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Paciencia, todo lo que leas sobre el coronavirus va a cambiar

El 31 de enero se publicó un estudio que sugería que había similitudes entre el SARS-CoV-2 responsable de la pandemia de COVID-19 y el virus del sida, lo que alimentó las teorías conspirativas sobre el origen artificial del microorganismo, hoy desmentidas. Este trabajo era en realidad una prepublicación. Un pre-print, nombre que reciben los artículos que todavía no han pasado los controles necesarios que aseguran una calidad y solidez mínimas. Tras la oleada de críticas, fue retirado el 2 de febrero.

Desde entonces han llegado muchos otros estudios que intentan arrojar luz sobre la pandemia. ¿Es posible la reinfección? ¿Cuánto tiempo sobrevive el virus en una superficie? ¿Se transmite por el aire? ¿La vulnerabilidad del paciente depende de su grupo sanguíneo? ¿Es el microorganismo una 'fusión' natural de virus de murciélago y pangolín?

Detrás de la mayoría de noticias científicas sobre el coronavirus hay un pre-print que hay que recibir con sano escepticismo. “Precaución: las prepublicaciones son artículos preliminares que no han sido certificados por revisión por pares. No deberían guiar prácticas clínicas ni ser reportados en los medios como información establecida”, advierte una de las plataformas donde se suben este tipo de artículos.

Pero las prepublicaciones no son una novedad para el mundo académico. “Desde hace años se fomenta la transparencia, el llamado 'open access', y siempre que mandamos un artículo a una revista aconsejan también subirlo a un repositorio”, explica a eldiario.es el investigador de la Universidad de Aveiro (Portugal) Manuel Souto.

Estas plataformas, como bioRxiv (para biología) y medRxiv (para medicina), no llevan a cabo el largo proceso de revisión que sí realizan revistas científicas como Science y Nature y que determina si un trabajo se publica o no. “El editor evalúa si el artículo tiene relevancia y es novedoso y lo envía a una serie de revisores, entre tres y cinco, especialistas en ese campo”, explica Souto. Estos se encargan de “valorar la rigurosidad” del trabajo y escriben al editor con los fallos encontrados o directamente “desaconsejar la publicación” si hay errores graves.

“Los fallos mayores te dan un tiempo para hacer experimentos adicionales” y obligan a los investigadores a ser “precavidos”, mientras que los fallos menores implican unas “pocas correcciones”, por ejemplo de gramática. Este sistema puede alargar el proceso de publicación “desde pocos meses a más de un año”, para desesperación de muchos investigadores, pero es el que garantiza la calidad del resultado final.

Souto considera que los pre-prints son especialmente útiles cuando “es urgente tener acceso inmediato” a la información, como en la pandemia actual. Sobre todo porque “están abiertos a todo el mundo”, sin restricción tras el muro de pago habitual en muchas revistas científicas. Además, “permiten ver lo que están haciendo otros laboratorios y en qué línea están trabajando” con antelación. De no existir, estos trabajos no llegarían al mundo académico hasta que se publicaran.

La utilidad de las prepublicaciones no evita que haya que tomarlas con cautela, sobre todo si llegan al público general. “Es como un artículo en bruto que tiene que pasar a limpio mediante un proceso de revisión que le da el sello de calidad. Les falta una revisión exhaustiva y hay que cogerlos con pinzas”, dice Souto. Un consejo que hay que aplicar con especial cuidado mientras convivamos con el COVID-19: muchos de estos 'pre-prints' nunca pasarán el proceso de revisión. Otros lo harán con cambios sustanciales.

La importancia del cribado periodístico

Los artículos sin revisar también son viejos conocidos para los periodistas científicos. “El debate de los preprints es reciente, pero no es nuevo”, explica la redactora jefa de SINC, Pampa García Molina. “Son importantes para la ciencia y es un sistema que muchos alaban, pero los profesionales debemos ser muy conscientes de cómo funciona el mundo de las publicaciones en ciencia y ser cautos con esos estudios”.

“Los periodistas de ciencia debemos saber qué es lo que estamos leyendo cuando accedemos a estas colecciones de artículos que todavía no han recibido esa garantía de aceptación por parte de la comunidad académica”, continúa García. “Para ello es necesario tener una experiencia previa para intuir qué es importante y qué no, y sobre todo conocer a fuentes independientes que te ayuden a valorar esas informaciones”.

Por todo ello considera que, “en el caso” de que se decida dar esa información hay que dejar siempre claro al público “que es un estudio que todavía no ha sido aceptado por la comunidad científica”.

¿Qué quiere decir “según un estudio”?

García cree que la pandemia de coronavirus permite “transmitir a la sociedad cómo funciona el mundo de la ciencia por dentro”, algo que “mucha gente no conoce”, y así “contar cómo se hace la ciencia y su proceso de validación”.

“Vemos 'según un estudio' y creemos que es palabra del Señor, cuando la ciencia no se hace así”. Cualquier estudio, recuerda, “puede ser invalidado dentro de unos meses”. Por eso la necesidad de cribar estudios científicos va más allá de poner en cuarentena los pre-prints.

En ocasiones, estos artículos no son el resultado de experimentos que sigan el método científico, sino más bien hipótesis fruto de evidencias anecdóticas y de la experiencia de su autor. Un ejemplo es esta teoría de un investigador de la Universidad de Guelph (Ontario, Canadá) por la que el SARS-CoV-2 se habría reforzado gracias a otros coronavirus, pero que de momento carece de evidencias sólidas que la avalen.

En otros casos el trabajo sí pasa un proceso de revisión pero tiene fallos de diseño, es aceptado en una revista de poca 'calidad' o es resultado de las prisas por publicar. Este estudio publicado en la revista National Science Review aseguraba que existían dos cepas del coronavirus, una más “agresiva” que la otra. Aunque no ha sido retractado, ha recibido críticas demoledoras que lo consideran “desinformación peligrosa”.

“Las editoriales también juegan al clickbait y últimamente prefieren publicar lo antes posible, pero no se puede acelerar un proceso que lleva su tiempo si se quiere publicar con cierta rigurosidad”, explica Souto. “Las prisas a la hora de aceptar un artículo con escasa revisión es una de las causas de la poca reproducibilidad” de muchos estudios científicos, cuyos resultados luego no son replicables por otros investigadores.

Todo esto hace que, para García, la actual crisis revindique el papel del periodista científico. “Es esencial tener buenas redacciones de ciencia con buenas condiciones y los tiempos necesarios para analizar la información”, dice, “o los contenidos que recibiremos en un tema tan importante como este no serán tan profesionales como nos gustaría”. Tal y como asegura el editor Stewart Brand, la ciencia es “la única noticia”, y la pandemia que vivimos lo demuestra.

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