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Las universitarias tienen más paro y peores contratos tras graduarse pese a que sacan mejores notas que ellos

Más paro, peores contratos, un salario más bajo. Las mujeres tienen peores condiciones laborales que los hombres desde que se gradúan, según datos del informe Inserción laboral de los egresados universitarios, del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades.

Es la segunda edición de este exhaustivo estudio que realiza la cartera que dirige Pedro Duque, en el que se sigue la trayectoria laboral de todos los egresados universitarios del curso 2013-14 durante cuatro años. Los resultados ponen negro sobre blanco las mayores dificultades que encuentran las mujeres para acceder al mercado laboral e integrarse en él respecto a los hombres, pese a que obtienen mejores resultados que ellos.

Casi todos los indicadores académicos salen mejor entre las estudiantes. En el curso 2015-16, la tasa de rendimiento (créditos aprobados respecto a los matriculados) era de 10 puntos superior para ellas (81,9% frente al 72,5%), que a la vez se matriculaban de más créditos que los varones. La nota media de las mujeres es de 7,04, la de los varones es de 6,83.

Joaquín Goyache, rector de la Universidad Complutense de Madrid, cree que buena parte de esta precarización se puede explicar porque las mujeres tienden a elegir carreras sanitarias y de humanidades frente las tecnológicas, que tienen una mayor empleabilidad y mejores condiciones laborales. “Es una cuestión social que ocurre. Necesitamos hacer políticas de concienciación e información para que las mujeres no estén condicionadas por el ambiente a la hora de elegir una carrera”, reflexiona. “Y ese problema no está tanto en la universidad, que no pone trabas, sino antes”.

Del informe también destaca que casi el 30% de los egresados universitarios no tiene trabajo cuatro años después de graduarse, que las universidades privadas tienen una mejor tasa de ocupación que las públicas y que sigue habiendo grados (y por tanto profesiones) diferenciados de hombres y mujeres y áreas de conocimiento con bastante más empleabilidad que otras.

Desde la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas (CRUE) defienden el valor de los estudios superiores. Cuando se realizó el estudio, señalan, España aún no había salido de la crisis y “la población con estudios universitarios se vio afectada por la difícil coyuntura, pero los universitarios presentaron en los años más duros tasas de desempleo inferiores en un 50%” a aquellos sin un título universitario.

Peores condiciones laborales

De los 233.626 egresados en ese curso, un 58,5% eran mujeres. El primer año tras la graduación, un 49% de los varones estaba cotizando a la Seguridad Social, mientras que las mujeres eran el 45,5%. Tres años después esa brecha estaba casi cerrada: 72,8% frente al 71,9%.

Sin embargo, esa igualdad aparente en el dato grueso inicial se desmonta según se va entrando al detalle. Por ejemplo, cuando se miran las condiciones de esos empleos. El número de mujeres con un contrato indefinido es sensiblemente inferior al de los hombres durante los cuatro años siguientes a la graduación, con diferencias de hasta 13 puntos porcentuales (59,6% de contratos indefinidos para ellos y 46,1% para ellas en 2018, ver gráfico).

Las mujeres también firman más contratos a tiempo parcial desde el primer año, circunstancia que aplica a todas las ramas del conocimiento, incluidas aquellas más feminizadas como las ciencias de la salud. El primer año tras la graduación, casi el 80% de los hombres empleados trabajaba a tiempo completo, frente al 64% de las mujeres. Tres años después la brecha se reduce, pero sigue siendo superior a diez puntos (85% frente al 74%).

Por último, la mayor precarización laboral también se extiende a los salarios desde el primer momento. Así, el año siguiente a salir de la universidad los hombres cotizan por 22.616 euros, mientras que las mujeres lo hacen por 20.538 (un 9,2% menos ellas). El segundo año la diferencia es del 8,4%, el tercero las mujeres cobran un 9,1% menos y el cuarto se registra la mayor diferencia salarial, un 9,5% (27.668 euros los hombres, 25.044 las mujeres).

Más empleabilidad y salario en las privadas

El informe del Ministerio también revela que las universidades privadas tienen mejores tasas de ocupación y que sus egresados cobran más dinero que los graduados en las universidades públicas.

Las diferencias en cuanto al nivel de ocupación son amplias el primer año, cuando los estudiantes de las privadas superan en 14 puntos a sus compañeros de las públicas en afiliación, aunque se van cerrando según pasan los años hasta los cuatro puntos y medio cuatro cursos después.

¿Son mejores las universidades privadas? El propio informe advierte de que las situaciones no son comparables porque las universidades privadas ofrecen menos grados y no imparten aquellos que tienen menos salidas laborales.

Goyache, rector de la Complutense, añade otras razones. “Por un lado, trabajan con una población menor de estudiantes”, expone. “Nosotros, por ejemplo, tenemos 72.000 estudiantes de grado, gente que colocar en empresas y administraciones para las prácticas, también trabajamos con muchas pymes, que a veces no tienen grandes estructuras o no investigan y tienen menos capacidad para contratar graduados después”.

Pero, además, “las universidades privadas tienen un origen, estructura y dependencia muy ligadas a ciertos sectores productivos o grandes corporaciones. En ocasiones son socios o casi parte de la universidad, y eso siempre facilita la contratación”, sostiene.

Quizá también esto explique que los egresados de los centros privados también cotizan por más dinero durante los primeros cuatro años tras graduarse, según el estudio del ministerio. Y las diferencias no son pequeñas. Un egresado de la privada empieza, de media, ganando un 22% más que uno de una pública (un 26% en el caso de las mujeres). Cuatro años después, la diferencia se ha reducido al 15% y al 14%, respectivamente. También en este caso hay brecha de género entre hombres y mujeres (ver gráfico).

Grados masculinos, grados femeninos

Parte de la explicación a la brecha laboral, tanto en condiciones como en salarios, parte de la elección de rama de estudios que realizan hombres y mujeres, como apuntaba el rector de la Complutense y corrobora Eva Alcón, rectora de la Universidad Jaume I y delegada para Igualdad de la CRUE.

“Es precisamente en las carreras con más empleabilidad, las STEM (Ciencias, Tecnología, Ingenierías y Matemáticas), donde empieza una brecha que luego se convertirá en salarial. Ellos están en los ámbitos donde hay más trabajo y mejor pagado, por eso es tan importante que desde primaria y secundaria se les cambie el estereotipo”, expone. “Las universidades tenemos una gran responsabilidad en la formación de la sociedad, en la transmisión de la perspectiva de género, y en la difusión de esta injusticia social que debería ser tratada como tal y abordada por todas las instituciones con competencias. Pero despertar esas vocaciones comienza en las primeras etapas de la enseñanza, desde preescolar. Es la única forma de en bachillerato vayan a esas especialidades”.

Los datos confirman este discurso. La tasa de egresados por grados pone de manifiesto que hay carreras con una mucha mayor presencia de hombres que de mujeres. Y si se cruzan estos datos con los de graduados cotizando los siguientes cuatro años (el grado de ocupación) en las diferentes ramas del conocimiento, se observa la tendencia.

Ellos copan las carreras agrupadas bajo el término STEM. Por ejemplo, el 72% del estudiantado en Ingeniería y Arquitectura son hombres. Mientras, ellas son mayoría abrumadora en las relacionadas con las ciencias de la salud, los cuidados o las humanidades (un 65% en Humanidades, un 73% en Ciencias de la Salud).

Y los datos explican que las ingenierías presentan entre un 77,7% de egresados cotizando cuatro años después de graduarse, mientras que las Humanidades están en el 56,9%. Las Ciencias de la Salud la excepción, con 76 estudiantes trabajando el cuarto año de cada 100.

Para completar el cuadro, el estudio informa de que mientras la cotización media de un ingeniero o arquitecto roza los 29.000 euros al cuarto año desde que se graduó, en Humanidades esa cifra no llega a 23.500.