Algunas de las nuevas variantes del SARS-CoV-2 se han mostrado huidizas frente a los anticuerpos en condiciones de laboratorio, para preocupación de muchos investigadores. Por suerte, nuestras defensas van mucho más allá. Una prepublicación pendiente de revisión por pares compartida esta semana concluye que las variantes británica, sudafricana, brasileña y californiana tienen un efecto “despreciable” sobre otro de los brazos del sistema inmunitario: los linfocitos T.
“Varios estudios han mostrado que los anticuerpos, ya sean generados tras una infección o por las vacunas, [son menos eficaces] contra las variantes, pero se desconocía si también serían capaces de evadir la respuesta de los linfocitos T”, explica a elDiario.es la investigadora del Instituto de Inmunología de La Jolla (EEUU) y coautora del trabajo, Alba Grifoni.
La importancia de los linfocitos T no es menor: estas células pueden evitar que una infección por SARS-CoV-2 se convierta en un cuadro grave de COVID-19. Su debilidad en personas mayores se ha asociado con el mayor impacto que tiene el coronavirus en esos grupos de edad. ¿Las variantes también reducen la eficacia de los linfocitos T? “No lo hacen”, zanja Grifoni.
Los investigadores estudiaron la respuesta de los linfocitos T citotóxicos (que destruyen las células infectadas) y los auxiliares (que ayudan a los anteriores) en muestras de pacientes que habían pasado la COVID-19 o que habían recibido las vacunas de ARN mensajero de Pfizer o Moderna. Tanto los datos de laboratorio como los análisis bioinformáticos mostraron que estas células no tenían problemas en reconocer a las variantes británica (B.1.1.7), sudafricana (B.1.351), brasileña (P.1) y californiana (CAL.20C).
“Los resultados muestran que las respuestas de los linfocitos T en sujetos convalencientes o vacunados no se ven sustancialmente afectados por las mutaciones que encontramos en las variantes”, escriben los autores. Grifoni cree que “son buenas noticias que alivian parte de las preocupaciones” que rodean a estas variantes, como “si estas aumentan el riesgo de ponernos muy enfermos”.
“Los linfocitos T son menos exquisitos [que los anticuerpos], basta con que reconozcan al virus para que se lo coman”, recordaba el investigador del CSIC Santiago Elena en un artículo reciente. Más profético, el virólogo del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria Miguel Ángel Jiménez aseguraba que estas células “parecen jugar un papel importante en la respuesta [inmunitaria]. Por ello, se preguntaba si ”damos demasiada importancia a unas mutaciones que pueden ayudar a escapar de unos anticuerpos que, en realidad, no llevan la batuta“.
¿Evitarán los linfocitos T las reinfecciones?
Las reinfecciones por SARS-CoV-2 no son comunes, pero tampoco anecdóticas. Los datos procedentes de países como Brasil y Sudáfrica han hecho que algunos investigadores se pregunten si sus variantes las volverán más frecuentes. ¿Qué papel pueden jugar los linfocitos T en todo esto?
“No esperamos que los linfocitos T de memoria eviten las reinfecciones, ya que eso es responsabilidad de los anticuerpos neutralizantes”, aclara Grifoni. “En muchos casos la respuesta de los anticuerpos está muy por debajo de los niveles que impiden la reinfección”, lo que explica que esta tenga lugar.
La parte positiva, según Grifoni, es que “incluso si un individuo previamente infectado por la cepa ancestral de Wuhan es reinfectado por una variante, los linfocitos T pueden limitar la difusión del virus y reducir la probabilidad de desarrollar un cuadro grave de COVID-19”.
“Ya sabemos que una respuesta temprana y robusta por parte de los linfocitos T se asocia con formas más leves de COVID-19”, dice Grifoni. Cita un estudio publicado en Cell por el investigador de la Universidad de California en San Diego (EE. UU.) Shane Crotty, también coautor de la prepublicación. Dicho trabajo relacionaba a los linfocitos T con la severidad con la que el coronavirus ataca a diferentes rangos de edad.
“Descubrimos que el sistema inmune era capaz de luchar bien contra el virus cuando las tres ramas del sistema inmune [linfocitos T auxiliares, citotóxicos, y anticuerpos] trabajaban juntas de forma coordinada”, explicaba entonces Crotty. “Los linfocitos T estaban asociados a una menor severidad de la COVID-19. Hacen el trabajo duro a la hora de controlar una infección activa de SARS-CoV-2”.
“Estos estudios previos, en combinación con nuestros nuevos datos, sugieren que si hay una buena respuesta por parte de los linfocitos T, la reinfección con las variantes estudiadas nos enfermará menos”, añade Grifoni. Esto coincide con la opinión de muchos inmunólogos, que consideran que las reinfecciones tenderán a ser más leves. De la misma forma, la investigadora recuerda que “las vacunas funcionan contra variantes como la británica”: aunque “en algunos casos su eficacia se reduce”, todavía “son 100% efectivas a la hora de evitar muertes”.
Grifoni no quita peso a la preocupación existente alrededor de las variantes capaces de escapar de los anticuerpos en muestras de suero, pero sí contextualiza esos datos. “Los anticuerpos neutralizantes son importantes para prevenir las reinfecciones y juegan un papel fundamental como parte de la respuesta inmunitaria general, pero no son los únicos jugadores”, comenta, en referencia a los linfocitos T citotóxicos y auxiliares.
Sus siguientes pasos, añade, será investigar si las nuevas variantes generan respuestas inmunitarias menos robustas y duraderas. También analizar otras vacunas como las de Johnson and Johnson y AstraZeneca.
¿Y qué pasa con Manaos?
Los resultados de Grifoni parecen contradecir los datos procedentes de Manaos (Brasil). El aumento en el número de casos en una población que roza —o ha alcanzado— la inmunidad de grupo no sería de extrañar si lo que evitan los linfocitos T no son las reinfecciones, sino la severidad de los síntomas. Sin embargo, las cifras de hospitalizaciones y muertes son iguales o incluso superiores a las de la primera oleada.
“Las noticias de Manaos son preocupantes, pero hacen falta más datos claros antes de llegar a conclusiones definitivas”, comenta Grifoni, que cree que una posible explicación es que “no se alcanzó la inmunidad de grupo”. De hecho, las cifras de seroprevalencia de entre un 67 y un 98% han sido criticadas, entre otros motivos, por provenir de muestras no aleatorias.
Además, la investigadora recuerda que “no podemos especular sobre el papel de los linfocitos T ni sobre cómo habría sido la situación si estos no hubieran sido capaces de reconocer las variantes”. En una ciudad con unos índices de pobreza y hacinamiento elevados, estas células podrían haber evitado una situación todavía peor.