa en Honduras. Apenas hay prensa internacional. Se habla mucho de El Salvador, de Nicaragua, también últimamente de Guatemala, pero Honduras es un agujero negro informativo.
Sí, es como un castigo que te manden a Honduras. Parece que es un país poco importante, sin embargo el golpe de Estado del 2009 fue un ensayo de los que vinieron después, un experimento que les salió bien, la junta militar impulsó el golpe pero no tomó posesión. Luego pasó en Paraguay y luego en el sur de América. Por eso creo que es más importante que nunca contar lo que está pasando en Honduras.
¿Espera que el premio Gabo ayude?
Sí, creo que este premio y el foco que se le pone a Honduras es muy importante ahora mismo. Aún no se sabe exactamente cómo va a ser el gobierno de Xiomara Castro, pero ya está tirando sus sus señales. Creo que es más importante que nunca cubrir Honduras.
Y para usted, personalmente, ¿qué significa el premio?
Lo primero que pensé es si me merezco este premio tan increíble, es una gran responsabilidad para mí y para los periodistas que que trabajan conmigo. Tenemos que seguir haciendo buen periodismo, el mejor periodismo posible que podamos hacer en este país. Para Contracorriente significa también protección. En Contracorriente hemos hemos trabajado colaborativamente con un montón de plataformas y de medios y eso ha sido fundamental para que podamos hacer nuestro trabajo de manera segura y que tenga impacto, algo que en Honduras es muy complicado por la brecha digital. Y que el premio lleve el nombre de Gabriel García Márquez es muy importante, fue mi inspiración en el colegio cuando estaba en la secundaria, era mi autor favorito y uno de los motivos por los que quería ser periodista.