La gestión de antiguas viviendas sociales por parte del fondo de inversiones Goldman-Sachs al que la Comunidad de Madrid vendió sus promociones de pisos coincide con el aumento de tensión entre vecinos de pisos adjudicados y un creciente volumen de personas que han entrado sin permiso a vivir en las casas vacías. Vecinos del Ensanche de Vallecas (Madrid) se quejan de que, desde que Encasa Cibeles –la empresa colocada por Goldman-Sachs– es la propietaria se han multiplicado la ocupación de casas, los conflictos y los desperfectos en la colonia.
Estos inquilinos se enteraron en octubre de 2013 de que el Instituto de la Vivienda madrileño (IVIMA) había vendido sus hogares al fondo sin aviso previo. A partir de entonces, muchos salieron de sus casas al cambiarles el casero de público a privado (y abrirse la posibilidad de modificar las condiciones de su alquiler de social a propio del mercado libre). En su lugar, han entrado de manera ilegal más de cien familias. Los que se quedaron mantienen su lucha para que el IVIMA recupere sus contratos. La tensión entre los dos grupos ha ido aumentando sin que el fondo ponga solución.
La crisis de la vivienda resume el día a día de esta comunidad de vecinos situada entre las calles de Eduardo Chillida y la Gran Vía del Sureste. La promoción fue entregada como vivienda protegida, foto mediante, por la entonces presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre (PP).
El patio interior, por el que corren decenas de niños sin obligaciones escolares, une los bloques blancos y grises que forman el complejo. Los primeros pertenecen a la promoción de pisos de alquiler con derecho a compra que el IVIMA ofertó para jóvenes, los que más se han despoblado tras la adquisición de Goldman Sachs-Azora, poseedores de la empresa propietaria Encasa Cibeles.
Ahora, las viviendas de la fachada blanca albergan a la mayor parte de las familias que viven irregularmente en los pisos. “Unas 150 casas”, calcula José Luis de Roa, presidente de la Asociación de Afectados por la Venta de Viviendas del IVIMA (AVVI), que agrupa a los vecinos de esta y otras 31 promociones de pisos protegidos vendidos a la empresa privada.
Jonathan es uno de los que han entrado sin permiso. Conversando con eldiario.es, señala la ventana de la casa donde vive con su mujer y sus dos niños, desde hace cinco meses. Entró cuando le contaron que había varios viviendas sin dueño en la zona. “Porque no tenía otro sitio en el que vivir”, cuenta. Echó varias veces la solicitud para acceder a una vivienda protegida, pero no le tocó nunca, y decidió instalarse sin permiso. “Dicen que somos delincuentes pero, para mí, dar un techo a mis hijos no es delinquir. Somos pobres”, afirma.
“Aquí hay muchos casos: los que están pagando y apenas llegan a fin de mes, los que pagan de momento pero que no podrán hacerlo cuando les suban los precios en Encasa Cibeles y los que han visto la oportunidad de una vivienda, y están sin pagar”, resume José Luis de Roa.
Antes y después de Encasa Cibeles
Khadija vive con su marido y sus tres hijos en uno de los bloques gris oscuro. Al principio, pagaban un alquiler de 363 euros, más los gastos de la comunidad y del seguro. Su situación económica empeoró y con una renta de unos 500 euros al mes no podían hacer frente a los gastos diarios. “Me rebajaron el alquiler hasta los 52 euros, gracias a que aún tengo vigente el contrato con el IVIMA hasta julio del próximo año”, cuenta.
Las ayudas y las condiciones especiales de los inquilinos con más necesidad quedan en el aire cuando concluyen los contratos con el IVIMA. “Hay vecinos a los que les han vencido sus contratos y en Encasa Cibeles les han dicho que ellos no son una ONG”, apunta José Luis de Roa. La asociación AVVI llevó su caso ante la Defensora del Pueblo, que concluyó que la venta del Instituto de Vivienda “resulta perjudicial” para los inquilinos. “Una vez que las viviendas están en manos privadas, ya no cabe la aplicación de las normas de servicio público”, sostiene la institución en una carta remitida a los afectados.
Un portavoz de Encasa Cibeles asegura que estudian “caso por caso”. “Hay que distinguir entre aquellas situaciones de especial vulnerabilidad social, que estudiamos con nuestro equipo de mediación social para buscar soluciones, de otros casos que son simples actos de delincuencia”, afirma el portavoz. La empresa argumenta que ha instalado puertas especiales para evitar más entradas ilegales y asegura que enviará en los próximos días un servicio de vigilancia, que aún no está operativo.
Las diferencias también se dejan sentir en el discurso de los vecinos que abonan con dificultad sus mensualidades. “Es más fácil que llegue una orden de desahucio a una familia que deja de pagar que ver salir a otra que ha entrado de manera ilegal”, dice Khadija. Según Encasa Cibeles, los procedimientos para vaciar los pisos ocupados ya se han iniciado, pero son “procesos lentos”.
Jonathan y Abraham, otro vecino que ocupó una vivienda con su mujer y sus dos hijos, coinciden en que de momento nadie ha acudido a echarles. “Pero es algo que sabemos que pasará”, se resigna Abraham, que sobrevive con lo que saca “de la venta de fruta ambulante”. “Nosotros lo que queremos es que vuelva el IVIMA y que nos ponga un precio que podamos pagar. Pero no los 600 euros que piden aquí, porque con eso no tendríamos para comer”, continúa. Abraham, que ya lleva un año en la que considera su casa, quiere seguir en la comunidad, en la que “no hay problemas entre vecinos más allá de roces por ruido y otras discusiones normales”, dice.
Septiembre, un mes clave
Al mismo tiempo que el número de ocupaciones aumentó, también lo hicieron los deperfectos en las zonas comunes, que ahogan a los vecinos. “Hay critales de los portales rotos, robaron las cámaras del garaje y se rompieron las cerraduras de entrada, entre otras cosas”, enumera Marcelino Calvo, otro vecino de los bloques de alquiler que dejará su casa este septiembre porque ha encontrado “una alternativa mejor”. Las continuas reparaciones han provocado un aumento en el precio de los seguros que contratan los vecinos. “Cuando no llegas ni para comer, estos imprevistos agobian mucho”, dice Khadija.
Fruto del contrato con el IVIMA, se crearon las juntas vecinales que deben afrontar los gastos de mantenimiento de los edificios. Sin embargo, con la entrada de Encasa Cibeles los vecinos consideran que estos gastos los debe pagar el propietario. “Eso eran condiciones especiales con el IVIMA, por tratarse de viviendas protegidas. Aquí pagamos la comunidad, por ejemplo, y yo nunca la he pagado en otros alquileres”, indica José Luis de Roa.
Sin embargo, se resisten a desmantelar las juntas vecinales. “No queremos perder el control”, apunta De Roa, con la vista puesta en el 3 de septiembre, fecha en la que declarará Ana Gomendio, directora gerente del IVIMA, imputada por un presunto delito de malversación de caudales públicos y prevaricación continuada. La querella partió de un grupo de diputados regionales socialistas, a la que se unió más tarde la asociación AVVI.
La declaración de Gomendio también la seguirán con atención los vecinos que viven sin contrato, porque septiembre es una de las fechas que se barajan para el desmantelamiento de las ocupaciones. “Puede que en enero, también. No lo sabemos”, dice Jonathan. Y cuestiona si son solo ellos los que han actuado fuera de la ley: “El IVIMA vende estas casas por menos millones de lo que valen a un banco, que ahora echa a la gente que no puede pagar”.
Khadija confía en que se reconozca el derecho de las familias a mantener las viviendas protegidas, como quien se resiste a la traición de una promesa incumplida. “Si no es así, espero que Esperanza Aguirre venga a hacerse una foto conmigo cuando me quiten las llaves que me dio”, concluye.