El predominio de la cepa británica en marzo ha pasado de ser una predicción a una advertencia. Hasta la fecha hay 324 casos confirmados, pero el Ministerio de Sanidad anunció este martes que su incidencia avanza “muy rápidamente” y que eso podría condicionar la tasa de hospitalizaciones por coronavirus y la letalidad. De momento, según el último informe, las más afectadas son Madrid (59), Andalucía (45) y Baleares (25).
Mientras que la variante VOC B.1.1.7 va imperando y los contagios subiendo, se han popularizado conceptos que conviene registrar como nicho ecológico, número reproductivo básico (R) o tasa de transmisibilidad. De una forma u otra, todos ellos miden el impacto de una cepa que ha puesto en jaque la estrategia global contra la COVID-19 y le ha tomado el relevo a la euforia por la vacunación, aunque no le afecte directamente.
A la vista de lo ocurrido en Reino Unido, donde la variante se impuso a finales de noviembre y provocó un aumento abrupto de contagios, se teme que haya un efecto espejo en los países de alrededor como ha pasado en Irlanda o Portugal. Por ello, la Unión Europea recomienda aislar las zonas con una incidencia de más de 500 casos, y el ECDC se plantea incorporar un nuevo color a su mapa de riesgo (rojo muy oscuro) para señalar los lugares donde deben endurecerse las medidas. También España, que alcanza una incidencia de 890, acaba de poner en marcha un mecanismo de secuenciación genómica para vigilar el ritmo con el que la cepa crece en nuestro país.
“Los datos que tenemos actualmente sobre la variante británica no son del todo representativos, ya que se secuencian más aquellos casos con sospecha de tenerla, como los procedentes del Reino Unido”, explica Jesús Oteo, director del Centro Nacional de Microbiología (CNM), perteneciente al Instituto de Salud Carlos III y nodo central en las operaciones de rastreo y análisis del SARS-CoV-2 que gestiona el Gobierno. “Como mucho se ha detectado entre un 5 y un 15%, así que no se puede decir que se esté imponiendo. Hay que ser muy prudentes con esto”, dice Sonia Zúñiga, investigadora del coronavirus en el CSIC. Los expertos piden tiempo para aportar cifras concretas sobre España, pero mientras tanto recurren a la experiencia británica.
Despejando el número R
Lo que se sabe con certeza a día de hoy es que esta variante es más transmisible. Lo que no es seguro es cuánto. Algunos estudios iniciales marcaron una horquilla de entre un 30% y un 70% más, aunque en algunos casos ese porcentaje crece hasta el 74%. “Es muy difícil saber qué parte del incremento de casos en Reino Unido se debe al linaje y qué parte al incumplimiento de las medidas”, contaba a elDiario.es Daniel Prieto-Alhambra, catedrático en la Universidad de Oxford. ¿Y qué significa que sea más transmisible y, concretamente, en ese porcentaje?
“Lo que quiere decir es que la gente infectada por la variante inglesa seguro que contagia más que la gente que está infectada por otra”, resume Roger Paredes, virólogo clínico e investigador en el Hospital Germans Trias i Pujol, en Badalona. Las consecuencias de eso en el día a día son amplias, pero complicadas de especificar. “Hay estudios que apoyan una mayor tasa de ataque secundaria en los brotes familiares respecto a otras variantes”, comparte Jesús Oteo. Es decir, aunque el paciente no tiene síntomas distintos a los de la cepa actual del SARS-CoV-2, “porque no se ha visto que presente una carga viral más elevada”, la británica la contagia con más facilidad.
En España, el número R medio del coronavius es de 1,3. Es decir, cada persona infectada creará un mínimo de 1,3 nuevos casos. La R de la gripe estacional oscila entre el 0,9 y el 2,1 y la del sarampión entre el 12 y el 18
Cuánto aumentará el porcentaje de transmisibilidad en España todavía es incierto. Tan solo se sabe que el crecimiento de la variante B.1.1.7 es exponencial, no lineal. En Barcelona, por ejemplo, la incidencia según Paredes ha pasado de 0 al 7% en muy poco tiempo. “A medida que vaya entrando la variante británica nos va a ir aumentando la R”, prevé. Esto nos lleva a otro término clave: el número reproductivo básico o número R. Es el promedio de personas que se infectan a través de un caso en un momento concreto de la epidemia. A nivel global se calcula que el coronavirus tiene un número R de entre 1,5 y 3,5. En España, la media es de 1,3. Es decir, cada persona infectada creará una media de 1,3 nuevos casos.
Este cálculo es más complicado, es solo un promedio, ya que una persona infectada puede ser un 'supercontagiador' y transmitírselo a 100 o puede no infectar a nadie más. Sin embargo, es un número importante que los epidemiólogos y los poderes públicos usan para responder ante los brotes. “Si la R está por encima de 1, la epidemia crece; si está en 1, está estable, y si está por debajo de 1, está decreciendo”, precisa Paredes. La R de la gripe estacional oscila entre el 0,9 y el 2,1 y la del sarampión entre el 12 y el 18.
No obstante, “cuando se dice que la variante británica aumenta el número R un 0,4 no está bien dicho. No se le puede atribuir una R a una mutación porque se calcula en base a toda la población, al porcentaje completo de variantes que hay y a las medidas que se vayan tomando”, abunda. No es un valor único ni cerrado y se le atribuye a una misma enfermedad, no a una cepa. Ahora mismo, las zonas que mantienen una tasa reproductiva del SARS-CoV-2 más baja son Santa Cruz de Tenerife (0,8), Girona (0,89) y Lleida (0,89), pero los expertos vaticinan que eso cambiará en cuanto la mutación británica se imponga en España y aumente la transmisibilidad.
Transmisibilidad y letalidad: dos caras de la misma moneda
Otro asunto que preocupa respecto al linaje B.1.1.7 es si aumenta la gravedad de la enfermedad o las muertes. Lo único que se conoce al respecto son “algunos indicios” desvelados por el Gobierno británico de que la variante pudiese aumentar en un 30% la letalidad. Los datos, analizados por el Grupo Asesor en Amenazas de Virus Respiratorios Nuevos y Emergentes (Nervtag) de Reino Unido, son preliminares. Por eso, los investigadores piden cautela: “Actualmente no hay evidencias científicas firmes que demuestren que esta variante es más grave que otras”, recuerda Jesús Oteo, del CNM.
Aunque así sea, hay otros expertos que piensan que no podemos infravalorar la importancia de la cepa británica por ello. “Es mucho peor una variante más transmisible que otra más letal, dentro de unos límites. Porque se expande muy rápidamente, afecta a más personas y termina saturando los sistemas hospitalarios, como ha pasado en Reino Unido y Portugal”, opina Roger Paredes. Además, “los estudios británicos sugieren que esta variante tiene un 30% más de mortalidad. Lo que quiere decir que donde antes se moría una persona, ahora se morirán 1,3, no 30”, recuerda.
“Si esta variante sigue la misma cinética que en otros países, y no hay ningún motivo para pensar que no va a ser así, las autoridades sanitarias se verán obligadas a tomar decisiones más restrictivas”, asegura el virólogo clínico. En ese sentido, lo único que funciona en su opinión es un confinamiento, “como han hecho otros países que ya han empezado a bajar su curva”. “Sé que es una decisión compleja con impacto social y económico a muchos niveles, pero es que la variante ya está aquí, está subiendo y no hay motivos para pensar que los españoles vamos a ser distintos”, se resigna Paredes. Por si fuera poco, España además recibe el incremento de la cepa con el sistema hospitalario al límite.
“Es muy difícil decir qué medida es perfecta. Lo único que funciona para parar el virus a día de hoy es evitar el contacto social y acelerar la vacunación”, opina Zuñiga. Oteo, por su parte, cree que “las medidas de distanciamiento social e higiene personal sirven para evitar de igual modo la transmisión de las nuevas variantes, lo que hace su cumplimiento más relevante aún si cabe”. No habla de confinamientos, pero no duda de las previsiones. “Si tiene una ventaja competitiva respecto a otras variantes, como se ha publicado en algunos estudios, será difícil evitar que poco a poco se vaya imponiendo y prevalezca a nivel poblacional”, asegura. Lo que nos lleva al último término: el nicho ecológico.
Competición entre variantes por el nicho ecológico
El lugar que ocupan los virus en el ecosistema se llama nicho ecológico. “Es como un caldo gallego”, compara Roger Paredes. “En el de España hay variantes de coronavirus que se transmiten mucho y otras muy poco, pero al final se termina imponiendo una y haciendo desaparecer al resto”. Por ejemplo, el año pasado apareció la variante conocida como D614G, que dio como resultado el virus que conocemos ahora, con mayor capacidad de transmisión que el original de Wuhan y que infecta de manera más eficiente. “La D614G pasó en un mes del 1% a más del 50%, pero la inglesa no está siguiendo el mismo ritmo”, tranquiliza Sonia Zuñiga. Aun así, los virólogos continúan comparando sus efectos con los de las mutaciones que más preocupan ahora mismo: la británica, la sudafricana y la brasileña.
“Estas variantes lo que hacen es competir entre ellas y se selecciona la mejor. Es decir, la que se transmite más. Cuando se impone una variante que se transmite más, es más fácil que la pandemia se descontrole”, explica Paredes. Por eso, considera de vital importancia la apuesta por la secuenciación genómica. “Es imprescindible montar un sistema de vigilancia que sea representativo de la epidemia en todos los sitios”, defiende. “Se tiene que invertir mucho más y generar una red que no esté basada en el voluntarismo, sino en financiación y en recursos”.
El investigador defiende que solo de esta forma sabremos a qué porcentaje real está circulando la variante británica y a qué velocidad crece el número R. Aun así, apuesta por medidas preventivas más duras ya que esperar hasta tener resultados de la secuenciación es “como mirar a las estrellas, no son representativas del ahora, si no que van con dos semanas de decalaje”, advierte. Y a efectos más mundanos, eso “va a permitir calcular si las empresas deberían cerrar o si, por ejemplo, será seguro ir a votar el 14-F en las elecciones catalanas”.