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La presidenta de la Asamblea de Madrid se niega a nombrar a los madrileños presos en campos nazis en un homenaje

Madrileños deportados: : Jorge Semprún, Vicente Delgado, Melchor Antuñano, Andrés Fariñas, José Fontanet y Enrique Calcerrada

Carlos Hernández

En el acto con que la Asamblea de Madrid, el parlamento regional de la comunidad autónoma, homenajeará a las víctimas del nazismo no habrá espacio, paradójicamente, para recordar los nombres de los madrileños que fueron deportados a campos de concentración nazis.

Su presidenta, Paloma Adrados (PP), ha rechazado la petición que le había realizado en este sentido la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Esta organización había solicitado oficialmente que, durante el acto que se celebrará en la Asamblea a finales de mes con motivo del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto, se leyeran los nombres de los más de 500 vecinos de localidades de la Comunidad de Madrid que acabaron en lugares como Mauthausen, Buchenwald, Dachau, Ravensbrück o Auschwitz. Adrados no lo ha visto apropiado.

La respuesta por escrito de la presidenta de la Asamblea, a la que ha tenido acceso eldiario.es, ha sido negativa. A través de su jefe de Gabinete, Adrados rechaza la petición argumentando que se trata de un “acto que trasciende fronteras” y que, por ello, “la lectura de los nombres de todas y cada una de las personas madrileñas que fueron víctimas, haría necesaria la lectura de los nombres de los millones de víctimas que padecieron en los campos de exterminio, lo cual resulta imposible”. Para Emilio Silva, presidente de la ARMH, se trata de una burda excusa: “El argumento de que nombrarles generaría una discriminación para el resto de deportados es insostenible. Estamos hablando de un acto en Madrid y, por tanto, es lógico que se cite a las víctimas madrileñas. Estamos claramente ante la construcción de un argumento sobre una negativa previa; vamos a decir que no y luego ya veremos cómo justificar esa decisión”. 

Negociación entre Franco y Hitler

La ARMH recordaba en su escrito que la inmensa mayoría de estos hombres y mujeres fueron enviados a campos de concentración nazis “tras una gestión de los responsables de la dictadura franquista ante sus aliados nazis”. La asociación adjuntaba un listado detallado de los deportados, agrupados en base a sus localidades natales, se ofrecía a facilitar toda la documentación histórica sobre ellos y a “llevar a la Asamblea a algunos familiares de esas personas para que reciban el reconocimiento que merecen por todo lo que sufrieron”.

No es la primera vez que los dirigentes del PP madrileño ignoran una petición relativa al medio millar de madrileños que vivieron y murieron entre las alambradas nazis. Hace exactamente un año fue la propia comunidad judía en Madrid, a través de su presidente David Hatchwell, la que aprovechó el acto conmemorativo de las víctimas del Holocausto para pedirle a la presidenta madrileña que erigiera un monumento “a los republicanos españoles que fueron llevados a los campos de trabajo que, en realidad, eran campos de la muerte”.

La petición ni siquiera obtuvo una respuesta oficial en su momento y hoy, 12 meses después, no se conocen pasos en ese sentido. Según Emilio Silva todas estas actitudes “tienen algo de negacionismo porque en el fondo supone seguir ocultando la historia de esos cientos de hombres y mujeres madrileñas que por una negociación entre el régimen franquista y las autoridades del nazismo fueron deportados a los campos de exterminio. No quieren que se visibilice esa España que tuvo unos vínculos muy estrechos con el nazismo; vínculos que solo se disolvieron y se trataron de ocultar tras la derrota de Hitler y el final de la II Guerra Mundial”. 

546 historias ignoradas

Las últimas investigaciones indican que de los más de 9.300 españoles y españolas que fueron deportados a campos de concentración nazis, fruto de las negociaciones entre Franco y Hitler, al menos 546 procedían de algún municipio de la Comunidad de Madrid. Cerca de dos tercios de ellos fueron asesinados, mayoritariamente en Mauthausen, y los escasos supervivientes arrastraron secuelas físicas y psicológicas durante el resto de sus vidas.

Entre las víctimas mortales se encontraba un elevado número de vecinos de la capital, pero también de otros 56 municipios de la Comunidad de Madrid. Pueblos como Valdemorillo, Getafe, Torrelodones, Torrejón, Pinto, Parla, Cabanillas de la Sierra, Brunete, Cenicientos, Chinchón, Ciempozuelos, Alcalá de Henares… Detrás del nombre de cada víctima hay una historia desconocida de hambre, trabajo esclavo, torturas y muerte. También hay una condena eterna de sufrimiento para unos familiares que aguardaron en España un regreso que nunca se produjo.

Historias como la de la madre de Andrés Fariñas, asesinado por los nazis en Gusen en noviembre de 1941, que con 80 años de edad se seguía sentando en la puerta de su casa en Madrid, esperando el retorno de su hijo. O como la de Josefa Fontanet, que pasó toda su vida pensando que su padre la había abandonado tras la guerra de España. No fue hasta marzo de 2014 cuando pudo saber que José Fontanet había muerto a manos de los SS, 73 años atrás. 

Los detalles de la trágica vida de los madrileños en Mauthausen los conocemos gracias a un puñado de testimonios de los supervivientes y, especialmente gracias a las memorias de Vicente Delgado y Enrique Calcerrada. 

Delgado describió como nadie la llegada al campo de concentración: “Cuando las puertas de los vagones se abrieron, a voces y golpes de fusiles nos hicieron bajar y avanzar muy rápido. Estábamos muertos de miedo, nos mirábamos sin pronunciar palabra. Los kilómetros que separaban el pueblo del campo los recorrimos a toda velocidad. El campo contaba con una alambrada electrificada y los perros se echaban sobre nosotros, empujados por sus guardianes. Así descubrimos el campo de la muerte”. 

Calcerrada relató, por su parte, cuál era su truco para resistir las torturas a las que le sometían a diario: “La experiencia de una vez anterior me indicó que metiéndome el gorro entre los dientes para amortiguar la reacción al impacto, el cuerpo resistía mejor el dolor”. Este prisionero madrileño también narró con precisión periodística cómo era el trabajo que realizaban los deportados en la terrible cantera de Mauthausen “El descenso a esa sima en los amaneceres del invierno era un tropel diabólico formado por miles de chancletas zapateando por el duro suelo. Los escalones de piedra, todos desiguales en altura, fueron con frecuencia medidos con nuestras espaldas, porque las lisas suelas de madera resbalaban en las piedras heladas y los presos, al caer, golpeaban a otros que a su vez caían sobre los demás, formándose a veces montones de presos en la escalera. Algunos infortunados se iban a pique, cayendo por el costado descubierto y aplastándose, en caída libre, cincuenta metros más abajo”. 

Enrique Calcerrada, según relata a eldiario.es su sobrina Esther, “contó su experiencia porque, al igual que sus compañeros, fue fiel al juramento que hicieron todos los supervivientes de Mauthausen tras ser liberados: vivir para contarlo”.

La sobrina del deportado 4.479 cree que la negativa de la presidenta de la Asamblea madrileña a homenajear a su tío y al resto de sus compañeros no impedirá que, más pronto que tarde, “se dé el reconocimiento que merecen estos hombres y mujeres. Pese a todos los impedimentos y negativas que se han producido a lo largo de todos estos años, gobernara quien gobernara, siempre ha habido, hay y habrá historiadores, periodistas, familiares y gente de cualquier clase o condición, que deseará recordarles”. Esther Calcerrada reconoce que “es muy triste saber que no quedará con vida ningún deportado madrileño cuando ese homenaje se acabe celebrando, pero estoy convencida de que seremos muchos los que empujaremos para que algún día se haga realidad”.

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