Quimio, radio y psicóloga: la salud mental (también) es importante para afrontar el cáncer

Néstor Báez

31 de enero de 2021 21:39 h

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Verónica tenía 44 años cuando le diagnosticaron cáncer de mama. Se lo dijeron en un pasillo lleno de gente, de pie y sola. “La vida te la ponen en pausa y lo primero que piensas es ¿me voy a morir?”, explica, a la vez que lamenta que en ese momento de primer impacto nadie le ofreciera ningún tipo de asistencia psicológica. Tuvo que ser ella la que pidió ver a un psicólogo, pero, mala suerte, era agosto y la única profesional del Hospital Clínico San Carlos de Madrid estaba de vacaciones.

El cáncer provoca un sufrimiento psicológico que llega a niveles clínicos en la mitad de las personas que lo padecen y viene acompañado de trastornos en más del 30% de los casos, según un estudio de la Asociación Española Contra el Cáncer. También señala que los pacientes oncológicos tienen tres veces más riesgo de sufrir una depresión que el resto de la población. 

A pesar de esto, en la mitad de los hospitales públicos de nuestro país no existe un recurso del área de salud mental que esté especializado en pacientes con cáncer, una carencia que se eleva hasta el 62% de los hospitales más pequeños, según el mismo informe de la AECC.

El Consejo de la Unión Europea, en un documento publicado en 2008, ya afirmaba que se debe incorporar la atención psicológica en todas las fases del tratamiento del cáncer “para lograr resultados óptimos”. En España, la Estrategia en Cáncer del Sistema Nacional de Salud, actualizada por última vez en 2010, contempla la atención psicológica como el principal objetivo dentro del apartado de Calidad de Vida. 

“A día de hoy la situación es bastante deficitaria básicamente porque muy rara vez existe algún servicio de psicooncología dentro del entorno hospitalario”, lamenta Carmen Yélamos, coordinadora de psicooncología de la AECC. Son precisamente asociaciones como estas las que se tienen que hacer cargo de ofrecer a los pacientes y sus familiares, que en muchas ocasiones presentan unos trastornos más graves, la atención psicológica que no encuentran en los hospitales.

La principal consecuencia emocional del cáncer es el distrés, un estado de angustia y malestar provocado por la incapacidad de adaptarse a una situación de amenaza que afecta a más de la mitad de las personas que padecen un cáncer. Puede durar meses, incluso años, y desembocar en trastornos adaptativos del estado de ánimo, ansiedad y depresión. Además, los psicólogos advierten de otros problemas como trastornos sexuales, de alimentación o de comportamiento, este último muy común en los niños. 

Las responsables de estos tratamientos son las comunidades autónomas, lo que hace que la atención no sea igual en todos los territorios, ya que cuatro comunidades no cuentan con ningún tipo de planificación para el cáncer. Algunas como Euskadi o Catalunya sí que abordan la atención psicológica por profesionales públicos, mientras que otras como Navarra tienen unos modelos basados en la colaboración con distintas ONGs.

“Estás en un shock. No escuchas ni la mitad”

Verónica acudió a la AECC, que cuenta con un programa para el primer impacto: “Estás tan en shock que no escuchas la mitad de lo que te dicen, de hecho, no me enteré de que me daban quimio hasta tres días después”, dice mientras se queja de que no sea algo que se proponga automáticamente: “A mi no me pueden estar contando todo esto y no decirme que voy a tener a alguien con quien hablar”.

Organizaciones como la AECC cuentan con psicólogos contratados para que el paciente reciba un servicio totalmente gratuito. En algunos casos, como el de Navarra, estos profesionales están en el propio complejo hospitalario, aunque en otras comunidades el paciente tiene que ser derivado a la sede de la asociación. En cualquier caso, son asociaciones sin ánimo de lucro las que han de hacerse cargo en muchos casos de un tratamiento que se considera fundamental para afrontar el cáncer.

A pesar de esto, “la derivación que se hace desde los servicios de oncología es muy escasa”, se queja Yélamos, que recalca la importancia de que estos profesionales estén integrados en los servicios de oncología y trabajen mano a mano con los responsables de este campo.

Al contrario que a Verónica, a Mayte sí que le ofrecieron el servicio desde el Hospital Fundación de Alcorcón, pero para derivarla a la AECC, ya que en el complejo no se contaba con ningún profesional en el momento en que le descubrieron un cáncer de mama.

“Te dicen que puedes volver a tu vida normal, a tu vida antes del cáncer, pero tu vida no es igual, tu vida ha cambiado completamente”, explica. Y es que en este caso solicitó la ayuda psicológica una vez superado todo el proceso y ante el vértigo que supone volver a una normalidad que, después del cáncer, ya no lo es.

La atención psicológica puede marcar la diferencia entre que “salgas del cáncer diciendo que la vida es maravillosa o te quedes con una depresión por la que no vuelves a levantar cabeza nunca”, cuenta Verónica, que añade que se trata también de prevención y que la inversión en este tipo de servicios sería beneficioso incluso para la Seguridad Social, ya que la gente que a causa del cáncer se queda “psicológicamente hecha una piltrafa” es gente que tendrá más enfermedades después.

Si la situación de este tipo de tratamientos ya era deficitaria, el COVID no ha hecho más que agravarla: “Ha sido complicado, el confinamiento fue muy duro”, cuenta Yélamos, que explica que dada la situación se han visto obligados a poner en marcha desde la asociación un servicio de videoconsulta que “fue esencial durante los meses de confinamiento”.

“Las ratios de salud mental están muy por debajo de la media”

La psicóloga clínica del Hospital Universitario de Canarias, Rosana Souto, explica que la mayor parte de las peticiones se producen en el momento del diagnóstico y el impacto inicial y una vez finalizada la primera fase del tratamiento, cuando “el paciente tiene que empezar a vivir a plazos”. Y es que es en ese momento cuando finaliza la “sensación de que el paciente está haciendo algo por la enfermedad” y aparecen las secuelas que los tratamientos han dejado tanto a nivel físico como mental.

Ella es una de las responsables del programa especializado en psicooncología que desde hace más de 20 años lleva funcionando en algunos hospitales de Tenerife. Su unidad está formada por tres profesionales, además de rotantes externos, que están en contacto permanente con los profesionales de oncología y se encarga de ayudar a los pacientes con cáncer que presenten cualquier tipo de alteración emocional. 

Eso sí, aclara que las citas no son tan frecuentes como les gustaría y que es un servicio muy modesto que no es capaz de gestionar toda la demanda: “Las ratios de atención en salud mental están muy por debajo de la media europea y necesitaríamos mucha más dotación de personal”.

¿“Luchar” contra el cáncer?

“Es una herramienta más en el tratamiento del cáncer para que el que se vaya morir y su entorno lo hagan con calma y para el que lo supere tenga una calidad de vida adecuada”, dice Verónica a la vez que rechaza en todo momento utilizar la terminología bélica a la que estamos acostumbrados para hablar de esta enfermedad: “No es ninguna batalla que tú hayas decidido luchar, es una bomba que te cae encima, y este vocabulario no hace más que culpabilizar al paciente”.

Lo mismo opina la psicóloga Souto, que cree que “esta actitud de positivismo extremo es una carga que tienen que añadir las personas con cáncer y les provoca muchísimo estrés, porque sienten que si no están contentos están perjudicándose”.

La AECC cifra en alrededor de 30.000 los pacientes que tienen que atender cada año en la asociación. Consideran que es “una demanda claramente identificada que los enfermos tienen que cubrir como pueden”, ya que las instituciones no aportan los recursos necesarios para una parte que, en muchos casos, es vital para el tratamiento de una enfermedad que afecta más allá de lo físico porque, como dice Verónica, que tiene ahora 49 años: “Sabes que la vida te puede cambiar con una frase de alguien”.