La pandemia, el abandono laboral, el envejecimiento de la población y la búsqueda de mejores oportunidades en otros países del entorno pueden ser algunas de las causas que explican el gran déficit de enfermeras y enfermeros que hay en España. Según un informe del Consejo General de Enfermería, nuestro país necesitaría 95.000 profesionales más de este ámbito para igualar la media europea.
España tiene un total de 625 enfermeras y enfermeros colegiados no jubilados por cada 100.000 habitantes, mientras que la media europea se sitúa en 827, según datos ofrecidos por el Consejo a partir de varias fuentes. Dentro del contexto europeo, por debajo de España solo están Eslovaquia, Italia, Hungría, Bulgaria, Grecia y Letonia, como se puede observar en el siguiente gráfico, con datos de la Organización Mundial de la Salud, que aunque difieren ligeramente de los del Consejo muestran la misma realidad.
Todas las expertas consultadas piensan lo mismo. La falta de este tipo de profesionales no es algo reciente o que haya provocado por sí sola la pandemia. Es una carencia estructural de un sistema resquebrajado desde la base, desde el estrato de la atención primaria. “Estamos desbordados. La atención primaria no está funcionando bien, ni tampoco los puntos de atención continuada”, señala la enfermera Elena Álvarez, que trabaja en el servicio de urgencias generales del Hospital Severo Ochoa de Madrid.
Si la primaria y sus urgencias no funcionan, el resultado es que más pacientes acudan a las urgencias de un hospital, por lo que el trabajo se multiplica y se acumula al final de la cadena. “Se necesita más personal. Esto es una espiral. Si falla lo de abajo, el problema asciende para arriba y la base de esta pirámide es la atención primaria. Si esto no funciona, se sobrecargan todos los servicios”, argumenta. “Esta es la clave. Lo decimos cada día. Por eso estamos en huelga”. Los sanitarios madrileños llevan semanas de protestas, que acaban de desconvocar tras lograr torcerle el brazo a la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso.
El descontento se acentúo a finales del mes de abril, cuando el Gobierno de Ayuso reabrió las urgencias extrahospitalarias después de más de dos años cerradas, en muchos casos, sin suficientes médicos disponibles. Muchos pacientes, al acercarse a estos centros de atención continuada, tenían que volverse a sus casa sin ser atendidos o irse directamente a un hospital.
“Se trata de un déficit estructural que venimos arrastrando desde hace muchos años”, confirma José Antonio Forcada, portavoz de la Asociación Nacional de Enfermería y Vacunas. “No se han adaptado las estructuras de la atención primaria, ni tampoco las de los hospitales, a las necesidades que han ido en aumento. Por otro lado, la población está cada vez más envejecida y se requieren más cuidados. Todas estas necesidades han ido en aumento, pero el número de plazas de enfermeras no y cada vez está más descompensado”.
“Si se necesitan más enfermeras, lo primero que hay que hacer es formar a más. Hay pequeños incrementos de plazas, pero no lo suficiente para cubrir jubilaciones y gente que emigra”, solicita José Luis Cobos, vicepresidente tercero del Consejo General de Enfermería. Piden que los ministerios de Sanidad y de Universidades se pongan de acuerdo para que “el aumento de plazas universitarias tengan un reflejo en las plazas del sistema sanitario”.
Grandes diferencias entre las comunidades
Pero la falta de enfermeras y enfermeros es un asunto generalizado en todo el territorio, con solo una excepción, la de Navarra. Según el mismo informe, Navarra es la única comunidad que cumple con la media europea. Pero las diferencias entre territorios son destacadas y esto puede llegar a tener consecuencias sobre los pacientes, advierten los propios trabajadores, que reconocen no tener el tiempo suficiente para cada caso.
“Hay días que se nos va de las manos, no damos abasto. La gente espera cinco o seis horas por unos resultados o unos diagnósticos. Ahí vienen los enfados y la gente cabreada”, relata Álvarez, que en un turno puede llegar a atender 120 urgencias. Pero la escasez es también patente en los centros de salud, confirman desde el Sindicato de Enfermería SATSE.
“Mientras que en España una enfermera llega a atender a 22 o 25 pacientes en un turno, los estudios internacionales recomiendan que la media sea de ocho y que no pase de diez”, explica su portavoz, María José García. “A medida que aumentan el número de pacientes, aumenta el riesgo de que se produzcan infecciones, efectos adversos y mortalidad”. García también explica que el hecho de atender a tantas personas al mismo tiempo puede hacer que haya pacientes con diabetes, por ejemplo, mal controlados, que se aumenten los tiempos de ingreso hospitalarios y también los días de baja de un trabajador.
El enfermero de urgencias del Hospital de La Paz Guillem del Barrio lo explica así: “La Comunidad de Madrid tiene en estos momentos 900.000 personas en listas de espera pendientes de algún tipo de cita, prueba o cirugía. En un servicio como las urgencias de La Paz la falta de profesionales de enfermería se nota en la saturación que vivimos. Faltan enfermeras, no solo en urgencias, también en las plantas. De este modo, el paciente que viene a urgencias no puede ingresar”.
Para SATSE la falta de enfermeras y enfermeros afecta del mismo modo tanto en el ámbito hospitalario como en el primario. “La atención primaria es la puerta de entrada al sistema sanitario y su gran éxito es conseguir que el paciente pueda autocuidarse sin necesidad de ir a un hospital”. Cuando todo esto no funciona, el sistema se colapsa. Según los datos que maneja el sindicato, para paliar el déficit crónico en el caso de España habría que sumar 72.000 enfermeras en los hospitales y 15.000 en atención primaria.
La falta de profesionales también afecta en las residencias de ancianos, en las escuelas y en la sanidad privada, apunta Del Barrio: “La falta de enfermeras se nota en todos los niveles de la asistencia”.
Profesionales extenuados
Pero toda esta carga de trabajo no solo juega en contra de la salud del paciente, también de la salud de los trabajadores. “En 2012, casi el 80% de las enfermeras decían estar estresadas. En 2017 la situación tuvo una leve mejoría. Pero en 2021 ha vuelto a empeorar. La cifra es para tirarnos de los pelos, llega al 88%”, evalúa García. Estrés, ansiedad y ganas de abandonar el puesto de trabajo son algunas de las consecuencias de esta sobrecarga. “La pandemia también ha estropeado el ambiente laboral. La falta de enfermeras se acusa en todos los sentidos”.
La enfermera Álvarez, que cuenta con una plaza fija, reconoce que no todos sus compañeros cuentan con las mismas posibilidades en un ámbito en el que se encadenan contratos sin cesar entre los jóvenes que empiezan. Con todo, asegura que su jornada laboral siempre es “estresante”. “Aparte de todo el cansancio mental y físico que arrastramos de la pandemia, tenemos que estar cubriendo bajas. Antes no había personal que contratar y ahora no hay dinero. Llega un momento que dices: 'Hasta aquí he llegado'. Nos están maltratando”.
Para Cobos, del Consejo General de Enfermería, una de las cosas que más preocupa es que durante y tras la pandemia “el cansancio de las enfermeras ha provocado que muchas abandonen sus puestos de trabajo”. “Hasta el 50% de las enfermeras y enfermeros durante la pandemia se plantearon dejar la profesión”.
Desde SATSE piden “escuchar a los profesionales” y que de una vez por todas se demuestre “que la sanidad importa”. “Estamos muy decepcionados con todos los grupos políticos y con todas las administraciones generales”, zanja García. Para Forcada, la mejor manera de demostrar que la Sanidad importa pasa por lo económico. “Pagar más y dar mejores condiciones en los puestos de trabajo. Siempre nos queremos equiparar en muchas cosas a Europa. Pues equiparemos los sueldos”, concluye.