“Parecía como si estuviera contemplando un mundo del que no formaba parte”. En mayo de 1957 el matrimonio de Valentina y Gordon Wasson describieron en la revista Life sus experiencias consumiendo hongos alucinógenos en México y lanzaron a la fama aquellas setas que producían visiones extraordinarias y parecían permitir una conexión con una realidad más profunda. Solo un año después, el químico Albert Hofmann —que había descubierto anteriormente el LSD— identificó la psilocibina como uno de los compuestos activos de estos hongos, y la sustancia quedó asociada durante décadas a la psicodelia y la contracultura.
Tras superar años de estigma y prohibición, estos compuestos psicoactivos empiezan a abrirse paso en el mundo de la medicina a través de diversos ensayos clínicos para tratar enfermedades mentales, con efectos prometedores. En Australia se ha autorizado su uso y en algunos ensayos se ha visto que puede producir un alivio de los síntomas de depresión, adicción y ansiedad, pero los mecanismos por los que actúa en el cerebro todavía se desconocen.
Un equipo de investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Washington en St. Louis, liderado por el especialista Joshua Siegel, ha realizado ahora un ensayo controlado aleatorio con siete voluntarios sanos entre 18 y 45 años cuyo resultado se publica este miércoles en la revista Nature. Para la prueba, los autores registraron la actividad cerebral de los sujetos mediante resonancia magnética antes y después de tomar una dosis alta de psilocibina (25 mg). Cada participante se sometió a un promedio de 18 exploraciones cerebrales de resonancia magnética funcional en los días o semanas anteriores, durante la ingesta y hasta tres semanas después de sus experiencias con la psilocibina, y cuatro participantes regresaron seis meses después para repetir el experimento.
La disolución del “yo”
Lo que vieron los investigadores es que el consumo de una sola dosis de psilocibina provocó cambios profundos y generalizados (aunque no permanentes) en las redes funcionales del cerebro, desincronizando diferentes regiones de la corteza cerebral y zonas más profundas. En concreto, las pruebas de neuroimagen mostraron que la llamada red neuronal por defecto, un grupo de regiones neuronales que se activan cuando el cerebro no está trabajando en nada en particular, se desincronizaba respecto al hipocampo anterior, una región involucrada en la creación de nuestro sentido del espacio, el tiempo y el yo. Después de perder esta sincronización, la red se restableció cuando los efectos agudos de la droga desaparecieron, pero durante semanas se mantuvieron pequeñas diferencias con respecto a los escáneres previos a la psilocibina. Mientras tanto, en el grupo de control, al que se suministró otra sustancia piscoestimulante (metilfenidato), la red neuronal por defecto se mantuvo estable.
El sistema que alberga la capacidad del cerebro de pensar sobre uno mismo en relación con el mundo se desincroniza totalmente de manera temporal
Para los autores, estos hallazgos brindan una explicación neurobiológica de los efectos alucinógenos de la sustancia y sientan algunas de las bases para el desarrollo de terapias basadas en psilocibina para enfermedades mentales como la depresión y el trastorno de estrés postraumático. “La idea es que se toma este sistema que es fundamental para la capacidad del cerebro de pensar sobre uno mismo en relación con el mundo y se lo desincroniza totalmente de manera temporal”, asegura Siegel. “A corto plazo, esto crea una experiencia psicodélica. La consecuencia a largo plazo es que hace que el cerebro sea más flexible y potencialmente más capaz de alcanzar un estado más saludable”.
Según los autores, estos efectos podrían explicar parcialmente las experiencias de los individuos, tanto las alucinaciones y la pérdida del ‘yo’ que relataban los Wasson en los años 50 como el resultado de los ensayos clínicos donde personas con depresiones que no responden al tratamiento mejoran en poco tiempo. Normalmente, recuerdan, la red cerebral funcional de cada individuo es tan distintiva como una huella dactilar, pero en este caso la psilocibina distorsionó las redes cerebrales de manera tan completa que todos se parecían entre sí y ya no era posible identificar a los individuos hasta que desaparecían los efectos agudos. “Su individualidad se borra temporalmente”, sostiene Nico UF Dosenbach, profesor de neurología y coautor del estudio. “Esto confirma, a nivel neurocientífico, lo que la gente dice sobre perder el sentido de sí misma durante un viaje”.
Un cerebro más maleable
Para el especialista Petros Petridis, estos resultados aportan pruebas convincentes de que la actividad cerebral desincronizada subyace al estado psicodélico agudo y podría contribuir a cambios persistentes en la actividad neuronal en las regiones cerebrales responsables de controlar el sentido de identidad, las emociones y la narrativa vital de una persona. “Esto tiene implicaciones clínicas significativas porque sugiere que la psilocibina podría hacer que el cerebro sea más maleable, lo que podría ser beneficioso para las personas que sufren patrones rígidos de pensamiento y comportamiento desadaptativos”, escribe en un artículo de análisis en la revista Nature.
Guiomar Niso, jefa del Grupo de Neuroimagen del Instituto Cajal del CSIC, considera que es un estudio bonito y bien realizado. “Es verdad que la muestra de seis voluntarios es pequeña (había 7, pero a uno lo excluyeron), por lo que siembre hay que tener cautela con los resultados”, advierte. “Por otro lado, me parece interesante el estudio en el tiempo que han hecho, pera ver los cambios más persistentes”. La investigadora también recuerda que en el pasado ha habido algunas críticas a la metodología en este tipo de estudios sobre el efecto de la psilocibina, pero como los autores se han limitado a registrar los efectos de la sustancia en el cerebro, sin entrar en las aplicaciones clínicas, cree que en esta ocasión “se han curado en salud” y han sorteado las críticas.
Para Antonio Oliviero, jefe de Neurología del Hospital Nacional de Parapléjicos (Toledo), lo más interesante es que la psicocibina sea capaz de alguna forma de desestructurar completamente la conectividad funcional entre diferentes áreas y que esto sea responsable de sus efectos psicodélicos. “Recuerda un poco a la teoría de Rodolfo Llinás, de que el estado natural del cerebro es producir sueños, pero luego la realidad y los sentidos lo modifican en un estado diferente”, señala. “Han encontrado una conexión entre la organización cerebral y los efectos terapéuticos que se mantienen en el tiempo, lo cual me parece relevante para el tratamiento en personas con depresión o ansiedad”, opina José Ángel Morales-García, investigador científico en enfermedades neurodegenerativas y Profesor de la Facultad de Medicina, Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Pero aún es un poco prematuro para hacer afirmaciones muy categóricas, por lo que son necesarias investigaciones futuras donde se puedan replicar los resultados en un mayor número de participantes”.
Víctor Pérez Solá, director del Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Hospital del Mar de Barcelona, cree que se trata de un estudio muy valioso e interesante. “Los autores ven que la psilocibina induce efectos muy rápidos en la red neuronal en reposo que se mantienen durante dos y cuatro semanas, y llama mucho la atención que una dosis única pueda durar tanto”, asegura. A su juicio, esto tiene relación con el efecto que se ven en la práctica clínica, cuando los enfermos mejoran en poco tiempo, en unas horas y el efecto dura varios meses, como pudieron comprobar él y su equipo en un ensayo clínico con esta sustancia realizado hace un año con más de doscientos pacientes.
La psilocibina induce efectos muy rápidos en la red neuronal en reposo que se mantienen durante dos y cuatro semanas, y llama mucho la atención que una dosis única pueda durar tanto
Otro aspecto interesante, destaca el especialista, es que el estudio ha demostrado que esta desincronización entre regiones cerebrales está relacionada con la experiencia psicodélica. “A los que no alucinan —explica— la red se les modifica mucho menos”. En cuanto a la afirmación sobre la “disolución de la individualidad”, cree que los autores se han excedido en la interpretación poética de sus resultados. “El efecto de la psilocibina tiene diferentes fases, alucinatoria, mística y la fase de disolución del yo, que es la del efecto máximo. Este es un efecto subjetivo con el que los autores hacen un paralelismo, a partir del hecho de que todos los sujetos tengan una red similar, que me parece un poco exagerado”.
“A pesar de este resultado, todavía no sabemos por qué estas sustancias son capaces de hacer algo que durante años buscamos y no encontramos, que es que con una dosis única haya un efecto inmediato y sean capaces de mejorar, por eso hay que ser cautelosos y seguir todos los pasos para su aprobación”, subraya el doctor Pérez Solá. En la misma línea, los propios autores advierten de que se necesitan más investigaciones en participantes con depresión para probar la utilidad de la psilocibina como antidepresivo o tratamiento para otras afecciones de salud mental. Y enfatizan que las personas no deben interpretar su estudio como una razón para automedicarse con hongos alucinógenos, ya que aún no está aprobado como tratamiento y existen riesgos al tomarlo sin la supervisión de expertos en salud mental.