Pese a que el Gobierno chino insiste en mostrar a la mujer como motor de la economía, la realidad es que la igualdad de género está muy lejos de alcanzarse en el gigante asiático, con muchas mujeres aún relegadas al hogar y alejadas de las cúpulas directivas y de la política.
“En China todavía los hombres se enfocan más en sus trabajos y las mujeres en la familia. Es una tradición cultural y se necesita mucho tiempo para formar una mentalidad nueva”, reconoce Wen Wen Lei, vicepresidenta de la Federación de Mujeres de Shanghái.
En una entrevista con Efe, la palabra “tiempo” sale a relucir en numerosas ocasiones. Tiempo para cambiar “la tradición en la cultura china de que los hombres son más poderosos que las mujeres” y que, por tanto, son ellos los que tienen que dirigir el país.
“En la historia de China siempre se ha enfatizado el rol de las madres en la familia y los chinos tienen una opinión bastante robusta en este sentido”, insiste Wen, quien reconoce que desde el Gobierno chino se están haciendo esfuerzos para que la situación cambie.
“Desde que hace setenta años se fundó la República Popular China la igualdad de género ha sido una de las políticas nacionales más importantes y críticas (...) y ya se está mejorando, aunque todavía tenemos mucho que recorrer”, apunta.
Según el último informe del Foro Económico Mundial sobre la igualdad de género, China se encontraba en 2017 en el puesto número 100 de 144 países y acabó 2018 en el puesto 103 de 149. “El progreso de China hacia la paridad de género se ha desacelerado este año”, apuntaba el organismo en el estudio publicado a finales de 2018.
Uno de los aspectos más preocupantes, señala Wen, es la desigualdad en el empleo ya que “en las empresas no quieren contratar a más mujeres, especialmente a las que están en edad de tener hijos”.
Para combatir este problema, el Gobierno acaba de publicar una nueva ley contra la discriminación laboral de las mujeres que prohíbe preguntar en las entrevistas de trabajo por el estado civil y por si se tienen hijos o planean tenerlos, e impide a las empresas realizar pruebas de embarazo en los procesos de selección, prácticas que hasta ahora todavía se estaban realizando.
Entre los avances de los últimos años, Wen también destaca la ley contra la violencia doméstica que entró en vigor hace tres años. Sin embargo, aunque proporciona una herramienta para denunciar, la mayoría de las víctimas permanecen en la sombra porque el maltrato sigue viéndose como un asunto familiar.
China asimismo sigue lejos de la igualdad de género en la política. Ninguna mujer en la historia del Partido Comunista chino (PCCh) ha formado parte del núcleo de poder de la formación (de su Comité Permanente), mientras que actualmente solo una mujer forma parte del Politburó, uno de sus máximos órganos rectores compuesto por 25 personas.
“El partido (el PCCh) es sexista, y mucho”, afirma a Efe sin rodeos la escritora china Zhang Lijia, autora de “Lotus”, una novela sobre prostitución construida en base a una amplia investigación.
Ahora, las mujeres chinas “se están quedando atrás en temas de participación política” y “la brecha salarial entre hombres y mujeres se está ampliando”, alerta la escritora.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), entre los miembros de los órganos de decisión del Gobierno chino solo el 24,2 % son mujeres.
Por ello, apunta Zhang, China debería garantizar una cuota mínima de presencia femenina en la Asamblea Nacional Popular (ANP, legislativo), que estos días se celebra en Pekín y donde la presencia femenina sigue siendo anecdótica.
Aunque reconoce que el PCCh mejoró mucho la vida de las mujeres en la década de 1950, cuando se abolió el matrimonio infantil o el derecho a la educación y al trabajo, “el problema es que una vez que las mujeres fueron declaradas como 'libres', la cuestión de la igualdad de género ya no se ha tomado en serio”.
Además, “como resultado de las reformas y la apertura, la desigualdad de género se ha ampliado, porque las mujeres han asumido demasiados costes y cargas cuando China pasó de la economía planificada a la economía de mercado”.
“A las autoridades (chinas) les gustaría mejorar la vida de las mujeres. Pero no quieren que se organicen al lado suyo. Les gustaría establecer su propia agenda y gestionarla a un ritmo con el que se sientan cómodos. No quieren sentirse amenazados por nadie”, afirma, y recuerda la detención en 2015 de cinco feministas chinas por preparar campañas contra el acoso sexual.
Paula Escalada Medrano y Jèssica Martorell