El papa Francisco da la bienvenida con una sonrisa, de pie, apoyado en el bastón. Sin rastro de la bronquitis que lleva arrastrando durante semanas y que le sigue impidiendo pronunciar discursos largos, habla con una voz recia y acogedora. Es 13 de marzo, aniversario de su elección hace ahora 11 años. En esta poco más de una década de pontificado se ha cuestionado en muchas ocasiones su liderazgo y su continuidad en el Vaticano, a veces con la excusa de su salud, otras por las resistencias que generan algunas de sus políticas reformistas. De hecho, uno de los mayores focos de oposición es precisamente la Iglesia española, donde se gestó una campaña en contra de su decisión de bendecir a las parejas homosexuales o divorciadas, y en donde recientemente un grupo de sacerdotes le desearon la muerte frente a las cámaras sin recibir ningún apercibimiento por ello. Bergoglio es consciente de todo ello y lo aborda sin rodeos en la auletta de Pablo VI, desde donde partirá en el papamóvil, cuarenta minutos después, para la audiencia general de los miércoles.
Se trata de una sala pequeña, presidida por la Virgen de Aparecida, con cinco sillas a un lado de la mesa y Francisco al otro. Sin intermediarios ni secretarios. Es el mismo lugar en el que el pontífice recibió, entre otros, a Volodímir Zelenski o Raúl Castro. Un rincón más privado que el Palacio Apostólico, donde se puede hablar en confianza, sin otras audiencias aguardando a la puerta. Los invitados son el presidente de Mensajeros de la Paz, padre Ángel, la religiosa Lucía Caram y parte del equipo de Religión Digital, medio de comunicación especializado hermanado con elDiario.es.
Durante más de media hora, Bergoglio reflexiona sobre el presente y el futuro de la Iglesia española después del giro conservador en la Conferencia Episcopal, pero también de los curas que desean su muerte, la reforma de los seminarios o la crisis de vocaciones.
En España hay mucha gente que trabaja bien, y hay pequeños grupos de resistencia
Apenas una semana después del vuelco electoral en la Conferencia Episcopal que consagró al conservador Luis Argüello como presidente, y con una cúpula ejecutiva en la que, salvo José Cobo (elegido vicepresidente en segunda votación), no hay presencia de obispos claramente afines a las reformas apuntadas por Bergoglio, el Papa habla sin ambages. "El arzobispo de Madrid tiene que enfrentar una resistencia muy grande, pero es joven y corajudo", lanza. Y remata la frase con un “apóyenlo”, que suena a petición y que también pone medida al revés sufrido por la corriente moderada frente a los obispos conservadores.
“En España hay mucha gente que trabaja bien, y hay pequeños grupos de resistencia”, confiesa Francisco. Pero se niega a plantear la cuestión de la divergencia de ideas desde el enfrentamiento. “Hay gente buena, pero que no está de acuerdo”, resume. Diferente es su actitud cuando se le mencionan los ataques públicos de los que es objeto. “Otra cosa son todos estos hongos que han surgido ahora, estos sedevacantistas, que buscan cualquier cosita para interpretar a su manera. No es gente mala, es gente triste. Con una tristeza de corazón, les tengo lástima”, afirma.
Un seminario de tres o cuatro personas no funciona; si no tiene 15 o 20 chicos no va
Con sedevacantistas se refiere a los católicos tradicionalistas que consideran que Bergoglio, actual ocupante de la Sede Apostólica de Roma, no es un papa válido, por lo que sostienen que el Vaticano se encontraría en estado de 'sede vacante'.
La crisis de los seminarios
El futuro de la formación en los seminarios es otra de las cuestiones que preocupa a Francisco, y para la que ve imprescindible una reforma “clara” que, confía, llevará adelante el obispo auxiliar de Madrid, Jesús Vidal. “Un seminario de tres o cuatro personas no funciona; si no tiene 15 o 20 chicos no va”, señala. Y destaca que la reforma tiene que implementarse, como mucho, de aquí a dos años.
El Concilio Vaticano II fue un gol de media cancha a la Iglesia, que nos ha hecho mucho bien, y que era necesario, aunque todavía no se ha puesto en vigor todo
Luego desgrana que el cambio necesario va mucho más allá del cierre de decenas de centros formativos, y que tiene más que ver con la falta de una formación integral. Una que evite la superabundancia de sacerdotes ultraconservadores como los que hace unas semanas deseaban la muerte al propio Francisco.
Su fallecimiento es algo que el propio Bergoglio no ve cercano, tal y como confiesa en una autobiografía que verá la luz la semana que viene. En ella descarta una eventual dimisión, que califica de “hipótesis lejana” que solo se produciría por “un impedimento físico grave”. Sabe que el de su salud es un tema del que se habla –y mucho– dentro y fuera de los muros vaticanos. De hecho, comenta que cuando ha estado hospitalizado algunos en la Santa Sede estaban “pensando casi en un nuevo cónclave”. “Estaban más interesados en la política, en hacer campaña electoral”, dispara al revelar cómo el sector conservador había puesto en marcha la maquinaria de elección de su sucesor, incluso planteando posibles candidatos.
El Papa, en cualquier caso, se muestra entusiasmado con lo que entiende como camino por recorrer y que tiene su punto de partida en el Concilio Vaticano II, ese revolucionario encuentro convocado en 1962 por Juan XXIII que marcó la relación de la Iglesia católica con el mundo moderno. “El Vaticano II fue un gol de media cancha a la Iglesia, que nos ha hecho mucho bien, y que era necesario, aunque todavía no se ha puesto en vigor todo”, señala Bergoglio utilizando las metáforas futbolísticas que caracterizan al argentino. Y remata con una recomendación a los periodistas: “Sigan haciéndolo conocer, sigan dando conocer este bien que es esta Iglesia viva”.
Al abordar el tema de los conflictos armados se le nubla el semblante. Pocos minutos después, durante la audiencia semanal, hará referencia al encuentro con los españoles y volverá a clamar por la paz en Ucrania y también en Gaza. Durante la conversación en la auletta Sor Lucía le pide que viaje a Kiev y a Moscú para intentar parar la guerra, y Francisco se muestra dispuesto a hacerlo. También a Canarias, la última frontera de las migraciones en Europa, después de haber viajado a Lampedusa o Lesbos por este mismo asunto.
En pleno revuelo por sus declaraciones acerca de la necesidad de que Ucrania apueste por la vía de la negociación –y que generaron duras críticas por parte de las autoridades de Kiev– Caram le hace entrega de un rosario, y una biblia que pertenecieron a Olexandre, un soldado de 23 años de Bajmut que murió en Avdika. El Papa, emocionado, besa el crucifijo y lee en voz alta el salmo 129, el único subrayado en la biblia del militar: “Desde lo hondo a ti grito, Señor. Escucha mi voz”, dice con ese tono grave con el que entonó la bienvenida al encuentro.
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