La curva de contagios se está doblegando en toda España, pero a distintas velocidades. Hay comunidades autónomas que han acelerado el descenso como Extremadura, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Murcia y la Comunitat Valenciana, y otras que van más lentas, como Aragón, Cantabria y, sobre todo, Euskadi –donde un juez anuló el cierre de la hostelería en localidades con alta transmisión– y la Comunidad de Madrid. Esta última, además, tiene la incidencia acumulada más alta de la lista, con 489 casos por cada 100.000 habitantes, y los peores datos de ocupación hospitalaria y de UCI, del 20,5% y el 48% respectivamente. Pero mientras en el Consejo Interterritorial los responsables autonómicos hablan de “prudencia” en la desescalada y la ministra Carolina Darias llama a la “responsabilidad” para evitar un repunte, el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso se lanza a una relajación de las restricciones que no encaja con su situación epidemiológica actual.
Madrid retrasará el toque de queda y la hora de cierre de los bares desde este mismo jueves. Lo cierto es que en cuestión de dos semanas la capital ha pasado de tener una incidencia de 978 el día 1 de febrero a reducirla a la mitad, pero los datos de presión asistencial no han parado de subir. En resumen: un panorama de contagios solo superado por la ciudad autónoma de Melilla y de saturación de las UCI solo por detrás de La Rioja, que arrastra un problema estructural y tiene una incidencia menor.
“Hay comunidades autónomas que, a pesar de mostrar un descenso en los números, son conscientes de la importancia del mantenimiento de las medidas. Como ministra, yo me quiero sumar a una llamada a la prudencia, a la responsabilidad. Cuando nos relajamos es muy fácil subirnos a lomos de una nueva ola”, ha recordado este miércoles Darias.
A esto se suma que a comienzos de esta semana los servicios de salud madrileños incorporaron de golpe 26.000 nuevas hospitalizaciones y 2.000 ingresos en UCI fechados desde septiembre en la base oficial de datos COVID-19 de Sanidad (RENAVE). Aunque este retraso no ha influido en los porcentajes de ocupación y la Comunidad defiende que siempre estuvieron actualizados en su portal, los expertos en Salud Pública creen que abrir la mano ahora con las medidas lanza un mensaje equivocado a la ciudadanía.
“Un mensaje equivocado”
“Hay una tendencia general a fijarse en la presión hospitalaria para tomar restricciones y, en cambio, mirar el primer indicador que baja para relajarlas, que es la incidencia”, dice Mario Fontán, expresidente de la plataforma de Residentes de Medicina Preventiva. En su opinión esto es “incoherente” porque, según los datos hospitalarios actuales, la situación de Madrid está muy por encima del límite. También lo dijo Fernando Simón en una rueda de prensa la semana pasada. “Las malas desescaladas llevan a nuevas olas antes de tiempo”, advirtió el portavoz de Sanidad. Pero un día más tarde, el viceconsejero de Salud Pública madrileño, Antonio Zapatero, avanzó que las modificaría este jueves.
De esta forma, la hostelería, los cines y otros establecimientos que ahora cierran a las 21.00 podrán extender su horario siempre que respeten el límite del toque de queda, que pasaría a las 23.00. “Madrid ha tomado una posición ideológica primando la economía sobre la salud pública”, expresa Fontán. “Su apuesta ha sido optar por medidas que les permitan tener un discurso frente a la ciudadanía, para que no se les pueda decir que no hacen nada, pero que no tienen un impacto sustancial en la pandemia”, defiende el experto en preventiva.
Fontán se refiere a los confinamientos perimetrales y a las zonas básicas de salud, el caballo de batalla de la capital frente a la COVID-19. Él y los epidemiólogos Javier Padilla y Pedro Gullón publicaron un estudio comparando la tendencia de zonas perimetradas con otras altamente afectadas, pero no confinadas, y no hallaron ninguna prueba de que la bajada se pudiese atribuir a los confinamientos. “Había otros factores que ya estaban haciendo efecto en esas fechas, como ocurre ahora”, explica el autor de la investigación. Esto se une a la sensación de muchos vecinos de vivir bajo un “cierre imaginario” en el que no distinguen las partes cerradas de las que no lo están.
“Las medidas que hay en Madrid son bastante irrelevantes”, comparte el investigador del CSIC Saúl Ares, que analiza los datos de la comunidad diariamente. “La única que marcaría la diferencia, que es la más polémica, pero la más efectiva, es el cierre de los bares”, afirma, algo que Isabel Díaz Ayuso, ha repetido que no va a ocurrir. Pilar Serrano, secretaria de la Asociación Madrileña de Salud Pública (AMaSaP) y miembro de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE), tiene “poca esperanza en que vayamos por el buen camino”. Cree que donde pone el foco Madrid “no es lo más eficaz, sino lo que tiene mejor aceptación por la ciudadanía y menor impacto económico”. Aun así, piensa que haber prohibido los encuentros en domicilios y haber reducido el número de personas ha influido en la bajada de la curva, pero “es insuficiente”.
Para Ares, el descenso se debe a que “buena parte de los contagios de la tercera ola fueron por algo coyuntural, como es el periodo navideño”. “Su efecto ya ha pasado y eso ayuda, igual que ir avanzando en la vacunación o que haga mejor tiempo”, enumera. De todas formas, piensa que estamos “obnubilados” por unos números que siguen siendo “altísimos” y que empezar a relajar restricciones con una IA de 489 puede poner a Madrid en “riesgo de enfrentarse a un nuevo pico en las próximas semanas”.
Tanto él como Pilar Serrano alertan del peligro de doblegar la curva demasiado lento. “El efecto es que mantendremos una cresta con pequeñas oscilaciones que se venderán como exitosas” cuando “realmente seguimos acumulando los efectos de un sistema sanitario muy dañado y exhausto”, explica la portavoz de AMaSaP. Tener las UCI 12 puntos por encima de la media nacional tampoco ayudaría. “Más presión significa más muertes y en enero ya tuvimos un exceso de mortalidad en Madrid del 30% y del 37,6% en mayores de 65 años”, avisa.
Por otro lado, los tres expertos inciden en la importancia de la comunicación y del discurso. “Hay que distinguir dos cosas: la tendencia, que es buena porque estamos bajando la curva, y la situación general, que es muy mala. Si las confundimos e instamos a aflojar restricciones, el mensaje que se manda no es el acertado”, explica el científico del CSIC. “El simple hecho de transmitir que se flexibilizan algunas medidas sirve para dar una sensación de control que no se corresponde con la realidad epidemiológica”, suscribe Fontán. “Tener unas medidas laxas y relajarlas todavía más es incongruente”, critica.
Mientras tanto, Castilla y León, la otra comunidad con mayor presión asistencial junto a Madrid, ha decretado el cierre de la hostelería y del comercio a las 20.00 después de que el Tribunal Supremo tumbase su adelanto del toque de queda. En Castilla-La Mancha, la otra autonomía 'vecina', aseguran que a pesar de tener unos datos epidemiológicos “muy positivos” siguen apostando por el cierre perimetral de la comunidad hasta que no vean “la mejoría en Madrid”.
El milagro madrileño: la responsabilidad de la gente
A principios de noviembre se habló del milagro madrileño, un momento en el que la capital había reducido la incidencia en 14 días a la mitad, así como los ingresos y los pacientes en UCI. Algo parecido ocurrió después de Navidad, cuando Madrid subió en contagios pero no al ritmo de sus comunidades vecinas. Esto se ha intentado explicar con la seroprevalencia, que corresponde al 20% de la población madrileña que ya ha pasado la enfermedad, o a través de fenómenos meteorológicos como Filomena, que redujo la movilidad hasta el 80% durante unos días.
“La seroprevalencia es un cuento de la lechera que llevamos escuchando todo el otoño”, piensa Ares. “Un 20% no está ni cerca de la inmunidad de grupo”, que se alcanza con el 70%. Pilar Serrano cree que podría verse este efecto por barrios, pero “aún quedan dos millones de madrileños susceptibles de poder contagiarse”. Sobre las zonas, Mario Fontán, que trabaja en Vallecas, uno de los distritos más azotados en las primeras dos olas, lo ha visto con sus propios ojos: “Por primera vez en toda la pandemia la incidencia es más baja que la media de Madrid, pero no es excusa para tomar menos medidas”.
Tampoco se atreven a atribuir a la borrasca Filomena un efecto claro en el descenso de la curva. “La gente tenía que seguir yendo a trabajar, en todo caso afectaría a la cantidad de contagiados que no acudieron esos días a los hospitales”, explica Pilar Serrano. También Fontán piensa que “Filomena nos engañó y distorsionó la realidad epidemiológica”, pues apenas fueron cinco días de inmovilidad completa e inmediatamente la curva de contagios comenzó a ascender otra vez.
En cambio, todos coinciden en que el verdadero milagro madrileño consiste en “el autocontrol del ciudadano”, dice Serrano. “Una gran parte de la ciudadanía es muy consciente de lo que hay, y no son los que están en la calle Ponzano”, asegura Ares, que añade que los datos de movilidad en tiendas y en ocio son de los más bajos de España. Para él, ese porcentaje que se salta las normas o que copa los bares es mínimo, pero “cualquier mínimo en Madrid equivale a mucha gente”. “Los madrileños han decidido que las medidas de los políticos no son lo que los va a salvar, por eso hay mayor nivel de cautela que en otras comunidades”, concluye.