Pueden comer juntos en la cafetería o jugar al tenis en pareja, pero los socios de las instalaciones deportivas de la Fundación Santiago Apóstol, en Madrid, deben bañarse en piscinas diferenciadas por sexos, algo “arcaico” y “anacrónico” para algunos usuarios, que aun así reconocen ciertas ventajas.
“Me parece arcaico, pero te acostumbras y al final te da igual”, dice una bañista de 60 años que lleva décadas como socia de la Fundación Santiago Apóstol, donde empezó a ir tras aceptar la invitación de su marido.
Sólo acude a este lugar en verano para refrescarse en la piscina y normalmente va sola pero, según cuenta, los pocos días que coincide con su pareja no pueden verse a no ser que vayan a tomar juntos el aperitivo a la cafetería.
Aun así, encuentra bastantes puntos positivos en esta separación por sexos, que divide a los bañistas en tres piscinas diferenciadas: una solo para mujeres, otra para mujeres con niños de hasta 14 años de edad, y una tercera para hombres, que también pueden acudir acompañados por menores. “Estás muy a gusto, no te molesta nadie y tomas el sol como quieres”, comenta.
Su marido, de 68 años, lleva prácticamente toda la vida como socio de las instalaciones de Santiago Apóstol, que ocupan toda una manzana en el madrileño distrito de Salamanca, junto al intercambiador de transportes de Avenida de América.
Decidió apuntarse de pequeño con su hermano después de que se lo recomendaran varios compañeros del colegio que ya frecuentaban el lugar y, casi 50 años después, sigue sorprendiéndose de que las piscinas conserven la separación por sexos que había en sus inicios.
“Es algo anacrónico, me parece ilógico y fuera de la realidad que se siga manteniendo hoy en día, cuando hay colegios mixtos”, señala.
Con todo, reconoce que en su caso esta forma de proceder “nunca ha supuesto un inconveniente”, ya que su mujer y él practican actividades distintas en la piscina: “Yo leo y ella toma el sol”, apunta.
Los orígenes de estas instalaciones se remontan a la vieja Escuela de Deportes Apóstol Santiago, fundada en 1943 por el exjugador del Real Madrid Jaime Lazcano, ya fallecido, y su hermano Jose Luis, sacerdote de profesión.
En 1992, poco antes de la muerte del segundo, se creó la Fundación Santiago Apóstol, independiente de cualquier orden religiosa, formada por un grupo de laicos, entre los que hay algunos miembros de la familia de los fundadores y que actualmente se encargan de gestionar el recinto.
Las piscinas de estas instalaciones deportivas son probablemente las únicas de Madrid que separan a los bañistas por sexos, un hecho poco “común” que no ven con buenos ojos todos los usuarios, según cuenta a Efe uno de los miembros del patronato, que prefiere no desvelar su nombre.
“Para gustos los colores”, dice, al tiempo que explica que si se creara una piscina mixta habría que prescindir de alguna de las que ya están en funcionamiento y, al menos este año, no han pensado hacerlo para así poder “seguir contratando personal” y evitar que las albercas estén “masificadas”.
En la actualidad, además de las piscinas al aire libre, las instalaciones deportivas de Apóstol Santiago cuentan con una cubierta en la que hombres y mujeres se alternan para poder bañarse los días pares e impares.
Por otro lado, hay 25 pistas de tenis de tierra batida, una pista de hockey y siete frontones, además del espacio destinado a vestuarios y cafetería.
Entre las edificaciones destaca una capilla en la que se celebran misa de 12 los domingos, en consonancia con la filosofía de la Fundación que, según indica en su página web, busca fomentar la cultura física y deportiva “en el marco de principio de inspiración cristiana”.
El acceso al recinto está restringido a los socios, que deben pagar una cuota anual que oscila entre los 275 euros del bono individual y los 115 euros de los miembros de familias numerosas, aunque las cantidades pueden ser inferiores en función de la antigüedad.
El responsable de la Fundación consultado por Efe afirma desconocer los criterios de ingreso de nuevos socios, que algunos usuarios califican de “estrictos” y “muy elitistas”, aunque, según señala, hay “bastantes” divorciados, además de padres y madres solteras.
Con mayores o menores reticencias, en general los bañistas que acuden a las instalaciones de Santiago Apóstol acaban acostumbrándose a la separación por sexos en las piscinas, algo que no ocurre con las personas ajenas al recinto.
“A mi marido le choca una barbaridad”, señala una usuaria de 40 años que valora poder bañarse sin tener que escuchar el “ruido de los niños” y poder ir un día sin depilar y que te dé “lo mismo”, añade entre risas.
Aun así, como muchos otros socios, echa en falta una piscina mixta complementaria en la que pueda bañarse o tomar el sol acompañada por su padre, su pareja o su hermano, algo que todavía no es posible en un recinto en el que el sexo marca la diferencia.