“Dar un paso adelante”. Los obispos españoles, azuzados por los sectores ultraconservadores del catolicismo español, están dispuestos a volver a salir a la calle contra un Gobierno socialista. Si en 2005 ya lo hicieron contra el matrimonio igualitario y Educación para la Ciudadanía, ahora se plantean hacer lo propio por la ampliación de la Ley del Aborto, cuyo anteproyecto de ley pasó este martes el trámite del Consejo de Ministros.
Aunque oficialmente la Conferencia Episcopal (CEE) no organizará manifestación alguna, sí animará a su participación, en la línea de “una movilización de conciencia y de acción en favor de la vida”, tal y como planteaba en sus redes sociales el portavoz de la CEE, Luis Argüello. Un Argüello que, pocos minutos después de la aprobación del anteproyecto de ley emitía un comunicado, en nombre de la Iglesia española, en el que subrayaba que “defender y promover la vida” es “una de las líneas rojas que expresan la salud moral, la esperanza de un pueblo”.
Unas palabras que fueron refrendadas por el cardenal de Valencia, Antonio Cañizares, quien denunció: “Estamos al borde de promover una ley más contraria a la vida todavía”. “No nos resignemos ante leyes inicuas”, pedía Cañizares, quien animó a “defender a la familia, que nace de la vida, donde crece la vida y se protege la vida”.
En la que hasta la fecha es la única declaración oficial de la Conferencia Episcopal, su secretario general sostuvo que “los avances de la ciencia nos hacen poder afirmar con toda fuerza que en el seno de una mujer embarazada existe una nueva vida que es preciso cuidar, acoger, defender”.
“Nos parece una mala noticia que hoy el Gobierno haya aprobado un proyecto de ley donde se sigue afirmando el derecho al aborto, el derecho del fuerte sobre el débil, a la hora de eliminar una vida nueva y distinta que existe en el seno de la madre”, clamó Argüello, quien destacó que “es importante que, como sociedad, como Iglesia también, demos un paso adelante en la propuesta de la nueva vida, en la acogida de la nueva vida, en el apoyo a las madres embarazadas que sufren cualquier tipo de dificultad que pudieran hacer entrar en dudas sobre la viabilidad de su embarazo”.
Porque, concluyó Argüello, “una sociedad que defiende la vida desde el seno de la madre pasando por todas las peripecias vitales, hasta el momento final de la muerte, acogida también como fenómeno que forma parte de la existencia, muestra la salud moral de una sociedad y la esperanza en construir un futuro de bien común”.
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