La natalidad muestra un leve repunte nueve meses después de la desescalada, pero sigue desplomada por la pandemia

Marta Borraz

8 de mayo de 2021 21:42 h

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La última estocada a la maltrecha natalidad de España. Lo auguraban los demográfos tras el estallido de la pandemia, y ha acabado cumpliéndose según los primeros datos: la COVID-19 ha agudizado el descenso del número de nacimientos hasta desplomarlos. De acuerdo con la última estimación del Instituto Nacional de Estadística, publicada este jueves, la caída de la natalidad en lo que llevamos de año supera a la de cualquier otro anterior y se sitúa en el 8,7% en todo el territorio nacional. Sin embargo, el análisis mes a mes revela que tras un primer impacto, hay una pequeña bolsa de personas que han retomado los planes de tener hijos que dejaron aparcados al principio de la crisis, durante el confinamiento. Y por eso en marzo los nacimientos han subido con respecto al mismo mes de 2020, algo que ocurre por primera vez en los últimos cuatro años.

La cifra ha crecido un 2,5% hasta alcanzar los 29.260 nacimientos. Nueve meses antes la ciudadanía estaba inmersa en plena desescalada, pues este último dato se corresponde con las concepciones de junio, un mes en el que terminó el primer estado de alarma decretado para frenar la expansión del virus. Atrás quedaban las semanas más duras de la crisis. ¿Y qué ha pasado antes de marzo de 2021 con los nacimientos? De acuerdo con el INE, en diciembre y enero cayeron en picado y superaron bajadas del 20% en comparación con los mismos meses de 2019 y 2020: en el último mes del año solo nacieron 23.226 niños, el valor mínimo desde que comenzó la serie, en 1941. Eran las criaturas concebidas durante marzo y abril, cuando el virus se extendió, colapsó la sanidad y confinó a España en sus casas.

“La caída tan fuerte tiene que ver con el pico más álgido, la ola inicial, un momento de enorme estrés social y una situación que nunca habíamos vivido. Eso provocó que muchas personas decidieran no tener hijos en ese momento. En febrero vimos que no cayeron tanto, que serían las concepciones de mayo de 2020, y ya en marzo se esperaba, como ha ocurrido, no una caída sino una recuperación o un mantenimiento de los nacimientos respecto a otros años”, explica Diego Ramiro, director del Instituto de Economía, Geografía y Demografía del CSIC. Eso implica que hay parejas que decidieron paralizar el proyecto que “en junio empezaron a pensar en ello”, una etapa de la pandemia en la que “se anuncia que va a terminar el estado de alarma, se pide a la gente que se vaya de vacaciones, se dice que se reactiva la economía y hay esa sensación generalizada de que todo ha pasado”, cree el experto. A lo que hay que añadir que los tratamientos de reproducción asistida, paralizados antes, se reactivaron.

Sin embargo, la recuperación de marzo es muy tímida, es una bolsa muy pequeña de nacimientos comparados con lo perdido, advierte Pau Miret, demógrafo y profesor de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Y en ningún caso supone una especie de “baby boom” con el que se especuló durante la primavera. El sociólogo pone las cifras encima de la mesa: “El acumulado a marzo de 2021 representa una caída de casi 10.000 nacimientos respecto al año pasado y ninguna comunidad escapa a ello”, con lo que la del tercer mes del año “es una recuperación puntual dentro de la tendencia a la baja”. ¿Y qué ocurrirá a partir de ahora? El verano, razonan los expertos, pudo traer consigo un aumento de las concepciones, algo que si es así se verá en las próximas estadísticas, pero con el final de la época estival llegaron la segunda y tercera ola del virus, lo que “puede llevarnos a la situación de no tener ese crecimiento de la fecundidad”, augura Ramiro.

La COVID agudiza la caída de los nacimientos

Más allá del análisis mensual detallado, todo esto se produce en un contexto general que apunta a una dirección: la precariedad laboral, la inestabilidad económica y la incertidumbre ante el futuro, que ya estaban, pero que ha agravado la COVID-19 son un mazazo para la ya debilitada natalidad en España. Si a estas alturas de 2020 ya habían nacido 85.252 bebés, que a su vez ya era un 1,9% menos que en el mismo periodo de 2019, este año han nacido 77.795, un 8,75% menos. Por comunidades, las caídas son muy pronunciadas en Castilla y León, Asturias, Canarias, Euskadi y Catalunya, donde superan el 11%, mientras que Andalucía, Aragón o Baleares rondan el 3 y 4%. Otros territorios como Madrid, Castilla-La Mancha, Galicia o Valencia se mueven en bajadas de entre el 9 y el 10%.

Los pronósticos de los especialistas señalan a que el año terminará con una caída de la natalidad mayor que en años anteriores, y que es una quimera pensar en que los meses venideros compensarán los nacimientos que no se han producido hasta ahora. “Quizá veamos un alza de parte de los 'no-nacimientos' pospuestos a causa de la emergencia sanitaria, muy especialmente ocho meses después de la vacunación en la que estamos ahora, pero no de los que no se han concebido por la crisis económica”, ilustra Miret. Algo que ya ocurrió con la recesión que empezó en 2008. La tendencia a la baja de la natalidad ha sido clara en los últimos años: 2016 fue el último en el que los nacimientos superaron los 400.000 y, desde entonces, la caída es sostenida. Solo en el primer semestre de 2020 nacieron un 4,21% criaturas menos que en el mismo periodo de un año antes. Y la edad media a la que se tiene el primer hijo también asciende sin pausa.

En este sentido, Marta Seiz, demógrafa de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) cree que más allá del “shock inicial” de los dos primeros meses hay factores que alargarán la disminución de los nacimientos. Y que, en todo caso, no se producirá un desvío de la caída que experimenta España: por un lado, “cabe suponer que haya mujeres que no quieran tener hijos por la incertidumbre sanitaria”, pero “quienes estudiamos la fecundidad sabemos que está muy fuertemente asociada a las perspectivas económicas y laborales de los individuos, y eso es algo que ya veníamos observando y a lo que la COVID no está ayudando, más bien al contrario”.

Un deseo que se choca con la precariedad

La economía, y con ella el mercado laboral y los salarios, lleva más de un año condicionada por la pandemia, y todavía continua. A las cifras del desempleo, cierre de negocios y bajadas de salarios hay que sumarle las más de 600.000 personas que están en ERTE, y que aunque gracias a ello no engrosan las cifras del paro, cobran el 70% de su base reguladora. Esto en un contexto en el que los aspectos materiales son precisamente “los principales responsables de que mujeres y hombres no alcancen el número de hijos deseados”, según concluye un reciente estudio de varios investigadores del Centro de Estudios Demográficos aún en preprint y que analiza tres décadas de fecundidad en España.

Vamos a retrasar un calendario que ya era el más retrasado del planeta. Habrá parejas que se iban a ir a vivir juntas y no lo han hecho o incluso personas que han dejado de conocer a otras con las que a lo mejor en tres años tendrían hijos

Albert Esteve, director de del organismo y uno de sus autores explica que en edades en torno a los 25 años “ha habido un cambio cultural y la gente no quiere tener hijos”, pero la última encuesta de fertilidad del INE, de 2018, “nos dice que a partir de los 30 empiezan a planteárselo. Y cuando lo deciden, es un momento en el que en nuestro país aún quedan muchas cosas por resolver en ese sentido: independencia económica, acceso a la vivienda y seguridad en el empleo”. Coincide Seiz, que apunta a “la ausencia de políticas públicas para que esto no ocurra” y en específico dirigidas a la conciliación de la vida familiar y laboral “tanto entre hombres y mujeres como entre el ámbito privado, los hogares, y el público”, es decir, el Estado y las empresas.

Y en este escenario, la COVID es una pésima aliada: “Vamos a retrasar el calendario sobre un calendario que era el más retrasado del planeta”, en palabras de Esteve. Porque el demógrafo apunta a que una vez dejado atrás el primer impacto del confinamiento en la natalidad, “habrá otras réplicas”. Habrá, entre otras cosas, “muchas personas que no estaban a punto de tener hijos, pero sí parejas que se iban a ir a vivir juntas y no lo han hecho o incluso personas que han dejado de conocer a otras con las que a lo mejor en tres años tendrían hijos”, es decir, cree el experto, “la pandemia ha frenado no solo los nacimientos inmediatos, sino también todas las pretransiciones hasta llegar a la concepción, así que lo previsible es que su efecto en la fecundidad se reparta en el tiempo”.

Cuánto, es algo que es imposible saber actualmente. Hay incluso demógrafos estudiando también en qué medida puede afectar a la natalidad la incertidumbre y los cambios sociales que pueden traer consigo la pandemia, que ya dura más de un año. Pero en lo que sí coinciden los especialistas es en que 2021 cerrará con tasas negativas: “Es una mala noticia porque es el resultado de una frustración. Si tuviéramos la fecundidad que queremos como sociedad y la gente decide no tener hijos es una cosa, pero las encuestas no nos dicen eso. La cuestión es que el deseo se choca contra un muro”, concluye Esteve. Uno que debido a la crisis sanitaria y económica actual es todavía más difícil de atravesar.