Hace tan solo ocho años, algo así como un día en el ralentizado tempo de la Iglesia, la comunidad católica se divertía en hacer quinielas sobre el sucesor del llorado Juan Pablo II. Ratzinger se va sin lágrimas de una Iglesia muy similar a la que se encontró a su llegada al asiento de Pedro en 2005. El único acontecimiento relevante a nivel global en este breve pontificado ha sido la crisis financiera, demasiado reciente como para haber creado un hecho diferencial relevante entre la comunidad creyente diseminada por el mundo.
Así las cosas, los candidatos “papables” que se barajan en los mentideros romanos no difieren mucho de los que se examinaron en 2005. El pontificado de Juan Pablo II, que se alargó durante 27 años, sí marcó un antes y un después en el perfil del colectivo creyente. Wojtyla llegó a la cúspide de la jerarquía católica en 1978, rompiendo con una larga tradición de papas romanos, en una Iglesia que pivotaba, fundamentalmente, sobre la vieja Europa, y en menor medida, sobre Estados Unidos. Latinoamérica se consideraba entonces una tierra prometida, pero demasiado convulsa por la inestabilidad política como para tener un papel clave en el cónclave cardenalicio. Más aún cuando la Teología de la Liberación agitaba el continente, un movimiento no asumido por el pensamiento hegemónico vaticano.
Sin embargo, Latinoamérica es, desde hace años, el último reducto vocacional y creyente de la fe católica. Países tratados hasta ahora con visión colonialista han pasado a tener un rol clave en el soporte de la Iglesia. De este caladero es de donde provienen los cardenales “papables” con un perfil más “social” y alejados, en cierta manera, de la actual ortodoxia vaticana. Brasil, superpotencia regional, lo es también como promotor de papables. Tiene hasta cinco cardenales y la fuerte ascensión del evangelismo en el país exige una señal de atención por parte de Roma hacia sus feligreses católicos.
En cualquier caso, el más celebrado entre los católicos de base posibilistas (esto es, que saben lo que pueden o no pedirle a su Iglesia), sería el nombramiento como papa del cardenal hondureño Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga. Su fuerte faceta social le ha llevado a presidir Cáritas a nivel internacional, por nombramiento de Benedicto XVI. Maradiaga, ordenado sacerdote dentro de los salesianos, se hizo famoso por luchar contra los cárteles de droga en su país. Sus 71 años le dejan en la edad más adecuada entre los papables.
De la misma edad es Norberto Rivera Cabrera, cardenal mexicano y arzobispo de la diócesis de México DF. Rivera ha sido muy crítico con la corrupción del régimen mexicano, lo que le causó enfrentamientos con el Gobierno del PAN. También ha sido un fuerte defensor de los criterios de justicia social. En su contra está que se le ha relacionado de forma poco concluyente con la protección de curas pederastas, y también ha estado próximo a los Legionarios de Cristo, la orden que fundó Marcial Maciel.
Algo más joven (66 años) y de un país clave para la Iglesia católica es el cardenal brasileño João Braz de Avis, que ahora es, por así decirlo, el jefe de las monjas y monjes en su actual cargo. Se le considera pro-teología de la liberación, porque en sus inicios como sacerdote estuvo próximo a esta corriente, cuya actividad defiende en Brasil. Tiene 130 balines de plomo aún en su cuerpo como resultado de un tiroteo en el que se vió atrapado. Ha pedido a sus homólogos en Roma que dejen de mirar “desde lo alto” a Latinoamérica.
Un reformista de la vieja Europa
Pese a que la mayoría de candidatos con ideas socialmente más cercanas a la heterodoxia proceden de Latinoamérica, hay un candidato bastante bien posicionado originario de la Vieja Europa, Christoph Schönborn. Muchos consideran al arzobispo vienés el portavoz de la alta curia con una visión más reformista de la Iglesia. Tanto es así, que se ha pronunciado públicamente a favor de revisar el celibato, como uno de los posibles factores que pueden influir en los escándalos de pederastia, y se ha mostrado conciliador con el movimiento gay en su país.
Schönborn desautorizó a uno de los sacerdotes de su archidiócesis al pedir que readmitira a un joven gay en el consejo parroquial, después de que el párroco lo hubiera desautorizado. El cardenal papable comió con el joven, que vive con su pareja, y decidió que continuara en este órgano rector de la parroquia. La edad es aún más ideal, cerca de los 68 años, pero el hecho de que sea de la corriente germana pone difícil su elección.
Los candidatos sociales que ya no podrán ser
El principal candidato de la Iglesia heterodoxa fue durante años el cardenal Carlo Maria Martini, que falleció en agosto del año pasado. Este jesuita, que sí era italiano, defendió el uso del preservativo, el respeto a la homosexualidad o la inclusión de los divorciados dentro de la Iglesia. Un pensamiento radical para ser Papa, aunque en los noventa su nombre sonó con mucha fuerza.
El también jesuita Jorge Mario Bergoglio fue, según la leyenda, el cardenal que quedó en segundo lugar tras Ratzinger en el anterior cónclave. Arzobispo bonaerense, tiene una personal cruzada contra el Gobierno de Cristina Kirchner y es un fuerte defensor de la justicia social. Con todo, su avanzada edad (76 años) le elimina con casi toda seguridad de las quinielas.
El brasileño Claudio Hummes ha sido muy polémico por sus declaraciones progresistas. Ha criticado abiertamente el capitalismo, la privatización de empresas de Brasil y ha sido muy enérgico al defender los derechos de los indígenas. En una entrevista en 2006 se declaró partidario de abrir el debate sobre la necesidad del celibato en la Iglesia. Nacido en 1934, el momento de este franciscano ha pasado, pese a ser uno de los candidatos más aclamados por los católicos de base.