La mente de Stephen Hawking
La dualidad cuerpo-mente es consustancial al ser humano; a veces hay personas que ilustran el conflicto entre lo que el cuerpo puede y lo que la mente quiere. A Stephen Hawking una traición del cuerpo le condenó en teoría a una vida corta y llena de sufrimiento, pero su mente no se conformó y se empeñó en volar. Y así a pesar de los límites impuestos por su enfermedad tuvo una vida mucho más plena, intensa y rica que la de muchas personas de robusta salud e impoluto cuerpo; una vida que incluyó algunos de los más importantes desarrollos teóricos de la física y la cosmología contemporáneas pero también convertirse en icono pop, autor de éxito y uno de los más conocidos divulgadores científicos de su época. Con muchas luces y algunas sombras Stephen Hawking es sin duda una importante figura de la física y la sociedad del siglo XXI.
Ya desde la infancia mostró disponer de una mente privilegiada y de abundancia de ego. En sus tiempos de estudiante universitario, antes del diagnóstico de su enfermedad, cuando capitaneaba el equipo de remo de Oxford y tenía fama de osado y de averiar barcos, presumió de que se había sacado la licenciatura estudiando tan sólo 1.000 horas; de hecho, las tareas académicas le aburrían. Tan sobrado iba que obtuvo una nota baja y tuvo que hacer un examen oral para conseguir la máxima puntuación, que necesitaba para poder acceder al doctorado; en el examen se atrevió a animal al tribunal a aprobarle amenazando con que si no se quedaría en Oxford en lugar de mudarse a Cambridge. El tribunal, fuese por librarse de él o por su brillantez, le concedió la nota superior. Esto le permitió iniciar sus estudios de doctorado en la nueva universidad.
Una mente privilegiada y, como a menudo ocurre con este tipo de mentes, traviesa. Su familia ya era excéntrica en ese particular estilo típicamente británico de comportamientos asociales como acudir a la cena con un libro, y él heredó esa tradición. En sus apariciones públicas podía ser ingenioso e hiriente como en su entrevista con John Oliver (‘incluso un universo donde eres gracioso’), pero también en su vida profesional con épicas peleas con otros físicos sobre temas científicos que culminaban a menudo en apuestas que solía perder. En una época fue conocido por usar su silla de ruedas como arma haciéndola pasar sobre los pies de quien no le caía bien, a menudo alumnos y en cierta ocasión en 1976 al mismísimo príncipe Carlos; dejó dicho que uno de los pesares de su vida fue no tener la oportunidad de pisarle los juanetes a Margaret Thatcher. Otras de sus bromas tenía un contenido teórico: el 28 de junio de 2009 Hawking organizó una fiesta abierta a todo el mundo con decoraciones, canapés y champán, pero sólo lo hizo público el día después: se trataba de una invitación a posibles viajeros en el tiempo que, naturalmente, no acudieron.
Ese carácter jocoso se extendía a sus relaciones personales; le gustaban las fiestas y salir de noche, incluso a altas horas de la madrugada, y era dado a las bromas e incluso al baile con su silla de ruedas eléctrica. El diagnóstico de su enfermedad se produjo mientras cursaba sus estudios de doctorado, y le provocó una depresión de la que salió con ayuda de su director y de su esposa; inicialmente avisado de que sólo viviría dos años resultó que padecía una versión lenta de la Esclerosis Lateral Amiotrófica que le fue robando movilidad poco a poco, aunque le permitió vivir 50 años más. Su deterioro físico no le impidió hacer el doctorado e incluso casarse y tener tres hijos; llegó a tener tres nietos. Pero a partir de 1985 una traqueotomía que salvó su vida le dejó a cambio sin voz forzándole a utilizar su famoso sintetizador de voz que manejaba con un músculo de la cara aún bajo su control; podía escribir a un ritmo de 1 palabra por minuto.
Su conversión en una superestrella pop vino de la mano de su libro Breve Historia del Tiempo, que publicó en 1988 con ánimo de ganar dinero para mantener a su familia; a pesar de su posición universitaria y científica los ingresos eran limitados dados los gastos que implicaba su enfermedad. Escrito para una editorial de best sellers con numerosas exhortaciones de los editores para hacerlo más comprensible (que irritaban sobremanera al físico) se convirtió en un superventas que estuvo 237 semanas en la lista de los más vendidos del Sunday Times, vendió más de 10 millones de ejemplares y se tradujo a más de 40 idiomas. Apodado ‘el libro más importante que nunca leyó nadie’ su Breve Historia del Tiempo fue un fenómeno cultural y convirtió a su autor, reputado científico a pesar de su minusvalía, en una estrella. Pronto apareció jugando al póker con Newton, Einstein y Data en un capítulo de Star Trek, la Nueva Generación, y poco después su imagen estaba en Los Simpson o Futurama para más tarde convertirse en un personaje recurrente en series como The Big Bang Theory. A todo esto siguieron invitaciones, viajes y premios que complicaron su agenda y lo alejaron del trabajo académico.
El lado oscuro
Como muchas personas de elevada inteligencia y gran éxito el ego de Hawking podía convertirse en un problema para quienes le rodeaban. Su primera esposa acabó por divorciarse tras lo que describió como un proceso de conversión de la relación esposo/esposa en una relación amo/esclava; según explicó en una autobiografía el físico exigía que únicamente ella cuidase físicamente de él y se ocupase de sus crecientes demandas al mismo tiempo que se ocupaba de sus hijos. Simultáneamente su trato se hizo cada vez más imperioso y su ego más intratable en paralelo con el aumento de su fama. Tras el divorcio Hawking conoció, intimó y acabó casándose con una de sus enfermeras, lo que dio lugar a uno de los episodios más turbios de su vida, cuando algunos de sus amigos e incluso sus hijos la acusaron de maltrato. El físico sufrió durante aquellos años una serie de accidentes (fracturas de huesos, marcas en la cara, hematomas y similares) que llegó a investigar la policía. Hawking testificó a favor de su esposa con contundencia, lo que desactivó el caso; la pareja acabó por divorciarse en 2006 y el físico recuperó el contacto con sus hijos y ex-esposa.
Incluso en el ámbito científico no todo fueron aciertos: en su carrera profesional Hawking cometió algunos serios errores, a menudo con apuestas con otros físicos de por medio. Ya en 1975 hizo una apuesta pública con Kip Thorne jugándose una suscripción anual a Penthouse a que Cignus X-1 no era un agujero negro; apuesta que perdió y pagó en 1990. También se jugó (esta vez junto a Thorne) una enciclopedia con John Preskill a que su conjetura sobre la pérdida de información en la evaporación de agujeros negros por radiación Hawking era correcta. Esta idea causó un gran revuelo en la comunidad física ya que contradecía postulados fundamentales de la física cuántica; Hawking reconoció su error (que llamó ‘el mayor de mi carrera’) y aceptó la derrota en 2004. De forma típica anunció su conversión en un pub con sus alumnos poniendo el volumen de su sintetizador de voz al máximo. Más tarde se enzarzó en una agria disputa pública con Peter Higgs y otros defensores de la existencia del bosón de Higgs apostando con Gordon Kane 100 dólares a que jamás se descubriría. En 2012 su detección en el CERN hizo que Hawking aceptara de nuevo la derrota, pagara la apuesta y recomendara a Peter Higgs para el Nobel.
En las diferencias de opinión profesionales podía ser terco y pertinaz, desarrollando por ejemplo complejos marcos teóricos para justificar su conjetura sobre la pérdida de información en la evaporación de agujeros negros. A menudo podía irritarse cuando le llevaban la contraria; con su editor, con sus cuidadores o alumnos o con colegas que no compartían sus ideas. En el colmo de la ironía cósmica en algunas disputas científicas hubo quien le acusó de beneficiarse de la simpatía pública por su minusvalía y su estatus de estrella pop, que le daba una credibilidad que otros físicos no tenían. Para algunos colegas su fama y su abrumadora presencia mediática restaban peso a sus aportaciones científicas.
Y sin embargo nadie discute que, sin ser quizá el físico más importante de su tiempo, sí es una figura clave en el desarrollo de la cosmología moderna y uno de los grandes divulgadores del momento. Sus aportaciones tanto a la ciencia como a su proyección en la esfera pública serían sobresalientes en una persona sana, pero se convierten en algo más cuando tenemos en cuenta que las llevó a cabo mientras luchaba con una terrible enfermedad que le iba robando el control de su cuerpo poco a poco. Sin duda la huella que deja se agranda cuando consideramos que su mente tuvo que salvar el obstáculo de un cuerpo casi inerte para conseguir todo lo que consiguió. Stephen Hawking estaba en contra de cualquier idea de una vida después de la muerte; consideraba que los cerebros son análogos a los ordenadores y que la mente deja de existir cuando sus piezas físicas se deterioran y desaparecen. ‘No hay un cielo o un mas allá para los ordenadores rotos; eso es un cuento de hadas para gente que teme a la oscuridad’. Puede que su gran mente y su deteriorado cuerpo hayan dejado de existir, pero la huella que deja en este mundo perdurará sin duda más allá de su muerte.