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La victoria de las 'mujeres de negro' sobre 40 años de franquismo en La Barranca

Las mujeres de negro velaron los cadáveres de 400 personas asesinadas por los franquistas. Muchos eran sus maridos. Custodiaron la memoria de los suyos durante 40 años de dictadura, logrando que nadie tocara las tres fosas comunes de Lardero (La Rioja) donde fueron arrojados. Y en 1979 convirtieron el lugar en cementerio civil. Hoy es el Memorial La Barranca.

El conjunto monumental es uno de los mayores memoriales de España dedicado a las víctimas de los golpistas en la guerra civil. Cumple cuatro décadas como camposanto y forma parte del patrimonio de la Comunidad Autónoma desde 1980, gestionado por el Gobierno de La Rioja en colaboración con la Asociación para la preservación de la Memoria Histórica en La Rioja 'La Barranca', que custodia el memorial.

El barranco de Barrigüelo, a unos cinco kilómetros de Logroño, fue usado por los golpistas para enterrar los cuerpos de una quinta parte de las 2.000 que ejecutaron en la región. Aunque en La Rioja no hubo guerra. Apenas resistencia al fracasado golpe de Estado que provocó la guerra civil.

En aquel campo trazaron las fosas comunes plagadas de muerte. De la pedagogía del terror aplicada en masa por los rebeldes hasta finales de 1936. Ahora, La Barranca es un paraje de recogimiento familiar. De recuerdo íntimo. De Memoria colectiva con mayúsculas. Una tierra que guarda la victoria de las 'mujeres de negro' sobre 40 años de franquismo.

Todos los nombres de La Barranca

Varios carteles cuentan en las paredes de La Barranca cada uno de los nombres de las víctimas riojanas. 'A las Mujeres de Negro, 75 años después', reza la placa del monumento de homenaje a las viudas de los republicanos asesinados por los fascistas. Fue inaugurado el uno de noviembre de 2011. Un Día de Todos los Santos.

'Los pueblos que olvidan su Historia están condenados a repetirla', señala otro póster. Todo es recuerdo. Memoria. 'No hay nada en el mundo que haga olvidar una injusticia', dice una frase escrita sobre una bandera republicana.

El memorial también muestra un enorme mapa de España. Es el original que los golpistas colocaron en la plaza de toros de Logroño –usada como cárcel– para restregar a los presos republicanos el avance de las tropas fascistas. Ahora, vencer la cartografía del olvido es una de las tareas de las familias de La Barranca.

“No se puede estar”, decían los franquistas

“Aquí no se puede estar”, afeaban las autoridades franquistas a las 'mujeres de negro'. “Pues estamos”, respondían ellas. Las viudas acudían “casi a diario” a custodiar las fosas comunes donde yacen 400 víctimas. De esta forma, a pie de fosas, empieza a narrar la historia Jesús Vicente Aguirre.

“Que no se puede estar”, reprendían los uniformados. “Estamos”, sostenían las mujeres. Y así un día tras otro. Un año tras otro. Hasta que las dejaron por imposibles. Por conseguidoras de lo improbable.

“Estas familias se dedicaron a cuidar este lugar”, continúa Aguirre, autor de varios libros sobre la represión en La Rioja, como Aquí nunca pasó nada –con mil páginas y la historia de dos mil represaliados– y la novela Lo que pasó.

Las 'mujeres de negro' guardaron la tierra que da cobijo a sus seres queridos y esa parcela de la finca, desde entonces, nunca se sembró. Las tumbas quedaron intactas. La Barranca nació así como recuerdo “digno” a las víctimas del terror franquista. “Un espacio de convivencia y esperanza” destinado “a que estas cosas no vuelvan a ocurrir”.

Las 300 llaves de La Barranca

Un cartel en la entrada indica: “Si quiere conocer esta fosa común llame a los teléfonos...”. Y ahí están los números en los que responden Paco, Ángel o Ricardo. “Siempre hay alguno de guardia”, tercia el presidente de la asociación, Ricardo Blanco. “Sea a la hora que sea y el día que sea”, certifica.

“Y eso que tenemos repartidas más de 300 llaves”, continúa. Porque La Barranca “está abierta a todo el mundo”. Incluso hay descendientes de las víctimas que depositan las cenizas de sus familiares cerca de las fosas. Quizás en las zonas ajardinadas. Algunas pequeñas placas, alguna banderas republicanas chiquitas, marcan nuevos lugares de reposo eterno. Quizás.

“No sabemos si es legal”, cuestiona un integrante del colectivo. “Claro, nadie los ve”, sonríe otra voz. Y quién podría decir que no. Con qué legitimidad, asienten. “¿A alguien le gustaría estar aquí cuando le toque?”, pregunta una mujer. Muchos alzan la mano, voluntarios.

Como una chica joven, ataviada con un bolso rojo, alumna de los Cursos de Verano de la Universidad de La Rioja. El seminario está organizado por la Asociación La Barranca y cumple su tercera edición con el título 'Historia, Medios de comunicación y Legislación después de la Transición. 2019: 80 años del exilio'. La cita incluye una visita al memorial.

El espacio acoge, además, diversos homenajes a lo largo del año, como cada 14 de abril con motivo del aniversario de la Segunda República. O visitas de centros educativos. Hacer pedagogía de los Derechos Humanos con el alumnado, dicen, es sembrar cultura de paz. Y La Barranca se ha convertido en una plaza para la verdad, la justicia, la reparación y garantías de no repetición. Todo, con el recuerdo latente de la victoria de las 'mujeres de negro' sobre 40 años de franquismo.

Ataques nazis a la Memoria

El Memorial La Barranca ha sufrido la embestida de la extrema derecha. El cementerio civil apareció dos veces con pintadas nazis y fascistas. Sendos ataques fueron un 14 de abril, el día que se celebra la proclamación de la Segunda República española.

El primero, en 2016. Esvásticas y simbología neonazi cubrían lápidas y el mapa de los presos republicanos. La pintura blanca alcanzó también el monumento a las damas de negro. Las pintadas de apología franquista rezaban “Pasamos y pasaremos”, en réplica al lema antifascista “¡No pasarán!”. La Asociación La Barranca denunció los hechos ante la justicia como un “doble ataque contra el patrimonio y contra la memoria de las víctimas, así como enaltecimiento del terrorismo”.

Dos años después, volvió a suceder. El 87 aniversario de la II República quedó teñido con más ignominia. Sobre un pequeño tejado de los que tapa las fosas comunes podía leerse “Arriba España”. Los carteles con los nombres de los más de 2.000 riojanos asesinados estaban mancillados con cruces celtas, símbolo usado por organizaciones ultraderechistas y frases nazis. Y, en la diana, siempre las Mujeres de negro.