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El Papa permitirá la comunión de los divorciados vueltos a casar y abre la puerta a los curas casados

Frente a la rancia doctrina, la realidad. “Acompañar, discernir e integrar”. Estas son las tres palabras que definen Amoris Laetitia, la esperada exhortación del Papa Francisco tras el Sínodo de la Familia. Un texto largo, denso, que evita las condenas y que abre la puerta a la comunión en la Iglesia de los divorciados vueltos a casar, admite las “bondades” de los matrimonios y uniones civiles frente al matrimonio “tradicional” y, sin dar recetas definitivas, advierte a los rigoristas que no siempre hay una palabra cerrada para todo. “No todas las discusiones doctrinales, morales o pastorales deben ser resueltas con intervenciones magisteriales”.

“El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre”, clama el Papa, quien pide “evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones” porque “se trata de integrar a todos”. Para Francisco, los divorciados vueltos a casar “pueden encontrarse en situaciones muy diferentes, que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas”.

“No existen recetas sencillas”, reconoce el Papa, quien se niega a “una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos”, sino “un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares” que, atendiendo a la “ley de gradualidad”, se aplique “la lógica de la misericordia pastoral”. Así, recuerda que “no están excomulgados”, y que “pueden ser reintegrados en la comunidad cristiana en las diversas formas posibles”, evitando el escándalo pero caminando hacia “discernir cuáles de las diversas formas de exclusión actualmente practicadas en el ámbito litúrgico, pastoral, educativo e institucional pueden ser superadas”.

Y es que “la misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia”, argumenta el Papa, quien critica a los que “nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores”. Porque “la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para cada uno con su vida a cuestas”.

En cuanto a los divorcios, pese a defender el matrimonio para toda la vida, el Papa reconoce, por primera vez, que “en algunos casos, la separación es inevitable. A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria”. El texto también alude a las dificultades de los sacerdotes célibes para entender los problemas de las familias, animando a mirar la “experiencia de la larga tradición oriental de los sacerdotes casados”, en lo que supone una clara puerta abierta al fin del celibato obligatorio en la Iglesia de Occidente.

Citas de Martin Luther King

Se trata de un texto preciso pero con muchas puertas abiertas, que a lo largo de sus 300 páginas, divididas en nueve capítulos y 325 párrafos se encuentra trufado de citas sinodales y de anteriores Papas, pero también de escritores e intelectuales como Eric Fromm, Martin Luther King, Jorge Luis Borges, Octavio Paz o Mario Benedetti, de quien copia su fantástico “Si te quiero es porque sos/mi amor, mi cómplice y todo/y en la calle, codo a codo/somos mucho más que dos” para hablar del amor conyugal. Ignacio de Loyola, San Pablo o Santo Tomás son otros de los ejes literarios del texto, que también cuenta con una referencia fílmica: El festín de Babette.

La primera parte del texto contiene una fuerte autocrítica a la Iglesia del “no” que lamentablemente se había implantado en las últimas décadas. Así, el Papa pide que “reconocer que a veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos, por lo cual nos corresponde una saludable reacción de autocrítica”

“Muchas veces hemos actuado a la defensiva, y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con poca capacidad proactiva para mostrar caminos de felicidad. Muchos no sienten que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia haya sido un claro reflejo de la predicación y de las actitudes de Jesús que, al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera”, constata el Papa.

El documento, con todo, contiene una defensa sin matices de la vida humana frente al aborto -“ de ningún modo se puede plantear como un derecho sobre el propio cuerpo la posibilidad de tomar decisiones con respecto a una vida”-, la eutanasia o la pena de muerte, aunque admite la necesidad de una paternidad responsable.

El género

Aunque no se detiene en ello, el texto muestra su preocupación por una ideología de género excesiva, pero reconoce que “en la configuración del propio modo de ser, femenino o masculino, no confluyen sólo factores biológicos o genéticos, sino múltiples elementos”, y admite que “lo masculino y lo femenino no son algo rígido”, sostiene Bergoglio.

El Papa también se refiere al abuso de menores, especialmente en la Iglesia. “El abuso sexual de los niños se torna todavía más escandaloso cuando ocurre en los lugares donde deben ser protegidos, particularmente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones cristianas”..

En cuanto a las uniones no matrimoniales, el Papa reconoce que “ya no se advierte con claridad que solo la unión exclusiva e indisoluble entre un varón y una mujer cumple una función social plena”, y aunque reconoce que “no pueden equipararse sin más al matrimonio”, sí apunta que “debemos reconocer la gran variedad de situaciones familiares que pueden brindar cierta estabilidad”, también “las uniones de hecho o entre personas del mismo sexo”.

Pese a todo, y aunque denuncia “todo signo de discriminación injusta” contra las personas homosexuales, no mueve una coma de la doctrina tradicional, al reiterar que “no existe fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas”, entre las uniones homosexuales y el matrimonio.