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ENTREVISTA Vulcanólogo del CSIC

Por qué no está claro que el volcán de La Palma se esté apagando: “Las señales son un poco difusas”

Todavía no se puede afirmar que el volcán de La Palma se esté apagando. Es cierto que los niveles de dióxido de azufre (SO2) descendieron durante algunas jornadas y que existe “cierta tranquilidad sísmica en profundidad”, explica el investigador del CSIC Vicente Soler. Pero, por el momento, “nadie se atreve a decir que esto esté llegando a su fin”. Tras 40 días de erupción, reconoce que existe un deseo de que la parte más dura, la que ha afectado a los palmeros, cese. “Es cierto que ya llevamos 40 días y que hay un deseo de una realidad. De ver que esto toca a su fin. Pero por ejemplo, ayer hubo un descenso del tremor sísmico, que hoy ya se está recuperando. Ahora está subiendo”.

Que los niveles de dióxido de azufre varíen, incluso que lleguen a niveles muy bajos, no es una señal inequívoca de un apagón inminente. “El volcán da señales un poco difusas, el dióxido de azufre oscila, pero no desciende claramente. En el último informe de INVOLCAN este medidor sigue por encima de las 20.000 toneladas al día [un nivel considerado bajo podría estar en torno a 100]. La sismicidad también oscila, de hecho desde el seísmo que hubo ayer hacia las 7:30 horas, hay cierta tranquilidad sísmica en profundidad, a más de 30 kilómetros”. Soler considera que todo esto, todas las variaciones en los niveles, son todavía signos pasajeros “dentro de una serie temporal que tiene muchos altibajos”.

Cuando el volcán paró siete horas

Recuerda lo que sucedió el día 27 de septiembre cuando el tremor descendió hasta cero, pero se reactivo siete horas después. “No había emisión de lava y el tremor estaba a cero. Eso sería como un encefalograma plano para un volcán”.

Una de las estimaciones, al comparar este volcán con el de la isla de Fogo, en Cabo Verde, explica Soler, es que una vez que la emisión de SO2 remita, la erupción podría continuar una semana “con muy baja intensidad”. El final del volcán submarino de El Hierro se constató con el fin del tremor. “Hay parámetros que se producen unos días antes y otros que representan prácticamente el instante del fin”, distingue el científico.

“El fin de la erupción está asociado al tremor y al cese de la actividad efusiva que se detecta a simple vista. Tiene que cesar el tremor, pero tiene que cesar también la actividad fumaroliana intensa, la actividad estromboliana y la emisión de lava”, añade.

¿Qué pasa justo después de que un volcán se apague?

“Persistirá una cierta deformación. Habrá una sismicidad de reajuste mucho más moderada y dispersa”, avanza Soler. En El Hierro, pone como ejemplo, diez años después seguía habiendo sismicidad dispersa. “Las lavas se enfriarán rápidamente, en cuestión de un mes. Continuará una pequeña emisión difusa de CO2 y la temperatura persistirá en algunos puntos por mucho tiempo”, añade. Algunos puntos de salida de gases del Teneguía “tenían 400 grados de temperatura” una década después. Según indica el científico, hay volcanes que tienen un fin “casi instantáneo” y hay otros en los que quedan restos “próximos a la superficie”. Esos son los dos escenarios que se manejan para los instantes posteriores.

De todos modos, la monitorización del volcán de Cumbre Vieja durará años, tal y como sucede en El Hierro.

Lo que sí que es posible es que esté comenzando una nueva fase. “La sismicidad está disminuyendo y ojalá se mantenga. Sería de alguna forma un signo de que comienza una fase más tranquila o el final”, dice Soler. Pero ayer [miércoles] se produjeron dos terremotos a las 7:30 de la mañana, separados por tres segundos, de 4,8 y 5. “Por tanto, decir 30 horas después que disminuye la sismicidad... hay que esperar un poquito porque la energía sísmica liberada en su conjunto no disminuye si se computa lo de ayer”.

Todavía se espera que se produzcan seísmos de magnitud 5 o incluso algo superiores, pero no cercano 6. “Se espera un evento mayor estadísticamente hablando porque no es un cálculo que tenga un origen relacionado con la física o la química del fenómeno, es una cosa estadística de series temporales”, explica el experto, que confirma que “una magnitud 6 es muchísimo para la zona de Canarias”.

La lluvia ácida queda descartada. Por el contrario, que llueva puede ser positivo, según el científico. “Creo que la lluvia propicia la limpieza parcial de las partículas más finas en la atmósfera”. “Hay una situación y es que el SO2 parece ascender con fuerza hasta los 3.000 metros de altura, entonces gran parte del SO2 es arrastrado en una nube fuera de la isla y no tiene una incidencia directa sobre los que estamos aquí”.

“No se esperaba que el daño en tierra fuese tan grande”

Cuando el volcán entró en erupción se desconocía cuál sería su capacidad eruptiva. No se tenían ese tipo de predicciones, aunque sí las referencias anteriores del Teneguía, considerado “un volcán mucho más moderado” que el de Cumbre Vieja. “No se esperaba que el daño en tierra fuese tan grande, porque la lava solo ha llegado al mar en una ocasión”, insiste Soler. El campo lávico que se ha creado tiene tres kilómetros de ancho debido a su gran viscosidad. “Cuando sale es un material muy fluido, pero cuando se aleja del centro eruptivo y se enfría un poquito gana en viscosidad, el magma se hace pastoso, al frente le cuesta avanzar, las coladas se recrecen, se expanden horizontalmente y no llegan al mar. No se esperaba ese comportamiento que desafortunadamente es el que más problemas está causando”.

En general, los palmeros quieren que el volcán se apague. “El deseo de que se acerque el final nace, en primer lugar, de la afección a la sociedad. Cuanto antes termine mejor”, comenta el investigador. A nivel profesional, lo más importante ha sido lograr el registro en el que trabajan desde hace mes y medio porque “permitirá un análisis como nunca antes hemos tenido como país”. De El Hierro ya se tiene una documentación tremenda, pero la del volcán de La Palma será mucho más completa porque se han podido hacer observaciones en superficie con tecnología punta.