Mayo de 2016. Voluntarios de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) excavan en el cementerio de Castroncelos, perteneciente a la localidad gallega de A Pobra do Brollón. Remueven la tierra con sumo cuidado. Buscan los cuerpos de José María y Ricardo García Moral, dos hermanos asesinados en 1936. El 6 de septiembre de ese año un grupo de falangistas sacó de su casa a José María, afiliado a la UGT. Su hermano Ricardo no quiso dejarle solo y se empeñó en acompañarle, fuera cual fuera su suerte. Y la suerte fue la peor de las posibles.
Tras varias horas de trabajo, por fin aparecen los primeros restos mortales. Marco González, de la ARMH, coordinaba la excavación: “Algo no cuadraba. Solo había un cuerpo y, junto a él, encontramos unas llaves que parecían ser bastante modernas. Pensamos que podía tratarse de un enterramiento bastante más reciente que el que buscábamos”.
Tras volver a cubrir la fosa visitaron varios archivos en los que encontraron la sorprendente respuesta a todas sus preguntas: habían hallado por casualidad el lugar en el que estaban sepultadas dos víctimas del franquismo que no eran las que estaban buscando. Se trataba del sastre José Rodríguez Silvosa y del concejal socialista de Monforte de Lemos Ramón Somoza Álvarez, asesinados por los sublevados dos años después de que lo fueran los hermanos García Moral.
“Fue una satisfacción enorme —relata Marco a eldiario.es—. Primero por encontrarlos y luego porque pocos días después de difundir la noticia contactaron con nosotros familiares de las víctimas expresando su alegría porque les hubiéramos localizado y su deseo de recuperar sus restos”.
A diferencia de muchos otros asesinados por el franquismo, existe un procedimiento judicial abierto tras la muerte de José Rodríguez y de Ramón Somoza. Sus cadáveres aparecieron en la madrugada del 14 de julio de 1938, tirados en una cuneta de la parroquia lucense de Castroncelos. El médico que acudió al lugar para certificar su fallecimiento constató que la causa de la muerte obedecía a “disparos o heridas producidas por arma de fuego”.
La investigación judicial dio los primeros pasos para investigar el caso hasta que intervino el comandante militar de la zona. Según informó al juzgado, los dos hombres murieron por disparos de la Guardia Civil cuando intentaban fugarse. Una versión inverosímil ya que, de haber sido cierta, los agentes habrían informado inmediatamente sobre el suceso y no habrían dejado los cuerpos abandonados.
No era la primera, ni sería la última vez que se utilizaba la excusa de una supuesta evasión para justificar un asesinato político. La llamada ley de fugas fue una herramienta más para asesinar impunemente durante el franquismo. De hecho la tajante explicación del comandante provocó que el juzgado sobreseyera inmediatamente la causa.
Los familiares recuperan los restos este sábado
“Los dos participaron en la resistencia que se organizó en Monforte de Lemos contra la sublevación franquista —relata Carmen García Rodeja, presidenta de la ARMH en Galicia—. Ambos acabaron huyendo al monte y lograron permanecer cerca de dos años fugados, hasta que en julio de 1938 les detuvieron y les asesinaron sin ni siquiera someterles a juicio”. Quizás porque se preparó para morir o simplemente porque era un experimentado sastre, José Rodríguez vestía con sus mejores galas: “con un traje claro en buen estado (…) con buenos zapatos de cuero”, se puede leer en el informe que el médico redactó sobre el terreno. En los puños de su camisa llevaba unos bonitos gemelos que fueron encontrados por los voluntarios de la ARMH en la fosa de Castroncelos.
Esos gemelos y la hebilla del cinturón de José; un pequeño botón blanco y otros objetos personales de Ramón llegarán, por fin, este sábado, a manos de sus descendientes. En un acto que se celebra a mediodía en la casa de la cultura de A Pobra do Brollón, el alcalde de esa localidad junto al de Monforte de Lemos y a los responsables de la ARMH entregarán los restos mortales de las dos víctimas a sus respectivas familias.
“Estamos agradecidos y muy felices al recuperar sus restos —afirma Víctor Manuel Bermúdez, nieto del sastre asesinado—. Esto supone cerrar un círculo sobre algo que siempre se nos ha ocultado. Mi madre, la hija de José, nunca quiso hablar con ello”. Víctor Manuel empezó a investigar la historia de su abuelo hace mucho tiempo: “Aún no había muerto Franco. Yo solo tenía 15 años y empecé a preguntar por mi abuelo en Monforte. Nadie me decía nada. Unos porque no sabían y otros porque no querían. Vivíamos entre gente que no hablaba. Incluso mi madre había cerrado la mera posibilidad del recuerdo”.
Casi cinco décadas después de aquella infructuosa búsqueda, aquel niño convertido ya en sexagenario vio como se desvanecía el muro de silencio que rodeaba la historia de su abuelo: “Tienen que conocerse estos hechos públicamente. Todos. No solo los que tienen más repercusión mediática como los enterrados en el Valle de los Caídos. Hay que airear lo que ocurrió”, concluye Víctor Manuel.
Para Marco González, Carmen García Rodeja y el resto de voluntarios de la ARMH el trabajo no ha terminado: “Ojalá podamos encontrar a los hermanos García Moral —confiesa Marco—. Tenemos muy presente a su nieto, Pepe Ogando, que llevaba años buscándoles y que fue el que nos empujó a iniciar esta búsqueda que nos ha permitido hallar y exhumar a estas otras dos víctimas. Espero que algún día Pepe también pueda reencontrarse con los suyos”.