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Por qué una persona vacunada de COVID-19 puede contagiar el virus

Dos personas reciben la segunda dosis de la vacuna contra la covid-19 de Pfizer en el centro de vacunación masiva instalado en la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia. EFE/Biel Aliño

Victoria Sánchez Hellín—Microbióloga

Elche —

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  • Una persona vacunada está protegida frente a la enfermedad pero no frente al virus.
  • Cuando nos contagiamos podemos ser portadores asintomáticos del SARS-Cov2 o enfermos covid-19, y en ambos casos, transmitir el virus a personas que podrán ser portadores o enfermar.
  • Solo la inmunidad colectiva nos protege frente a la enfermedad y también frente al virus.

Contagiar es transmitir el virus, no la enfermedad

Los virus, las bacterias y otros microorganismos forman parte de la naturaleza, incluso de nuestro cuerpo. Sin ir más lejos, ahí tenemos al microbioma humano, que es como se denomina al conjunto de microorganismos que habitan en nuestro cuerpo, formando distintos ecosistemas que cumplen funciones vitales para nuestro correcto desarrollo y bienestar.

Además, constantemente entramos en contacto con virus y bacterias que no son habituales de nuestro cuerpo. En ocasiones pueden colonizar u ocupar un determinado ecosistema de manera temporal o definitiva sin causar daño alguno, mientras que otras provocan una enfermedad infecciosa. Tanto si estamos colonizados como infectados podemos contagiar a otras personas, da igual si hemos enfermado o si no (portadores asintomáticos). La enfermedad dependerá de muchos factores, pero fundamentalmente de la capacidad de nuestro sistema inmunitario para reconocer al agente extraño (virus, bacteria, etc) y luchar contra él. Esta capacidad es menor cuando el contacto se produce por primera vez. Sin embargo, cuando el sistema inmune ya conoce al “agresor”, su capacidad para combatirlo es mucho mayor.

Precisamente de esto se encargan las vacunas: de mostrarnos al microorganismo o una parte de él de forma segura para aumentar nuestra capacidad inmunológica y evitar la enfermedad.

Las vacunas son seguras y evitan la enfermedad

Cuando una persona se vacuna con cualquiera de las vacunas aprobadas por la Unión Europea para hacer frente a la actual pandemia, se protege frente a la enfermedad covid-19.

Estas vacunas, independientemente del diseño (vacunas con virus inactivados o atenuados, vacunas basadas en proteínas, vacunas con vectores víricos, vacunas de ADN o ARN, etc.) comparten un objetivo común: enseñar a nuestro sistema inmunitario a reconocer y bloquear de manera segura el virus SARS-CoV-2 para evitar la enfermedad covid-19. Este reconocimiento y defensa se produce a través de los anticuerpos y otras células de nuestro sistema inmune.

Lo primero que hay que tener claro es que las vacunas frente a la covid-19 son seguras, tal y como explica la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS).

En segundo lugar, el proceso de inmunización no es inmediato. El sistema inmunitario necesita tiempo y, por lo tanto, una persona recién vacunada podría contagiarse (enfermar o no) y contagiar.

Por último, una vez alcanzada la inmunidad individual, en el caso de las vacunas comercializadas a día de hoy, parece ser que no se logra la inmunidad estéril. Es decir, no se inhibe completamente la replicación del virus en la mucosa de las vías respiratorias. En consecuencia, es posible contagiar a otras personas.

Alcanzar la inmunidad esterilizante es el objetivo de Luis Enjuanes, que lidera un grupo de investigación en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC) donde se está desarrollando una nueva vacuna de administración intranasal. Esta vacuna sí frenaría el contagio del virus al impedir que habite en el ecosistema respiratorio. Se trata de un modelo nuevo que requiere tiempo. Mientras llega, las vacunas disponibles son necesarias para frenar la pandemia.

Por qué la inmunidad colectiva es tan importante

Y es muy posible que ahora alguien se pregunte: ¿Eso quiere decir que las vacunas no sirven? ¿Para qué nos vacunamos entonces?

Son preguntas lógicas. El acceso a la información es una necesidad que mejora la confianza pública y una obligación ética, pero a veces conlleva un riesgo de mala interpretación.

Es muy importante saber que, aunque no se alcance la inmunidad esterilizante, las vacunas son eficaces porque consiguen reducir el riesgo de infección y, en consecuencia, la probabilidad de transmitir el virus a otras personas. Eso implica menos contagios, menos enfermedad, menos secuelas y menos muertes. Esta reducción del riego es necesaria como medida esencial para luchar contra la pandemia.

Cuando una persona se vacuna se reduce el riesgo de infección y la probabilidad de transmisión en un porcentaje X. La manera de reducir aún más esa probabilidad se consigue aumentando el número de personas vacunadas. Así de simple.

La inmunidad de grupo o inmunidad colectiva es la protección que se alcanza cuando la población se vuelve inmune. En esta situación, el riesgo de contraer la enfermedad es muy bajo y, por tanto, la transmisión es mínima. Algo fundamental si tenemos en cuenta que, además de disminuir la transmisión, algunas personas no pueden vacunarse por tener alguna contraindicación clínica (por ejemplo, alergia grave a algún componente de la vacuna) y esta inmunidad colectiva las protege.

En España aún no hemos alcanzado la inmunidad de grupo. Se estima que se conseguirá cuando el 70% de la población esté inmunizada. El último informe de actividad del proceso de vacunación covid-19 del Ministerio de Sanidad, con fecha 9 de junio de 2021, nos muestra que se han administrado 31.004.060 vacunas (Pzifer, Moderna, AstraZeneca y Janssen); que hay 20.305.788 personas vacunadas con una dosis (42,8% de la población); y que se cuentan ya 11.552.393 personas con pauta completa (24,3% de la población).

Necesitamos alcanzar la inmunidad de grupo para movernos libremente, recuperar el tiempo perdido y volver a abrazar a nuestros seres queridos. Mientras tanto, tendremos que seguir cumpliendo con las medidas sanitarias y aprender de lo vivido.

**Este artículo ha sido publicado previamente en The Conversation por Victoria Sánchez Hellín, Facultativa Especialista de Microbiología Clínica. Departamento de Salud de Elche - Hospital General, Fisabio. Lee el artículo original aquí.

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