Una diputada que defiende la eficacia de la homeopatía y un diputado que cita un estudio científico inexistente para defender que los toros no sufren durante la lidia. En apenas dos días, el Boletín Oficial del Congreso de los Diputados ha recogido sendas aseveraciones que, vestidas con bata blanca, han tratado de pasar por científicas cuando carecen del más mínimo rigor exigible, pura pseudociencia. Inexactitudes e incluso mentiras se dicen en ocasiones en el hemiciclo, pero en estos casos coincide la intención de manipular inventando la existencia de “estudios”.
Nada funciona mejor que ese reclamo publicitario de “probado científicamente”, debieron pensar Teresa Jordà (ERC) y Juan Manuel Albendea (PP) al encarar el micrófono ante el hemiciclo. Comenzó la diputada del Grupo Mixto el miércoles 25, interpelando desde su escaño a la ministra de Sanidad: “¿Piensa el Gobierno español regular las terapias naturales (acupuntura, osteopatía, homeopatía, naturopatía, etc.) para dotar de seguridad a la ciudadanía en esta rama de atención a la salud?”.
Jordá defendió (PDF) que “si en lugar de un problema de cadera el rey tuviera un problema de hemorroides”, le recomendaría que “se tratara mediante acupuntura o lo hiciera mediante homeopatía, que es igualmente eficaz y más barato”, dando por hecho que existe algún tipo de justificación para su argumento evidenciada con estudios científicos. La diputada, argumentando que es más económico su uso que el de medicinas convencionales, abogaba por “su incorporación como cobertura básica del servicio de salud”.
Gracias a presiones como la que pretende ejercer Jordà, España cuenta con un informe oficial (PDF), redactado por el Ministerio de Sanidad, que señala de forma contundente que “las revisiones realizadas concluyen que la homeopatía no ha probado definitivamente su eficacia en ninguna indicación o situación clínica concreta, los resultados de los ensayos clínicos disponibles son muy contradictorios y resulta difícil interpretar que los resultados favorables encontrados en algunos ensayos sean diferenciables del efecto placebo”.
En ese contexto, quizá sorprendió más la respuesta que dio la ministra del ramo, Ana Mato, quien se mostró favorable a regular el uso de homeopatía y otras terapias alternativas (desdeñadas en el informe de su propio departamento por inútiles). Hace más de un año, Mato defendió que “medicamentos para afecciones leves podrían ser sustituidos por cualquier otro producto muchas veces natural”, levantando un revuelo considerable. El debate sobre la regulación de estos remedios no es nuevo y la mayoría de los organismos que apuestan por hacerlo buscan que, ya que no curan, al menos no se perjudique la salud de la población con productos sin supervisar y que pudieran contener cualquier cosa.
La Organización Mundial de la Salud, por ejemplo, reclama que se regulen los preparados homeopáticos: “Generalmente se da por hecho que la seguridad de los medicamentos homeopáticos no debería ser una gran preocupación ya que estos medicamentos son a menudo altamente diluidos cuando se administran. No obstante, esto no es siempre así. La gran variedad de materiales utilizados (plantas medicinales, animales y materiales humanos, agentes patógenos, así como minerales y productos químicos) y otros aspectos técnicos de la producción y fabricación de los medicamentos homeopáticos pueden constituir posibles riesgos para su seguridad”, explica un documento (PDF) sobre estos remedios publicado por la OMS.
Eso, en cuestiones más genéricas y para dolencias menos graves como las hemorroides que Jordà atribuía hipotéticamente al rey Juan Carlos I. Porque la OMS advierte contra el uso de la homeopatía para otro tipo de enfermedades más graves, como la tuberculosis, el sida o la malaria. No es la primera vez que las Cortes se enfrentan a este debate de la “regulación” de terapias alternativas con poco respaldo científico a sus espaldas. Uno de los últimos en defenderlo fue el senador del PNV Iñaki Anasagasti, quien reclamaba que la quiropráctica contara incluso con titulación universitaria propia.
Los toros no sufren
Este jueves, el diputado Juan Manuel Albendea subió al estrado del Congreso a defender la Iniciativa Legislativa Popular (PDF) que persigue “blindar” la tauromaquia como Bien de Interés Cultural para que no vuelva a ser prohibida como sucedió en Cataluña. El más llamativo de sus argumentos fue que el toro no sufre durante la lidia según “las conclusiones de un estudio de cinco años” realizado por el director del departamento de Fisiología Animal de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid, Juan Carlos Illera.
Según este celebérrimo estudio, que ha sido defendido en varias ocasiones tanto en el Parlament de Catalunya como en el Congreso de los Diputados, el profesor Illera recogió muestras de sangre con un microchip implantado en toros para medir los niveles de determinados agentes segregados por su propio cuerpo, como betaendorfinas, que “bloquean los receptores del dolor hasta que llega el momento en que dolor y placer se equiparan y el sufrimiento puede llegar a ser casi nulo”, según resumió ante la Cámara el diputado Albendea.
El problema es que ese estudio no existe. O no existe como debería existir cualquier estudio que se precie: publicado en alguna revista especializada. El profesor Illera, que desde que planteó su tesis en 2007 no se ha perdido una conferencia de tauromaquia en España o América Latina, no tiene nada publicado al respecto, a pesar de lo revolucionario de su afirmación: el toro es la única raza animal que genera una “respuesta neuroendocrina” que le hace inmune al dolor. Únicamente publicó en la revista de su facultad, sin los exigentes filtros de las revistas científicas de primer nivel, un “estudio preliminar” en el que exponía su tesis: “Las corridas de recortes [en las que nadie inflige ningún daño físico al animal] son más estresantes para los toros que la lidia normal”. Sobre el dolor, nada concluyente.
En ese trabajo preliminar, así lo reconoce en el propio título, las muestras de sangre se recogían de toros muertos en Las Ventas, hasta un total de 180. Según sus conferencias, ya llevaría más de 1.500 toros analizados mediante un microchip que él activa en distintos momentos de la lidia para recoger muestras de sangre, pero sigue sin publicar sus resultados. Han pasado seis años desde aquel estudio preliminar y muchos políticos siguen agarrándose a su tesis, que nunca se ha enfrentado al examen de sus colegas en una revisión por pares de una publicación especializada.
El casco tántrico y San Cristóbal
Afortunadamente, no es muy habitual que se dé una coincidencia como la de esta semana, en la que en dos días seguidos se quiso vender política como ciencia. Ya es casualidad que también el miércoles el ministro de Industria, José Manuel Soria, defendiera el huso horario de Canarias amparándose en que el meridiano de Greenwich para por el archipiélago. Un disparate que tiene una explicación peculiar: para muchos canarios es motivo de orgullo saber que durante más de dos siglos, los franceses colocaron el meridiano 0 en la punta más occidental del archipiélago canario, Punta de Orchilla. El meridiano base abandonó Canarias por una razón: se estableció Greenwich como referencia y ya no pasa por las islas.
En el Congreso también se ha hablado del peligro para la salud de los campos electromagnéticos a petición de Gaspar Llamazares (PDF), incluso años después de que se estudiara en comisión el asunto con la presencia de las principales operadoras y expertos en la materia. La ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, llegó a invocar la ayuda de la Virgen del Rocío para salir de la crisis.
Aunque seguramente el asunto más peculiar que haya llegado a las Cortes fuera el “casco tántrico”, diseñado por monjes budistas del monasterio de Garraf y presentado por la Dirección General de Tráfico (DGT) para salvar la vida de los motoristas. “Necesitamos un poco de ayuda de filosofía oriental”, decía el director de la DGT, Pere Navarro, sobre un casco que cuida la cabeza, mejora la espiritualidad y reparte paz por el mundo, según estos monjes. Este casco motivó algunas de las preguntas más divertidas que se han realizado al Gobierno en el Congreso, obra del diputado Llamazares:
- ¿Qué informaciones, estudios o investigaciones relevantes tiene el Gobierno para avalar y respaldar desde la Dirección General de Tráfico la eficacia del denominado «casco tántrico» para motoristas y las supuestas influencias positivas de los colores dorado y azafrán, los mismos que los de los hábitos budistas, así como el símbolo del Kalachakra, la «Rueda del Tiempo», y el contacto con la coronilla de la cabeza (donde residiría el hipotético chakra más importante) de un bordado que representa el mantra de Manjushri?
- ¿Tiene previsto el Gobierno fomentar y respaldar alguna campaña de seguridad vial basada en la supuesta conducción segura que ampara San Cristóbal según la tradición de la iglesia católica?
- ¿Tiene previsto el Gobierno fomentar campañas de seguridad vial con la presencia y el respaldo de la Dirección General de Tráfico en la que se consideren los diversos amuletos, creencias y supersticiones de diversas culturas que conviven en nuestro país?
El Gobierno respondió lacónico: “La iniciativa fue considerada como una aportación más, sin que pueda atribuirse a las declaraciones del Director General de Tráfico un «aval» o «respaldo» a las influencias de su simbología”.