La libre dispensación de la píldora del día después o de urgencia (PAU, en sus siglas) acaba de cumplir 10 años en España. 10 años en los que se han adquirido, sin receta médica, más de 7 millones de dosis de este anticonceptivo, según datos que proporcionó a EFE la consultora Iqvia. Esta semana la Sociedad Española de Contracepción (SEC) sacó su primera encuesta a jóvenes (chicos y chicas) de entre 15 y 26 años. El 25,6% los encuestados aseguraron haber tenido que recurrir a ella alguna vez en su vida –alcanzaba el 34,1% si solo se preguntaba a jóvenes entre 22 y 24–. El motivo más frecuente, en el 68,5% de los casos, la rotura del preservativo.
“Todas las mujeres y niñas que corran el riesgo de un embarazo no deseado tienen derecho a la anticoncepción de urgencia. Estos métodos deberían integrarse sistemáticamente en todos los programas nacionales de planificación familiar”, defiende la Organización Mundial de la Salud. Lo cita la Doctora Paloma Lobo, miembro de la SEC. Para ella, en estos años se han derribado mitos. El primero, que “no es abortiva”; el segundo “que es muy seguro, por eso se puede dar sin receta”.
Y el principal: no se ha “abusado” de su consumo. Según un informe de la European Consortium for Emergency Contraception de abril de 2016, la media de mujeres que la habían usado alguna vez en su vida de los países de la Unión Europea se situaba en torno al 20%. En Reino Unido o Suecia era muy superior, el 61% y el 59% respectivamente. Desde la SEC toman la referencia de las respuestas a esta última encuesta para comparar con otros países, pero recuerdan que en cada lugar las estadísticas se toman de manera diferente.
El discurso de los sectores más conservadores de que se utilizaría como método anticonceptivo se ha demostrado, diez años después, absolutamente falaz. “A nadie le merece la pena, es menos eficaz que un anticonceptivo regular y mucho más caro. Lo que provoca, y es bueno, es que mucha gente que ha tenido varios sustos seguidos decida ir al ginecólogo y cambiar de método”, sigue Lobo, que defiende que “no estaría mal aunque fuese un porcentaje más elevado. Es simplemente una segunda oportunidad. Es mucho mejor que llegar al aborto”. Desde el año 2010, cuando se implantó la Ley que eliminaba los supuestos para poder interrumpir libremente el embarazo y los sustituía por plazos, los abortos han bajado de unos 110.000 anuales a 90.000.
“Lo que se detecta es la falta de educación sexual”
La PAU que se comercia en España sin receta desde 2009 –dentro de la Estrategia de Salud Sexual y Reproductiva que impulsó la ministra de Sanidad del PSOE Trinidad Jiménez– es la que contiene el principio activo levonorgestrel, la más barata y usada –de marcas Norlevo y Postinor– y que se puede tomar hasta los tres días después de la relación de riesgo. Desde 2015 también la Ellaone, con hasta cinco días de margen. Ambas inhiben la ovulación y reducen su eficacia con las horas.
Gemma Castro, coordinadora del Centro Joven de Anticoncepción y Sexualidad de Madrid y miembro de la Federación de Planificación Familiar, arguye que la libre dispensación de ambas “simplemente facilita el acceso a quien lo necesita y lo desea. Es de urgencia, como su nombre indica”. “El principal problema –continúa– está en que la gente no sabe cómo funcionan o algunos de sus efectos. Por ejemplo, lo que más tenemos que explicar es que habrá un sangrado posterior que muchas chicas identifican como la regla pero que no lo es, tienen que esperarla cuando toca”.
La libre dispensación no significa que sea gratuita: el precio de una PAU oscila entre los 18 y los 25 euros, según la marca. Se puede adquirir en farmacias y en centros de salud –las condiciones dependen de la comunidad; en Madrid, gratis solo con prescripción médica–. “Muchas personas vienen a Planificación Familiar a pedirla, pero aquí no podemos dispensarla”, cuenta Gemma Castro. En su experiencia, las que más acuden al centro son chicas solas, pero también parejas; cuando más, los fines de semana, momento en el que es quizá la demanda principal.
“Se añaden dificultades como la hora, que sea domingo… y que no todos los adolescentes tienen fácil permitirse ese precio. La situación tampoco es igual en una gran ciudad que en un pueblo”, relata.“Lo primero que hacemos es valorar si hay posibilidades de embarazo. Suele haberlas, pero es fundamental hablarlo. Al preguntarles qué ha pasado, detectamos que falta educación sexual en aspectos como que no saben cuándo colocarse el condón, o cómo hacerlo bien. Muchos dicen que se les ha roto, cosa que no cuestionamos, pero es verdad que suelen hacer un mal uso”.
Luego viene el periplo a la farmacia. Ahí existe la figura de la objeción de conciencia, avalada por el Tribunal Constitucional. El Consejo General de Colegios Farmacéuticos defiende que son “minoría” quienes se niegan a vender la PAU en sus establecimientos. “Aunque el farmacéutico no la dispense por sus creencias, te va a informar de dónde se puede obtener”, zanja en declaraciones a EFE. Castro corrobora que en ocasiones llegan chicas a Planificación Familiar porque les han rechazado en la farmacia, pero no es lo más habitual. Al menos, en Madrid.
“Se vive de tapadillo”
Clara Timonel es farmacéutica en Salamanca, e insiste también en la “ignorancia sexual y reproductiva que hay”. “Es muy frecuente que las chicas más jóvenes no conozcan ni su ciclo menstrual”, apunta. Otra cosa que observa es que, debido a las trabas que todavía existen para abortar –por ejemplo, las menores siguen necesitando consentimiento parental–, “sigue habiendo mucho miedo a quedarse embarazada y se vive de tapadillo. Algunas esperan a venir a pedir la píldora a las 22 o 23. Así es muy difícil hablar con ellas, intervenir”.
En la encuesta de la SEC había un detalle que Paloma Lobo encuentra curioso: la diferencia entre las chicas que decían haber usado la PAU y los chicos era de casi 10 puntos, ellas por encima. Con las entrevistas cualitativas por grupos que realizaron, concluyeron que se debe a que “ocurre mucho que no se usa preservativo, o no se usa bien, y son ellas las que se agobian y compran la píldora, pero no lo dicen”.
En esos grupos detectaron que también recurren a ella porque, en muchas ocasiones, “priorizan el tema de la anticoncepción y no la protección de las infecciones de transmisión sexual (ITS). Los adolescentes piensan que eso es algo que les va a pasar a otros”. Todo lo achaca, como las demás expertas, a la falta de educación, que Lobo resume haciéndose una pregunta: “Trabajo con adolescentes y veo cómo empiezan a tener relaciones exactamente igual que empecé yo en los 80. ¿Qué estamos haciendo?”.