“El ludópata ya no es un señor mayor que juega a las tragaperras. Es un joven que va a salones y apuesta por internet”

En la inauguración de un salón de juegos de Alicante a varios chicos les ofrecieron una copa de alcohol gratis. Eran menores de edad, pero eso no impidió que les invitaran a una copa, como tampoco que les dejasen jugar. Repartir alcohol gratis entre los jugadores era una práctica habitual en aquel salón.

“El alcohol hace que los jugadores sean más impulsivos”, explica la psicóloga de la asociación Nueva Vida de Villena, una de las tres agrupaciones de la Federación Española de Jugadores de Azar Rehabilitados en la Comunidad Valenciana y en la que uno de aquellos chicos se trata ahora de su adicción a la ludopatía.

Ese salón, como otros muchos, abrió poco después de que el Congreso de los Diputados impulsase una nueva ley de juego en España. La norma, aprobada en 2012, ha hecho que proliferen los salones de juego y las casas de apuestas por todo el país. Solo entre 2016 y 2017 el sector creció un 11%. Se abrieron 48 nuevos locales en la Comunidad Valenciana; 57 en Madrid y 16 en Andalucía.

Muchos de estos negocios se establecen en barrios de clase trabajadora y cerca de colegios e institutos, lo que ha llevado a varias comunidades autónomas, como la valenciana, a aprobar normas para impedir estos emplazamientos. Aunque el perfil del usuario es el de un varón de entre 18 y 24 años, la realidad es los menores de edad consiguen colarse. “Aunque están obligados a pedirte el DNI, nunca lo hacen”, asegura Juan Antonio (nombre ficticio), otro chico alicantino que también empezó a jugar con 16 años.

34 años de media

En 2014, la norma fue reformada para incluir también el juego online, una modalidad hasta entonces poco asentada en España. Ahora, cuatro años después, se ha convertido en la opción preferida de los jugadores más jóvenes, según datos de la Fundación Codere la gran mayoría tiene menos de 34 años.

Tiago (nombre ficticio), de 29 y también en rehabilitación, apostaba sobre todo en la web. “Era muy sencillo. Solo necesitabas una tarjeta de crédito. En un día podías jugarte mil euros fácilmente”. Para seguir apostando tuvo que pedir créditos rápidos, que le hicieron contraer una deuda de cerca de 4.000 euros. Nadie de su entorno sabía que era ludópata. Un día, el banco llamó a su pareja y todo se fue a pique. Su novia terminó la relación, se quedó con la custodia del hijo de ambos y Tiago tuvo que marcharse de casa. Ahora vive con sus padres en una pequeña localidad de Albacete y trabaja en una fábrica de cajas para pagar sus deudas, algo que espera poder hacer antes de marzo de 2019.

Las mentiras suelen venir de la mano de la adicción al juego, cuentan estos afectados. “Tus padres te mandan a comprar y te gastas el dinero en apuestas, pides prestado a los amigos con engaños, vendes tus cosas para poder seguir jugando”, asegura Juan Antonio. En algunos casos, el juego también está relacionado con las drogas: “Cuando consumía cocaína podía apostar muchísimo más”, cuenta Tiago, quien también traficaba con ella.

“Las drogas y el alcohol desinhiben al individuo y lo vuelven más impulsivo”, explica Francisca Domenech, psicóloga de la Asociación Nueva Vida. “Eso las casas de apuestas lo saben”. Para Domenech y para otros miembros de la Asociación Nueva Vida el aumento del juego entre los jóvenes ha supuesto un reto descomunal.

Han pasado, cuentan, de trabajar con ludópatas de 50 años a que su asociación se llene de jóvenes y adolescentes. “A esa edad su cerebro no ha terminado de madurar y son mucho más impulsivos”, explica. No solo el perfil del jugador es el de una persona cada vez más joven, también el tiempo que pasa desde que una persona empieza a jugar hasta que se vuelve adicto se ha reducido. “Cuando empezó la asociación hace dos décadas solían venir a tratarse personas que habían pasado siete años enganchados. La cifra se ha reducido hasta los dos años”, dice la trabajadora social María Sánchez que sentencia: “El ludópata ya no es un señor mayor que juega a las máquinas tragaperras. Es un joven que va a salones de juego y apuesta por internet”.

Ahora se puede jugar desde el teléfono móvil y las ciudades están llenas de locales en los que no se ve el exterior. “Todo está planeado para que se juegue mucho más”. Las dos trabajadoras de la asociación coinciden en que el principal problema es la falta de control. “Los menores deberían estar más protegidos y están mucho más expuestos”, asegura la psicóloga.

Unidos Podemos ha puesto el foco en limitar la publicidad hasta situarla al nivel del tabaco o el alcohol, y quieren sacar el negocio de las apuestas de los campos de fútbol, evitando, por ejemplo, que jugadores de élite patrocinen estos negocios. Pero las casas de apuestas deportivas defienden que gracias a ellos, los partidos son más emocionantes. Una afirmación que niegan quienes están en tratamiento por ludopatía. “Juegas a cualquier cosa”, dice Tiago. “El deporte se vuelve secundario. Yo he apostado en partidos de la liga tailandesa y en carreras de galgos y de caballos. Al final lo único que te importa es apostar”.