Todos los datos con los que se ha medido la pandemia del coronavirus dan cuenta del enorme impacto que ha tenido en España, uno de los países más golpeados del mundo, pero hay uno que lo ilustra de forma especialmente gráfica. Varios investigadores en demografía y epidemiología han calculado cómo se traduce la mortalidad en la esperanza de vida. Sus estimaciones arrojan que la COVID-19 la ha rebajado 0,8 años en España, es decir, algo más de nueve meses, tanto para hombres como para mujeres. Los resultados han sido agrupados en un estudio que aún no ha sido revisado por pares y publicado por una revista científica, pero al que se puede acceder en el repositorio MedRxiv.
Es habitual escuchar que la esperanza de vida se incrementa año tras año, pero es probable que en este 2020 no solo se frene, sino que descienda considerablemente. De momento, y según estos investigadores, durante lo peor de la epidemia (se ha calculado desde el 14 de junio de 2019 a la misma fecha de 2020), la esperanza de vida al nacer en España era de 79,60 años para los hombres y 85,21 para las mujeres; frente a los 80,45 y 85,99 de 2019 (del 1 de enero al 31 de diciembre). Estas últimas cifras, las de 2019, también las han obtenido los autores del estudio, no son los datos provisionales publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE). Habría que retrotraerse hasta 2012 para encontrar datos de esperanza de vida similares. Solo en marzo, el impacto del coronavirus dejó casi 50.000 muertos, el mes con más decesos desde el inicio de la democracia.
“Es un retroceso enorme. El coronavirus se ha visualizado de muchas maneras y esta lo que nos muestra es cuántos años de vida hemos perdido de media. Lo que hacemos es poner la crisis de mortalidad en años, lo que creíamos que era una forma fácil de transmitir la gravedad”, resume Usaba Bilal, profesor de Epidemiología y Bioestadística de la Drexel University (Philadelphia) y uno de los responsables del estudio.
Para llegar a este resultado, han utilizado la estimación de población del INE a 1 de julio de 2019 y las muertes registradas por el Sistema de Monitorización de la Mortalidad (MoMo), del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), que se alimenta de los registros civiles y que estima un exceso de 44.000 defunciones durante la pandemia. Hay que tener en cuenta que solo se incluyen los registros informatizados, que alcanzan al 93% de la población.
Las diferencias entre comunidades
El estudio, liderado por Sergi Trias-Llimos, demógrafo y epidemiólogo del Centro de Estudios Demográficos y de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y firmado también por Tim Riffe, del Instituto Max Planck de Investigación Demográfica de Alemania, analiza cómo se ha modificado la esperanza de vida en las diferentes comunidades autónomas y encuentra acusadas diferencias. Las más afectadas por la pandemia registran descensos mucho más grandes que aquellas en las que el virus ha tenido un menor recorrido, lo que demuestra que “el impacto de la pandemia en España ha sido grave y altamente heterogéneo”. “Primero hicimos un estudio solo de Madrid –que ya ha sido publicado en la revista Journal of Public Health–, pero nos impactó el resultado y quisimos ampliarlo al resto. La esperanza de vida es algo que se usa habitualmente y que entiende la gente, y que además progresivamente suele ir subiendo”, señala Trias-Llimos.
Las diferencias son palpables. Mientras que en algunos territorios no varía este indicador, en otros, como la Comunidad de Madrid llegan a alcanzar caídas de 2,7 años (unos 2 años y algo más de 8 meses) en el caso de los hombres y 2 años en el caso de las mujeres. Es la región que más bajada registra, seguida de Castilla-La Mancha: 2,1 para los hombres y 1,8 para las mujeres, y Catalunya, en la que se observa un descenso en la esperanza de vida de 1,4 para ellos y 1,2 para ellas. Navarra y Castilla y León también están en la parte alta de la tabla, con una reducción de 1,1 años y 0,9 en el primer caso; y también 1,1 para ambos sexos en el segundo.
Estas son varias de las comunidades más castigadas por el brote de COVID-19 en España, tanto en número de contagios confirmados como de víctimas mortales y de las más golpeadas por el foco en las residencias, de las que Sanidad admite que no tiene datos fiables sobre muertes para publicar. Además, según ha revelado el estudio de seroprevalencia ENE-COVID desarrollado por el Instituto de Salud Carlos III (ISCIII), que ya ha culminado, son los territorios con mayor presencia de anticuerpos en sus poblaciones. Muchas de las provincias de Catalunya, Castilla y León y Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid alcanzan tasas de contagios que superan el 5%, la media española, y se acercan progresivamente al 10% e incluso lo sobrepasan.
Sin embargo, en otros territorios la pandemia ha tenido un impacto mucho menor, algo que también demuestran las cifras halladas en el estudio. En algunos como La Rioja, Aragón, Extremadura o País Vasco, la esperanza de vida se ha acortado en una horquilla de entre cinco y diez meses, tanto en el caso de los hombres como de las mujeres. Y en los lugares en los que menos impacto ha tenido el virus, como en Canarias, Baleares o Cantabria, la esperanza de vida apenas se vio afectada. Para los hombres, por ejemplo, el cálculo da en estos lugares sumas de un mes, pero hay que tener en cuenta el redondeo y el intervalo de confianza (95%). En el caso de las mujeres, ocurre lo mismo: disminuye un mes en Canarias, suma uno en Cantabria y llega a aumentar tres en Murcia.
Además de las estimaciones anuales, la investigación intenta arrojar luz sobre los peores momentos de la crisis de mortalidad y proyecta cómo mermó la esperanza de vida en semanas concretas en las que se alcanzaron picos de contagios y muertes. Un indicador “mucho más volátil”, pero que refleja de manera cruda el efecto de la pandemia. Así, en las semanas entre el 23 de marzo y el 5 de abril, cuando el MoMo registró la cifra más alta de decesos, hubo un descenso en el total de España que varió entre los 6,1 años y 7,6, pero de nuevo, con grandes diferencias entre comunidades. Según se puede leer en la investigación, Madrid sufrió la caída más importante, que osciló entre los 11,2 y 14,8 años. Otras como Galicia, Asturias o Canarias “no experimentaron grandes interrupciones en la esperanza de vida semanal”.
Un 2020 de descensos “notables”
A partir de finales de mayo, la esperanza de vida observada, explican los autores, ha estado cercana a los niveles de 2019 porque tras el confinamiento decretado el 15 de marzo, la curva comenzó a bajar progresivamente. Ahora, el mayor reto son los brotes declarados en lugares concretos como Lleida o A Mariña (Galicia), que han obligado a las autoridades sanitarias a tomar nuevas restricciones. En el total de España, los contagios han experimentado un ascenso en la última semana, en la que han muerto nueve personas con COVID-19. El Ministerio de Sanidad contabiliza a día de hoy 28.396 fallecidos desde el inicio de la pandemia, pero en estos balances solo se incluyen las cifras de muertes confirmadas, es decir, de personas a las que se les había hecho una prueba y había resultado positiva.
Este número de decesos no representa la totalidad de la crisis de mortalidad por el coronavirus, como demuestran los informes del MoMo, que determinan una diferencia de 15.000 muertes con la estadística oficial, pero tampoco se puede asociar la totalidad de ese exceso directamente con fallecimientos de personas con COVID-19 (en este caso, con síntomas compatibles, pero sin confirmar), tal y como han explicado en múltiples ocasiones los expertos. En parte, será así, pero es probable que haya también muertes causadas de forma indirecta por la pandemia en forma de retrasos en atenciones o de demoras en consultas que posteriormente pudieron complicarse.
Al mismo tiempo, explican los investigadores, hay que tener en cuenta que la pandemia ha podido adelantar la muerte de personas frágiles, en su mayoría mayores o con enfermedades de base, que quizás hubieran fallecido en los siguientes meses, lo que podría conducir a reducciones de mortalidad en la segunda parte de 2020. Pero no solo es esa gente la que ha fallecido, por lo que no se compensará, coinciden. En este escenario, y teniendo en cuenta que el coronavirus aún no ha pasado, tal y como demuestran los 118 brotes contabilizados por Sanidad desde mayo, cuando empezó la desescalada, los autores del estudio pronostican que por que los datos de esperanza de vida de 2020, ya no de estimaciones, sino reales, acusarán “descensos notables”, manifiesta Bilal. “Habrá que hacer un monitoreo cuidadoso que en definitiva nos dará respuestas sobre el impacto general de la COVID-19”, concluye.
Metodología del estudio:
Para obtener los cálculos, los autores del estudio han utilizado los datos diarios de muertes por edad y sexo del Sistema de Monitorización de la Mortalidad Diaria (MoMo), que da grupos de menores de 65 años, de 65 a 75 y mayores de 75 años. En total, 385.931 muertes en 2019 y 425.233 del 14 de junio de 2019 a la misma fecha de 2020.
Posteriormente, han agrupado los recuentos diarios de muertes en semanas y los han redistribuido por grupos de edad de cinco años usando los patrones de mortalidad del INE de 2018. Después han estimado las tasas de mortalidad por edad para cada grupo, necesaria para calcular la esperanza de vida, utilizando la población a 1 de julio de 2019 como denominador. La esperanza de vida “fue estimada usando técnicas convencionales de tablas de vida”, aclaran en la metodología.
El Instituto Nacional de Estadística ha publicado recientemente datos provisionales de la esperanza de vida para 2019. Estos no son los utilizados en el estudio para ese periodo, sino que los autores han hecho su propio cálculo. Hay que tener en cuenta que el MoMo no dispone de todas las muertes porque abarca los registros informatizados (93% de la población).