Cuatro baños para 210 alumnos de ocho grupos distintos. Una profesora que atiende 12 clases supuestamente aisladas distintas. Comedores con el espacio limitado. Hermanos en clases diferentes pero durmiendo en la misma habitación en casa. Los llamados grupos burbuja, o de convivencia estable, preocupan a los profesores. Muchos ven prácticamente inviable cumplir con el aislamiento aún dentro de los colegios, en un entorno controlado. Del tiempo fuera del colegio ni hablan.
Vaya por delante que en este tema hay tantas realidades como centros. Que lo que se cuestiona no es tanto la idea como su ejecución. “La idea puede estar bien, yo no cuestiono las decisiones de Sanidad porque no estoy en condiciones”, resume Francisco García, secretario general de CCOO. “Pero las condiciones reales la hacen poco realizable y los directores cuentan que mantener las burbujas va a ser tremendamente complicado”, añade. Explica García que el problema fundamental que encuentra es el tamaño de los grupos. “Los expertos hablaban primero de grupos de 10 o 12. Ya estamos por 20. Es poco abordable así”, comenta, y recuerda el ya famoso estudio de la Universidad de Granada que sostiene que un grupo de 20 escolares puede llegar a tener unos 800 contactos cruzados en dos días.
Los grupos burbuja consisten en crear unidades de convivencia estable, en teoría estancas, en las que un grupo de alumnos (que se ha fijado en 20, con más o menos rigidez según dónde) solo se relaciona y tiene contacto entre sí. La idea es que sean lo más cerrados posibles, profesores incluidos, para reducir al mínimo las posibilidades de contagio y, en caso de que haya uno, facilitar la labor de rastreo y aislamiento del resto de miembros. Toda la vuelta al colegio se ha construido sobre esta base.
“Es una mentira”, dice menos diplomática la docente tuitera murciana Maestra Enfurecida. “Ellos quieren burbujas low cost y eso no vale para nada”, sostiene en alusión a que no se han contratado suficientes profesores para hacer los grupos más pequeños ni se han habilitado espacios. Los sindicatos llevan semanas denunciando que apenas se ha contratado o anunciado la contratación de 30.000 docentes extra, la mitad del mínimo que calculan necesario. Los grupos de Whatsapp de docentes, que han proliferado como setas este verano para coordinar protestas y compartir situaciones, arden con este tema.
El curso acaba de empezar y la previsible evolución de la pandemia probará la funcionalidad real de estos grupos más temprano que tarde. En Madrid, de hecho, el primer día de clase ya ha habido que aislar a toda una clase de un colegio por un posible positivo. Las pregunta subsiguiente sale casi sola: ese alumno, ¿tiene hermanos? En su caso, ¿se le aísla solo a él o también a todo su grupo?
“Van a funcionar... dentro del colegio”
Vicente Mañes, presidente de Fedeip (la Federación de Asociaciones de Directivos de Centros Educativos Públicos de Infantil y Primaria), aporta una visión medio optimista: “Los grupos burbuja van a funcionar, pero dentro del colegio. Otra cosa será cuando salgan. Pero en los centros estamos muy concienciados con el tema”, asegura. Quizá influya en su visión dar clase en la Comunidad Valenciana, la que más pronto tuvo un plan educativo preparado y contrató a sus profesores de refuerzo. En otras regiones, explican algunas fuentes consultadas, los colegios no tienen ni al personal de limpieza todavía (clave para, por ejemplo, limpiar los servicios entre usos).
En el colegio público Jaime Vera, en el distrito madrileño de Tetuán, han diseñado un plan de grupos burbuja que depende en gran medida de los niños que usen el servicio de comedor. Para los casos de 1º y 2º de Primaria, los grupos no se mezclarán y tendrán un máximo de 20 alumnos, pero en Infantil, 3º y 4º, y 5º y 6º de Primaria se han visto obligados a crear otro “mixto” que mezcla alumnos de distintas edades, una novedad permitida este curso por la Comunidad de Madrid.
En cuanto a los baños, otro de los elementos delicados, Cánovas asegura que “no hay mayor problema”, ya que cuentan con los suficientes como para que haya uno por cada dos aulas. “Además, están muy cerca de la clase, lo ideal es que no vayan sin la compañía de su tutor y, si tienen que hacerlo, hemos diseñado un sistema de semáforo para que sepan cuándo pueden entrar y cuándo no para que no coincidan más de un niño o niña por vez”, explica optimista. Tampoco en el patio, que ha sido delimitado por zonas, clases y horarios para que “no se mezclen entre grupos de convivencia”.
Pero no en todos los centros tienen tantas posibilidades materiales. Sonia, docente en Sevilla, explica que en su colegio hay seis aseos para más de 300 niños. 50 alumnos de Primaria por cada baño, pero solo se pueden mezclar entre ellos. En teoría, entre el uso de un grupo y otro tienen que desinfectarse, lo cual ya plantea dudas. ¿Se van a establecer turnos para que los pequeños utilicen el baño? ¿Se le va a pedir a un niño de ocho años que espere, que no le toca?
¿Qué pasa con los profesores especialistas?
También el uso de los profesores especialistas genera intranquilidad. Estos maestros, de materias como Música, Educación Física, Religión, Francés o Inglés, se mueven habitualmente entre las distintas clases, que pueden conjugar o no con una tutoría. Es el caso de Sonia. “Atiendo desde 1º a 6º de Primaria, las dos líneas del colegio. Son 12 clases distintas, ya está roto el grupo burbuja”, explica. “Por mucho que los equipos directivos quieran, que no es que no quieran, si no hay infraestructuras ni profesores de refuerzo...” no termina la frase por obvia.
En el Jaime Vera, de Madrid, sucede algo similar. En el caso de las asignaturas de Música y Educación Física, cada grupo burbuja se dirigirá a aulas específicas que serán “desinfectadas” después de la clase antes de la llegada de los siguientes alumnos. Con lo que no existe alternativa es con las clases de apoyo y de grupos TDA (Trastorno de Déficit de Atención), en los que se mezclarán niños de distintas clases. “Cada tutor les acompañará a la clase especial para que no vayan pululando por ahí”, explica la responsable COVID del centro.
Mañes, director de un colegio en Valencia, cuenta que “con la flexibilización de las medidas ahora se permite la entrada con equipo de protección por parte del profesor con mascarilla y distancia, sin interactuar físicamente con los niños. Antes no se podía”.
Al final, cada centro se está buscando la vida. Unos intentan mantener la estanqueidad aunque la norma les permita romperla con los profesores, otros se agarran a lo que pueden. Algunos centros, como el Intermunicipal de Barcelona, han decidido suprimir algunas asignaturas optativas para evitar esta circulación de profesores entre clases. El centro decidirá por su cuenta qué asignaturas cursa cada grupo. Otros, como el María Guerrero de Madrid, van a intentar ofrecer optativas solo para dos grupos, que alternarán la presencialidad con la distancia para no coincidir. Mañes, en Valencia, explica que también cuentan con la opción de las clases semivirtuales, en las que el profesor da clase en el mismo centro, pero a distancia. Tantas soluciones como centros.
Las aulas-canguro de Murcia para conciliar
En Murcia, una de las comunidades autónomas que más problemas está teniendo para organizar la vuelta a clase, al menos si atendemos al hecho de que retrasaron el inicio una semana respecto a las demás, la propuesta de la consejera del área, Esperanza Moreno (PP), ha sido dejar fuera del centro escolar cada día al 20% del alumnado, que se quedará en su casa, para al menos cumplir con esos 20 alumnos por grupo. “Despedir a los alumnos”, lo ha llamado la portavoz de Podemos en la Asamblea regional, María Marín.
Y aquí se abre otro posible agujero en los grupos burbuja. Para los escolares de las familias más vulnerables, la Consejería de Política Social ha propuesto aulas-canguro, que tendrán que gestionar los ayuntamientos, donde los niños “tengan un espacio y sus padres o tutores puedan conciliar bajo criterios visados por sanidad, sin ser un sustitutivo de los colegios”, explican fuentes de este departamento a elDiario.es Región de Murcia.
Un primer borrador al que tuvo acceso este periódico no contemplaba ninguna pauta higiénicosanitaria para estos grupos, aunque el Gobierno murciano asegura que ya no tiene validez. El caso es que “no ha llegado nada de nada, ningún protocolo, y estamos a cinco días de que empiecen las clases”, se queja el concejal de Educación de Mula, Diego Boluda. “No tenemos ningún preaviso para organizar estas aulas, no sabemos qué tenemos que hacer”, y se pregunta quién va a ser el responsable de los contagios en el aula-canguro, donde podrían tener que mezclarse niños de distintas clases y distintos colegios. “Se habla de los grupos burbuja en el colegio, ¿pero y en este espacio, cómo lo vamos a hacer?”. Según la Consejería de Política Social, sin embargo, se tratará de aulas con un control de los asistentes y que seguirán unos criterios sanitarios. “Si se pueden organizar aulas-canguro, ¿por qué no organizar directamente más aulas para los niños de Murcia?”, se pregunta Paqui López, de la FAPA Juan González, que aglutina a más de 500 organizaciones asociadas en la Región.
Otros elementos que pueden influir en el correcto desarrollo de los grupos burbuja son los comedores, el transporte escolar o el personal de limpieza. Se da la circunstancia además, por ejemplo en el último caso, de que estos pueden depender de los ayuntamientos y no de las consejerías. Más lío. En algunas regiones en las que aún no han empezado las clases, este personal ni siquiera han llegado a todos los centros. Con el transporte escolar sucede algo parecido, y mala solución tiene: ¿se va a poner un autobús para cada grupo?