El pasado miércoles el líder de la Federación de Jóvenes Investigadores ‘Precarios’ anunciaba su abandono definitivo de la carrera investigadora. En realidad, José Manuel Fernández dejó la ciencia en 2015. Y su caso tampoco es único. Cada año un número indeterminado de investigadores termina renunciando a su carrera. El problema es que nadie sabe exactamente cuántos son, en qué momento abandonan la investigación o a qué campos emigran. Tan solo sabemos, por un informe de la Comisión Europea, que España ha perdido unos 12.000 científicos desde el inicio de esta década.
La noticia publicada por el diario El País incide en un fenómeno que, para el portavoz de la plataforma Ciencia con Futuro, Javier Sánchez, es “algo muy habitual”. “El abandono de la carrera investigadora y los problemas de la ciencia en España no se originaron con los recortes de 2010, solo se incrementaron”, puntualiza. Sánchez recuerda que ya en 2001 varios de sus compañeros de tesis abandonaron la investigación, aunque cree que “hoy en día la situación es muchísimo más evidente”, ya que “ahora hay personas que se están planteando dejar la ciencia, no recién terminada la tesis, sino en momentos de su carrera mucho más avanzados”.
Uno de estos investigadores es Enrique, un informático de 39 años que tras terminar su tesis estuvo enlazando contratos posdoctorales durante varios años. “Entonces vi que no había más opciones y tuve que dedicarme a otra cosa”, asegura a eldiario.es.
Hoy Enrique es profesor de secundaria y, pese a tener la acreditación que le valida para dar clase en la universidad, no se arrepiente del cambio. “Ahora mismo estoy bien, me gusta la docencia, el sueldo es mucho mejor que en la universidad y estoy sometido a menos presión”, comenta. Sin embargo, insiste en que se fue “forzado”. “Yo nunca hubiera dejado la universidad sino fuera por la falta de oportunidades”, sentencia.
Precariedad y competitividad
Existen muchos factores que llevan a los investigadores a abandonar una carrera que cada vez es más competitiva. “Ahora mismo la competencia comienza incluso antes del primer contrato predoctoral”, asegura Sánchez. “Casi se está exigiendo tener artículos publicados a personas que aún no han comenzado su carrera científica”.
Ante esta situación, es habitual que los investigadores duden sobre sus capacidades para continuar con su vocación, tal y como reflejaba una encuesta realizada por la revista Nature a finales de 2016. Según los resultados, casi dos tercios de los investigadores encuestados (más de un 60%) había pensado alguna vez en dejar la investigación.
Sin embargo, en España “esta situación se ha visto agravada por la situación de precariedad de la ciencia española y por los recortes que se han vivido desde 2010”, asegura Sánchez. El pasado año, Ciencia Con Futuro lanzó una encuesta sobre la situación de los científicos españoles que mostraba que 7 de cada 10 investigadores habían considerado en alguna ocasión abandonar la ciencia, una cifra que ascendía a 8 de cada 10 en el grupo de entre 25 y 35 años. “La competitividad que hay y la escasez de plazas hacen que esto se convierta en algo imposible y estresante”, asegura Enrique.
Además, un 74% de los encuestados afirma sentirse desprotegido por el sistema científico español, un porcentaje que alcanza el 84% entre las mujeres de 30 a 35 años. Las diferencias son también importantes a la hora de valorar la principal preocupación de los científicos. Entre los lectores de Nature, un 44% considera que el desafío más importante al que se enfrentan es la lucha por la financiación, mientras que en España la cifra llega a un 59%.
Un mercado incapaz de absorber el talento científico
El orientador laboral y cazatalentos para empresas de I+D Manuel Castellano también se muestra crítico con la situación actual. “La ciencia en España no está en su mejor momento y mi sensación es que estamos peor que hace cinco años”, asegura, aunque insiste en la falta de datos reales sobre empleabilidad y en la necesidad de hacer “un seguimiento para saber qué está ocurriendo con los científicos”.
Castellano es otro de los muchos científicos que ha abandonado la carrera investigadora. “Estuve siete años trabajando como investigador en EEUU, pero cuando volví no me salieron muchas opciones laborales”, cuenta a eldiario.es. “Finalmente, conseguí un contrato de tres años en una universidad, pero antes de terminar vi que no tenía posibilidad de progresar profesionalmente, así que busque otras vías”, sentencia.
Sin embargo, Castellano no considera el cambio de actividad como un problema, sino como una oportunidad para que los científicos utilicen sus capacidades en otros sectores profesionales, aunque señala la poca flexibilidad del sistema de I+D español. “Yo no cambié de trabajo solo por la falta de oportunidades, sino también porque me empezaron a gustar otros caminos”. El problema, asegura, es que “antes de dejar la carrera investigadora empecé a preguntar qué podía hacer y nadie me sabía decir”.
Este doctor en neurobiología también señala la falta de flexibilidad de los propios investigadores. “En España, seguimos pensando que la persona que entra en la carrera investigadora con un contrato predoctoral va a llegar a ser un jefe de grupo y eso es un error”, asegura, porque “los científicos pueden liderar muchos sectores profesionales”.
Sin embargo, el panorama al que se enfrentan los investigadores que, como Castellano, quieren cambiar de aires tampoco es muy alentador. Según un informe elaborado por el Observatorio Social de la Caixa el pasado mes de septiembre, las empresas españolas destinan a la I+D la mitad que la media europea. “No tiene sentido seguir generando jóvenes investigadores para después no darles alternativas profesionales. Es una drama invertir tanto dinero en formar a una persona para después no aprovechar ese capital humano, que muchas veces se caba marchando al extranjero”, concluye Castellano.