“Madre mía, no me lo esperaba”. Es la reacción habitual cuando algún estudio arroja cifras sobre cuántas personas conviven con sentimientos de soledad, sostiene Juan Manuel García, doctor en Sociología, profesor de la Universidad Pablo de Olavide y director de la primera cátedra europea centrada en estudiar este fenómeno. El último, y el único hasta ahora dedicado a observar qué ocurre con la juventud en este ámbito, lo publicó la semana pasada el Observatorio contra la Soledad No Deseada de la Fundación Once, de cuyo consejo de expertos forma parte García.
Sin embargo, los investigadores como él que dedican sus horas a estudiar la soledad –en los círculos científicos ya se evita ponerle el apellido de “no deseada”– advierten de que no es algo nuevo y de que, más allá de la prevalencia, lo que importa es el análisis de sus causas y sus consecuencias. Porque solo así se pueden diseñar políticas públicas que alivien el problema, que emana –aclara García como premisa de la entrevista– más de la estructura social que del individuo.
¿La soledad entre los jóvenes es un fenómeno nuevo de estudio?
Desde el periodismo hay un boom de noticias y la academia está trabajando más sobre el asunto a raíz de la pandemia. En ciencia se ha convertido en un tema de moda y me parece fenomenal, porque es importante a nivel de salud pública y tiene implicaciones enormes. Siempre ha estado presente en las investigaciones, pero ahora existe más información rigurosa sobre el tema. Se ha trabajado mucho sobre ello en Japón y en el mundo anglosajón, ya antes de la pandemia. Sin embargo, hasta ahora no se le prestaba tanta atención porque se asignaba a un problema individual, tratado desde la psicología y no como un problema sociológico. Pero se trata de un problema que se deriva de cuestiones asociadas a la estructura social.
Entonces, ¿no se debería hablar de la soledad como algo privado o individual?
La soledad tiene una dimensión individual que es inevitable e innegable. La soledad es algo que se siente. Pero cuando hablamos de que es estructural, hablamos de qué ha causado la soledad. No es que alguien tenga un gen que le haga sentirse más aislado, sino que viene de fallas estructurales.
¿Y qué características de la estructura social causan la soledad?
Es muy complicado. Son cuestiones propias de la sociedad tal y como se ha concebido. Desde los años setenta vivimos en un sistema neoliberal salvaje, se está produciendo la atomización de la persona y un intento de desvincularla del Estado y de la parte más comunitaria. No lo digo yo, sino los estudios. Sucede en las sociedades europeas y también en países en vías de desarrollo.
El término 'soledad no deseada' genera estigma, como todo lo que parece un fallo de la persona. Es como cuando tienes depresión y te dicen: no tienes razones para estar triste. Son palabras duras de escuchar y eso también pasa con el sentimiento de soledad
La estructura es similar: las redes sociales se han debilitado en términos comunitarios por la construcción urbana. Además, son más pequeñas porque las familias son más pequeñas; hay más deslocalización de los núcleos familiares; las migraciones; una desubicación social que tiene que ver con la incertidumbre ante el futuro, que ha existido siempre pero ahora es mucho más clara. Esto último pasa especialmente en los jóvenes y en lo relativo a lo laboral o la emancipación.
Además, no existe un solo tipo de soledad. Hay varios: la emocional, la social o también la institucional, cuando te sientes desasistido por la administración. Pero intentamos ya no usar el término' soledad no deseada' porque genera estigma. Ocurre con todo aquello que parece que es un fallo de la persona. Algo que no quieres pero tienes y, sin embargo, no deberías tener. Se asume como parte intrínseca. Así que se intenta hablar de soledades en el plural. Es como cuando alguien tiene depresión y te dicen: no tienes razones para estar triste. Son palabras duras de escuchar y también pasa con el sentimiento de soledad.
¿Por eso cuesta socialmente reconocer la soledad?
Aquí operan dos cosas. La primera es una cuestión de expectativas. Por ejemplo, en la juventud hay ciertas características asociadas: las relaciones en espacios de socialización amplios como el instituto, la familia o no tener pérdidas significativas ni una vida amorosa ni conyugal que pueda generarlas. Es algo en lo que nos han socializado en nuestra sociedad mediterránea. Y eso nos lleva a la segunda cosa: la soledad es una cuestión muy cultural. En España, Italia, Grecia y otros países del sur se espera que tengamos un alto nivel de socialización con amigos y familia por nuestras horas de sol. Se penaliza socialmente no tener amistades y relaciones.
Como cualquier otro problema de los grandes que tiene la sociedad, afecta en mayor medida a las personas que están peor de base. Al ser un problema de salud pública, viene determinado por tu posición en la sociedad
En los seminarios siempre pregunto si hay más prevalencia de soledad en Suecia o en Andalucía y suelen responderme que en Suecia porque no salen a la calle. Sin embargo, los niveles de soledad son sustancialmente más altos en el sur. Aquí se internaliza de otra manera.
La soledad es un concepto subjetivo y complejo, ¿cómo complica eso el estudio del fenómeno?
Vamos a sacar un libro sobre el tema y uno de los capítulos trata sobre la definición de soledad. Hay veinte diferentes porque es un concepto que se define desde diferentes disciplinas (sociología, psicología...), lo que hace más complicado el trabajo. Cómo lo definamos debe determinar cómo lo medimos. ¿Y cómo se mide? Una pregunta directa y dicotómica, con respuesta sí o no, no tiene sentido. Es un fenómeno poliédrico, además.
¿Y cómo se pueden hacer políticas públicas desde ahí?
La reacción a que el 25% de la juventud se siente sola ha sido: “madre mía, esto no me lo esperaba”. Sin embargo, ese 25% no nos indica mucho si no se relaciona con las causas y las consecuencias. A esto es a lo que hay que atender para hacer políticas públicas. Hay factores que salen a veces, otros que nunca y otros que siempre. En el último grupo están los que tienen peor salud –que son las personas en situación más precaria–, los que viven en zonas de mayor riesgo de exclusión social –lo que coincide con menos nivel de renta, menos nivel educativo o el origen migrante– y la gente que vive sola y no tiene amistades o familia.
Como cualquier otro problema de los grandes que tiene la sociedad, afecta en mayor medida a las personas que están peor de base y, como consecuencia, esa gente está peor todavía. Al ser un problema de salud pública, viene determinado por tu posición en la sociedad. Sentirse solo aumenta mucho los problemas individuales, o sea, es una cosa estructural que afecta a los individuos.
Es importante saber dónde estás para comprender la soledad. Si partes de una situación desfavorecida, es más probable que te encuentres en situación de aislamiento, soledad o cualquier otro problema
Así que a nivel de políticas públicas habría que tener en cuenta tres pilares. El primero es hacer un diagnóstico correcto que relacione lo que pasa con cuestiones más estructurales. Si no se va a la base del problema sino a lo más simple no tiene ningún efecto. En segundo lugar, es importante tener un paraguas global, pero tener claro que el Estado no puede aliviar la soledad de los que viven en el barrio de La Alameda de Sevilla. Si bien hay que saber cuál es el nivel general, hay que actuar a nivel glocal: las políticas son sociales, comunitarias o barriales. Hay que construir arquitecturas comunitarias. Lo tercero importante es que las políticas sean intersectoriales, es decir, que partan del Estado, pero también de las organizaciones del tercer sector –como Cruz Roja– que ya están desarrollando estrategias de intervención que deben ser tenidas en cuenta y que, por el momento, están orientadas al acompañamiento de las personas mayores.
¿Podemos afirmar entonces que la soledad ataca más a las personas ya excluidas?
Sería un titular bonito y muy matizable, pero va por ahí. Lo que sabemos es que el punto de partida es fundamental, es importante saber dónde estás para comprender la soledad. Si partes de una situación desfavorecida, es más probable que te encuentres en situación de aislamiento, soledad o cualquier otro problema.
¿Qué consecuencias tiene la soledad no deseada para quien la padece? ¿Son diferentes en función de la edad?
El principal es la salud mental y física, emocional y comunitaria. Esto sucede mucho más en mayores y en una relación bidireccional, es decir, tener peor salud puede generar mayor prevalencia de soledad. Y viceversa. Además, genera una gran pérdida de autoestima y de confianza que redunda en problemas de salud mental. También provoca una disminución de los lazos familiares que va repercutiendo en peor salud en ese ámbito.
La clave de la soledad, a diferencia de otros problemas de salud pública, es la cuestión de la incertidumbre con respecto a algo: familia, estudios, lo laboral… En el caso de las personas mayores se relaciona mucho más con la pérdida de independencia
La clave de la soledad a cualquier edad, a diferencia de otros problemas de salud pública, es la cuestión de la incertidumbre con respecto a algo: la familia, los estudios, lo laboral… En el caso de las personas mayores se relaciona mucho más con la pérdida de independencia, por lo que trabajamos en el apoyo social que perciben –no tanto el que tienen– especialmente de la familia.
¿Cuánto en la soledad hay de emoción natural en la vida y cuánto de problema preocupante? ¿Dónde está la línea?
La soledad es algo que puede aparecer en cualquier momento de la vida y en cualquier persona o situación, pero como sociólogo de formación añado que sabemos que hay grupos que tienen mayor probabilidad de padecerla. Es como cuando decíamos que la covid-19 no distingue de grupos. Pero claro que distinguía, como cualquier enfermedad. O cuando se hablaba de que el confinamiento fue para todo el mundo igual. No es cierto.
La soledad no es una enfermedad ni algo patológico. Y si no es estructural, es decir, estable y persistente, no pasa nada. ¿En qué punto se convierte en estructural? Eso es difícil de medir.
La mitad de los chicos y chicas que dijeron sentirse solos aseguraron que el sentimiento se extendía desde hacía más de tres años, según el estudio de la Fundación Once y Ayuda en Acción.
En general soy escéptico con medir cosas en pasado porque responder cómo te sentías hace tres años cuesta. Me genera dudas.
¿Se ha roto el estereotipo de que la persona que siente soledad es mayor, tiene pocas relaciones sociales y vive sola?
No creo que haya un estereotipo, al menos desde mi visión. Los estudios de percepción no dicen que haya edadismo. Ya no está asociada solo a personas mayores pero de algún modo se siente como más normalizado en este grupo de edad.