Las mascarillas de nanofibras del CSIC tendrán también tamaño infantil y modelos para diferentes tipos de cara

Las mascarillas desarrolladas por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) a partir de nanofibras, un material sesenta veces más fino que el tradicional, han empezado ya a fabricarse en grandes volúmenes, de momento unas 40.000 al día. Son mascarillas EPI, las de mayor protección (FFP2), normalmente de color blanco (los otros dos tipos son las quirúrgicas azules y las higiénicas de tela).

El spin-off del Consejo, Bioinicia, ya prepara el lanzamiento al mercado de dos modelos de mascarillas de este material con un tamaño adecuado para niños (una de 4 a 6 años y otra de 6 a 9).

“No existe la certificación de mascarillas EPI para niños (inicialmente estas protecciones estaban pensadas para trabajar con materiales peligrosos), así que realmente será una mascarilla como las normales pero más pequeña, para que encaje”, explica el investigador José María Lagarón, del Instituto de Agroquímica y Tecnología de los Alimentos (IATA-CSIC), jefe del equipo que se está encargando de esta línea de investigación y desarrollo desde el centro público. Asegura que la pretensión es que los niños tengan la cara bien aislada en los colegios en la época de mayor frío, cuando se hace más complicada la ventilación.

Lagarón es uno de los científicos que defiende que la transmisión del virus por aerosoles (las gotitas de saliva que se lanzan al aire al hablar, toser o cantar y que permanecen suspendidas a veces durante horas) harían necesario recomendar el uso de FFP en interiores. “Con quirúrgicas e higiénicas (de tela, especialmente aquellas no certificadas) en sitios cerrados no vamos a parar el virus”, advertía hace unas semanas. El ministro de Ciencia, Pedro Duque, también preocupado por este modo de transmisión, opina que debería diferenciarse normativamente entre locales que puedan ventilarse o que no para frenar este tipo de contagios.

Mascarillas de distintas medidas

Además, el equipo de Lagarón está trabajando junto a un centro tecnológico en el diseño de un sistema que permita elegir mascarilla en función de la forma de la cara. Su intención es sacar modelos que representen al más amplio porcentaje posible de población: “Que la gente no se tenga que conformar con un modelo único, retorcer las gomas etcétera, porque pensamos que eso es un problema de ajuste también”, afirma.

El spin-off del organismo público tiene ya contratos con dos fábricas trabajando a pleno rendimiento (una en España y otra en Alemania) y está certificando a seis empresas adicionales (en este caso todas españolas) con las que ya han firmado: “se trabaja todos los días de la semana, 24 horas. Cuando se incorporen las nuevas empresas subiremos a millones a la semana” [la estimación inicial era fabricar a estas alturas 11 millones de mascarillas en ese periodo]. La idea es que para enero puedan tener una capacidad suficiente para proteger a la mayor cantidad de personas posibles aquí y fuera de España. Ya han contratado a una persona para iniciar el proceso de exportaciones a Latinoamérica, explica Lagarón.

El éxito de los EPIs de Bioinicia, mascarillas más ligeras y seguras contra la COVID hechas de nanofibras, fue inesperado. A los tres días de sacarlas a la venta el pasado agosto se habían hecho casi medio millón de pedidos. Contaban con material de filtro almacenado suficiente, así como con el equipamiento necesario para medir filtración y respirabilidad de los materiales, frente a otros fabricantes. Pero lo que faltaban eran empresas finales que confeccionaran la mascarilla. Todo este material sanitario se había deslocalizado a países de bajo coste, principalmente China, y las empresas con las que finalmente está trabajando este proyecto, cofinanciado por el CSIC y la Agencia Valenciana de Innovación, han tenido que ponerse al día, adquirir maquinaria, etcétera.

Mascarillas transparentes para mejorar la comunicación de las personas sordas

Otro de los frentes abiertos es el de las mascarillas homologadas y certificadas semitrasparentes, en respuesta a la reivindicación del colectivo de personas sordas, que han sufrido un importante perjuicio en su forma de comunicarse durante la pandemia de COVID, ya que desde que se generalizó la necesidad de tapar la boca para evitar contagios no pueden leer los labios de sus interlocutores.

A este respecto, Lagarón afirma que los trabajos están muy avanzados. “Ahora mismo el prototipo tiene ya un grado de opacidad muy bajo, es translúcido y con muy buen nivel de filtración. Lo que queremos es hacer un producto que sea certificable”, asegura, y distinto a las actuales mascarillas rígidas o cerradas.

En este momento, están pendientes de una serie de materiales de proveedores externos y de conseguir una línea de suministro regular. “Toda esa parte de la logística todavía no la hemos abordado. Estamos cerrando el desarrollo. Entonces podría ir muy rápido porque la vamos a certificar como higiénica o quirúrgica de entrada”, recalca.

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