Conrado Semedo nació en el pueblo berciano de Bembibre hace 34 años. Nació sólo un día después de que sus padres, migrantes de Cabo Verde, se mudaran a España tras haber vivido en Portugal. Este 21 de febrero, a las 18:30, la policía pretende deportarle en un vuelo regular a Cabo Verde, un país donde no tiene familia, no conoce a nadie y ni siquiera habla portugués, ni aún menos criollo caboverdiano, la lengua habitual allí.
Conrado cumplió la pena íntegra de tres años de prisión por un delito menor de tráfico de drogas. A pesar de haber nacido en León, Semedo no tiene nacionalidad española sino un permiso de residencia, ya que, según la normativa del momento, sus padres inscribieron su nacimiento en el consulado. En ese tiempo en prisión, le llegó la citación para renovar la residencia. Su madre, Tina Robalo, intentó hacer el papeleo en su nombre pero no se lo permitieron. El permiso caducó.
Por ello, al salir de la cárcel, el 14 de enero de este año, la policía le esperaba para llevarle detenido al Centro de Internamiento de Extranjeros (CIE), ante la estupefacción de su familia. Un mes después, el mismo día de su cumpleaños, el 19 de febrero, le pusieron en la mano un billete de avión con destino a Praia, la capital de Cabo Verde, y la prohibición de regresar a España en cinco años.
Un peligro
Su abogada, Beatriz Vega, resume que el acto emitido por el juez para expulsarle del país alude a que, debido a esta sentencia por tema de drogas y a unas detenciones anteriores, Conrado es “un peligro para España”. La defensora ha acreditado, tanto en medidas cautelares como en una demanda, el arraigo, el certificado de nacimiento, el empadronamiento, la escolaridad, los trabajos e incluso la vivienda en propiedad en Bembibre de los padres de Conrado.
Esas credenciales no han servido para evitar la orden de deportación. El primer escrito fue denegado automáticamente y ahora están a la espera de un juicio que puede tardar meses en salir. Mientras tanto, y si la expulsión no es evitada en el último momento, Conrado estará solo, sin dinero y sin trabajo en un país que no es el suyo y que sólo visitó una vez en su vida, en unas cortas vacaciones a los 12 años.
La situación es tan desesperada que una amiga de la familia ha acudido al aeropuerto unas horas antes de la salida del vuelo, mientras Conrado permanecía en dependencias policiales –su maleta la ha facturado un agente de policía–, para entregarle 100 euros con los que sobrevivir al menos los primeros días.
“Estoy destrozada”, explica su madre, Tina, en conversación telefónica, “yo pensaba que se es de donde se nace, no de donde son tus padres”. Los padres de Conrado son caboverdianos aunque tienen nacionalidad española. El padre es pensionista y ella realiza diversos trabajos. Sus abuelos murieron hace diez años. Sus tíos viven en Portugal y en España, al igual que sus primos y los dos hermanos de Conrado. No hay nada que les una ya a ese país. “Allí no hay de qué vivir –se lamenta Tina–, habría que trabajar la tierra y eso es algo que él no sabe hacer porque nunca lo ha hecho, no sé qué será de él”.
“Él hizo algo mal, y ya lo pagó”
La plataforma que realiza la Campaña Estatal por el Cierre de los CIE ha intentado impedir la deportación de Conrado en el último momento, de manera pacífica, entregando unas octavillas a los pasajeros y a la tripulación de su mismo vuelo. Esta acción ha funcionado con otras deportaciones gracias a la solidaridad de viajeros que se negaron a ocupar sus asientos.
En el texto que han repartido se informa de quién es Conrado y por qué viaja en ese avión. “Tengan en cuenta –apelan en él– que a Conrado no se le tratará como a un pasajero más, tratarán de introducirle en el avión a última hora, seguramente por la parte de atrás o en algún lugar lejos de las miradas del resto del pasaje. Y no duden de que aplicarán la fuerza contra él si trata de comunicar su presencia, si no la han aplicado ya en el trayecto hasta el aeropuerto”.
Samir El Ouaamari, de la ONG SOS Racismo, explica que, “según el protocolo del Ministerio del Interior, es obligatorio informar a la tripulación de que en su vuelo embarcará una persona a la que van a deportar”. El comandante, señala, “puede negarse a despegar”. También de acuerdo con esta misma normativa, el deportado o deportada subirá al avión antes que el resto de pasajeros y saldrá en último lugar cuando llegue a su destino.
“Él hizo algo mal, y ya lo pagó”, admite Tina, recordando que nunca pidió “nada a nadie” para criar a sus hijos. Conrado ha trabajado en obras, en la vendimia y también como DJ, en lo que fuera surgiendo. La última vez que habló por teléfono con su madre, “el niño”, como ella le llama, le repetía “mamá, no quiero ir, no sé adónde voy a ir”.
Octavilla repartida a los pasajeros del vuelo a Cabo Verde by eldiario.es