Agustín Moreno se hizo 'famoso' el día que se retiró. Profesor de Secundaria, por las redes empezó a circular un vídeo en el que sus alumnos le hicieron un pasillo y le dedicaron una ovación. A un profesor. Le dejó totalmente descolocado. “En la escuela te dejas la piel porque trabajas con personas y tienes que valorarlas y preocuparte, no son papeles. Por encima de todo lo demás: afecto. Ellos lo notan”, responde cuando se le pregunta por el secreto de su éxito como docente. Antes de eso ya acumulaba una trayectoria como miembro destacado de la Marea Verde y activista. Todavía antes fue sindicalista (miembro muy destacado de CC OO durante años) y no es ingeniero por un curso que el franquismo le impidió aprobar por sus ideas, cuenta. Pero la jubilación no ha sido el retiro para Moreno. Da conferencias, escribe en prensa y se presta a alzar su voz en favor de la educación pública siempre que se le da oportunidad. También vuelve de cuando en cuando a su antiguo instituto a echar una mano.
¿Cuál es su diagnóstico sobre la educación?
Tiene cuatro problemas serios. Uno es el abandono escolar temprano, que está en el 18%, pero llegó a estar en el 30%. Y se ha reducido no como consecuencia de una mayor inversión educativa o de una mejora de las políticas educativas, si no como efecto de la crisis económica y la reducción de las salidas laborales. Es un tema grave, porque con este nivel de abandono, ocho puntos por encima de la media europea, supone un aumento de las posibilidades del fracaso laboral y con ello del fracaso en vida. Esto tiene que ver con el segundo problema, la escasa inversión educativa. Estamos en el 4% del PIB con el compromiso con la UE de bajar al 3,8%, cuando el suelo en Europa está en el 5% y los países punteros tienen el 7%. El tercer problema es la existencia de una doble red, pública y privada, bien sea pura o sostenida con fondos públicos, que genera desigualdad, segregación, falta de cohesión social y limita la igualdad de posibilidades. El cuarto problema es la existencia de una legislación no consensuada que no permite abordar los problemas de fondo de la educación. La LOMCE se saca con una mayoría absoluta, pero episódica, del PP, sin consenso con otras fuerzas. Es una ley que fomenta el proceso de privatización, la segregación escolar temprana con los itinerarios, introduce las reválidas como una carrera de vallas que dificulta el proceso escolar, resta democracia interna y potencia la presencia de la religión en la escuela, que es un anacronismo. Habría que derogarla.
Si fuera presidente, ¿por dónde empezaría a cambiar la educación?
Como me siento un poco incómodo con esa posición, hablaré como si fuera asesor del presidente. Creo que para que una sociedad avance tiene que acertar en sus prioridades. Una idea de progreso que piense en el bien de todos tiene una serie de ejes decisivos: la apuesta estratégica de la educación como palanca de transformación y cambio social es clave. Esto debería asumirlo la clase política española si queremos que haya un salto en desarrollo, en humanidad, en términos de civilización. Esta apuesta es la que asegura la equidad, que es más importante que la igualdad de oportunidades: es dar más a quién más lo necesita.
¿Qué es apostar por la educación?
Es asegurar el éxito escolar de todo el alumnado. Es una educación que ayude en la formación de una ciudadanía activa, solidaria, crítica. Tenemos que preguntarnos continuamente para qué queremos educar. Si no lo hacemos, nos podemos equivocar y en vez de ir en una dirección de progreso ir en la contraria. En esa reflexión sobre la finalidad de la educación está la clave: si es transformadora al servicio del bien común o si es para las élites, segregadora, clasista y entendida como negocio.
Me ha explicado una idea general, un paraguas bajo el que operar. ¿Medidas concretas?
La primera tendría que ser la reversión inmediata de los recortes. El PSOE tenía que haber derogado los recortes inmediatamente después de la moción. Tenía que haber hecho como hizo Zapatero con las tropas de Irak, retirarlas inmediatamente. Si no, no lo haces. Es lo que ha pasado. Se aprobó una moción en el Congreso, pero va a haber cuatro elecciones antes de que entren en vigor a principio de curso y es probable que ni vea la luz. No se ha apreciado ninguna mejora en los centros educativos después de la moción de censura. Muchas palabras, promesas, pero al final vamos a las elecciones con los hechos: las ratios se mantienen igual, el recorte en profesorado y atención a la diversidad, el horario lectivo amplio que impide la innovación pedagógica, la sustitución con la diligencia necesaria de las bajas, el recorte de becas... La segunda medida sería la derogación de la ley, que significaría eliminar las reválidas definitivamente, recuperar los programas de diversificación... Significaría suprimir los cuartos de la ESO aplicados, que no dan acceso al Bachillerato. Significaría que la FP Básica pueda dar acceso a un título, que ahora es una vía muerta. Significaría sacar la Religión de la escuela, en el currículo y el horario, lo actual es absurdo. Significaría que vaya acompañada de la prioridad en la escolarización en lo público y se acompañe de una financiación que asegure un mínimo del 5% del PIB y vaya a un objetivo del 7%. La educación de calidad cuesta dinero. También es atender la diversidad en la población. La última idea sería la apuesta por una red pública única, que supone ir gradualmente ir eliminando la educación privada sostenida con fondos públicos.
La educación concertada, uno de los grandes melones. ¿Cómo eliminaría la red privada sostenida con fondos públicos?
Revertiendo los conciertos de aquellos que no garantizan la gratuidad, que es ilegal, y después de aquellos que discriminan. Y no la segregación por sexo, que es lo más llamativo porque es muy reaccionario, pero son pocos centros. El problema gordo es la segregación socioeconómica. España está a la cabeza en Europa y se da una cierta aporofobia: que mis hijos no se mezclen con pobres o hijos de inmigrantes. Un Estado no puede potenciar esto. Es mejor para la calidad educativa que haya mezcla social. En términos macros, la mezcla social y la diversidad como valor; en términos concretos, los grupos heterogéneos en las clases está demostrado que funcionan mucho mejor que los homogéneos. Es un anacronismo lo que sucede aquí y está creado por los privilegios de la Iglesia católica, que no renuncia a adoctrinar en valores retardatarios para la humanidad como la posición que tiene sobre la eutanasia, el aborto o la identidad sexual.
Otro de los grandes temas es el profesorado. De cuando en cuando se leen exabruptos culpándoles del bajo nivel educativo, etc. ¿Hay necesidad de mejorar el sistema de acceso y formación o cree que son injustificados?
Hay una campaña malintencionada políticamente de meterse con los profesores para justificar los recortes, que es una política torpe. Ni la peor empresa privada trata tan mal a sus profesionales como lo ha hecho la Comunidad de Madrid, por ejemplo, con Aguirre y Figar. Y tiene menos sentido cuando sí tienen el reconocimiento social: entre los colectivos más reconocidos en las encuestas aparecen el profesor de la pública junto a médicos y científicos. Es un trabajo vocacional, en la pública el ingreso está sometido a una exigencia importante y el nivel y compromiso es muy alto. Prueba de ello es que se ha evitado su impacto negativo en la educación del recorte de 9.000 millones de euros gracias al esfuerzo, compromiso y dedicación del profesorado, que lo ha hecho sobre su cansancio, su fatiga y su estrés. Y lo hace a partir de una actitud ética que me parece fundamental: trabajamos con personas y no podemos hacerlo peor porque haya recortes. Algún día habrá que reconocérselo, porque se han dejado la piel.
Usted estuvo en la subcomisión que negoció un pacto educativo hace unos meses. ¿Qué vio? ¿Cree que hubo alguna intención real de alcanzar un pacto?
Fue una mera diversión del Partido Popular. El PP aprobó solo la LOMCE con el rechazo del resto de grupos. En las elecciones de 2016, cuando se preveía un cambio político y se dinamita aquel mundo de control unipartidista de mayoría absoluta, hubo varios acuerdos en el Congreso pidiendo la paralización y derogación de la LOMCE, y se inventaron la subcomisión del pacto educativo.
A nivel formativo, ¿cree que nos estamos olvidando un poco de las personas y pensando demasiado en los futuros trabajadores como denuncian algunas voces?
La educación es acompañar en el desarrollo, ser capaces de facilitar un ambiente en el que cada persona saque toda su potencialidad y esté motivado, algo por cierto cada vez más complicado. No son tiempos fáciles para la motivación educativa. Se está rompiendo ese principio que en otros momentos funcionaba, aunque fuese un poco imaginario, del ascensor social. El último cuarto del siglo XX supuso una socialización muy importante de la universidad y ahora se está perdiendo. El famoso decreto de recortes que el PSOE tenía que haber derogado significó expulsar a 70.000 universitarios por la subida de las tasas. Antes te decían: estudia, está reconocido, tendrás un trabajo, formarás una familia. Ahora el mercado de trabajo está tan degradado que ves licenciados con trabajos basura, temporales, de falsos autónomos aunque los llamen emprendedores, que han cogido las maletas y se han ido fuera. Unido esto a estímulos externos como la sociedad de consumo, se está creando una juventud neoliberal presa de los impulsos consumistas más feroces. Hay que recuperar la esencia de lo que es la educación como enriquecimiento personal, como desarrollo, como ser social, solidario, que intenta mejorarse a sí mismo y mejorar lo demás. Y eso se hace individualmente, pero sobre todo de manera colectiva. No hay cambio ni transformación social que no sea colectiva.