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Ni reapertura ni cierre: el mal tiempo gana la penúltima batalla en la estación de esquí 'rebelde' de Navacerrada

Son las 8.50 de la mañana en Navacerrada, entre Madrid y Segovia, el termómetro sobre la puerta de la Venta Arias marca -3º y rachas de viento de 75 kilómetros por hora azotan el puerto. El bolígrafo, congelado, se niega a escribir sobre el cuaderno. Faltan diez minutos para la teórica reapertura de la estación de esquí declarada en rebeldía desde el año pasado y en el macroaparcamiento apenas hay un puñado de coches. La visibilidad es nula a más de 50 metros y las únicas almas que se atisban son una reportera de Telemadrid y su cámara peleando con la ventisca.

Navacerrada no ha abierto este viernes por el mal tiempo y, según vaticinan los pronósticos y se temen algunos trabajadores, no tiene pinta de que vaya a hacerlo los próximos días. La primera batalla por la estación de esquí de Navacerrada, que el Ministerio de Transición Ecológica ha mandado cerrar pero los gobiernos autonómicos del PP de Castilla y León y Madrid defienden mantener abierta aunque los terrenos son del Gobierno y la concesión está vencida, la ha ganado la borrasca.

Había expectación con lo que podía ocurrir este 3 de diciembre en la estación de esquí tras el pulso entre el Ejecutivo central y los autonómicos, pero finalmente no pasó nada. El Organismo Parques Nacionales, dependiente del Ministerio de Transición Ecológica (MITECO) y propietario del monte sobre el que se levanta la estación, decidió el pasado marzo que no renovaría la concesión de 25 años firmada en 1996 que permitía operar a la estación ante “el grave problema de saturación y de acceso” que supone para una zona de alto valor que los fines de semana se llena de visitantes hasta el punto de, en ocasiones, formar atascos kilométricos desde primera hora de la mañana en la carretera que lleva al puerto.

Desde el primer momento, el MITECO se encontró con la oposición de los presidentes regionales Alfonso Fernández Mañueco e Isabel Díaz Ayuso, que se apuntó a la batalla aunque esta se libra sobre el Pinar de Valsaín, en tierras castellanoleoneses. La vertiente madrileña de la estación, que está a caballo entre ambas autonomías, también tiene la concesión caducada desde hace dos años, pero en este caso el terreno pertenece a la Comunidad y sobre esta parte no hay disputa.

Para el Ministerio la ocupación es ilegal, por lo que pidió a la Justicia que no permitiese la apertura de la estación. Pero el juzgado rechazó las medidas cautelarísimas que había solicitado el Gobierno –no vio urgencia para cerrar unas instalaciones que llevan décadas abiertas– mientras decide sobre el fondo de la cuestión.

Enfado de unos, división de opiniones de otros

Los pocos trabajadores de la estación que se dejan ver en esta gélida mañana se muestran enfadados por la decisión del Ministerio, aunque declinan hacer muchas declaraciones porque les han pedido que se mantengan callados. “Solo sé arreglar telesillas, ¿qué voy a hacer si cerramos? ¿Me voy al Pirineo?”, expone su frustración un operario, que cuenta que tuvieron una reunión con la ministra Teresa Ribera de la que salieron sin soluciones. En la pista del Telégrafo, una de las tres de la vertiente segoviana que han de clausurarse, los remontes se mueven vacíos mientras otro trabajador les quita la nieve acumulada, que amenaza con dañar la estructura por el peso. Los cañones, sin los que las pistas son inviables por la creciente falta de nieve natural, hacen su trabajo mientras esperan clientes.

A pie de pista, José Conesa, socio y portavoz de la estación de esquí, atiende a la prensa presente en el puerto. “Somos cautos, la Justicia tiene que hablar”, empieza, e insiste en la idea que viene defendiendo la empresa desde abril: “Solo hemos recibido un oficio sin firma” comunicando el cierre, notificación que no consideran vinculante. El Ministerio niega esta versión, sostiene que el cierre se ha comunicado debidamente. Para Conesa, el menor de los problemas de saturación del puerto es la estación de esquí: “El problema con los atascos no es por la estación, nosotros tenemos unos 300 o 400 esquiadores en un día bueno de los 10.000 visitantes que pueden venir”.

A su lado, Julio Vias, ambientalista y miembro del patronato del Parque Natural Sierra Norte de Guadarrama, lo escucha con atención pero rechaza sus argumentos. “La estación ha causado al entorno un daño enorme, las cicatrices de las pistas de Guarramillas son muy visibles, han arrasado con la vegetación, enterrado cables, rodeado el lugar de una cerca para evitar que el viento barra la nieve, lo que tiene un gran impacto paisajístico. Hay pilonas de hormigón en mitad del monte de antiguos remontes abandonados que nunca se retiraron...”, enumera. “Eso es el daño directo, el indirecto es la masificación, que aunque no es solo responsabilidad suya significa miles de coches emitiendo CO2 a la atmósfera. Por no hablar de que la estación no es viable, en los últimos años han abierto de media diez días por temporada por falta de nieve”, repite un argumento que ha utilizado el MITECO para negar la renovación de la licencia.

Entre los pocos excursionistas que se van dejando ver según avanza la mañana hay división de opiniones. Gonzalo, madrileño que carga con sus esquíes en los hombros mientras se dirige a pie al alto de Guarramillas (conocido popularmente como la Bola del Mundo) para practicar esquí de montaña, explica que es favorable al cierre “por las aglomeraciones” y, aunque entiende el enfado de los trabajadores –una treintena, según la empresa–, sostiene que “para hacer una tortilla hay que romper huevos”.

En el otro lado del puerto, por la pista que conduce al popular camino Schmidt que discurre hasta el puerto de la Fuenfría, Concepción está a favor de que la estación se mantenga abierta porque “le da vidilla al puerto”. Ella es excursionista, no esquía, pero asegura que no le molestan las instalaciones, aunque reconoce que en los 30 años que lleva visitando Navacerrada la presión turística ha subido, “sobre todo, desde que Decathlon popularizó los deportes de montaña”. Gonzalo y Concepción, sin pretenderlo, sirven de portavoces de las dos visiones sobre esta polémica, y los argumentos que utilizan los repetirán indistintamente otros montañeros que se van acercando a Navacerrada según avanza la mañana.

De los “sanatorios de altura” al turismo de masas

La estación de esquí de Navacerrada se ubica a ambos lados del puerto del mismo nombre, que separa las provincias de Madrid y Segovia en la Sierra de Guadarrama. Este “no lugar”, como lo califica Julio Vias haciendo suyo un término acuñado por el geógrafo norteamericano James Howard Kunstler, es sitio de paso desde al menos el SXIII, explica este experto en la zona. Fue a principios de siglo cuando empezó a ganar popularidad como lugar de ocio y excursionismo, y en 1920 el Gobierno concedió una licencia al llamado Sindicato de Iniciativas del Guadarrama, que se reconvertiría en Sociedad Anónima Ferrocarril Eléctrico del Guadarrama, sobre los terrenos para construir “sanatorios de altura” para enfermos de tuberculosis, que rápidamente fue olvidada para proyectar la construcción de viviendas. En 1923, la inauguración del ferrocarril en el puerto abrió la puerta al turismo de masas en la Sierra de Guadarrama.

“Lo que vino después desbordaría todas las previsiones”, explica Vias mientras mira a su alrededor. Las edificaciones se multiplicaron: se levantaron hoteles, bloques de viviendas y los primeros remontes mecánicos para la práctica del esquí en los 50, que redoblaron la presión sobre el puerto. Los años 60 y 70 marcaron la época de máxima actividad de la estación de esquí, y en los 80 el puerto podía recibir un buen día a 20.000 personas.

La mejoría en las comunicaciones conllevó un traslado de muchos turistas a otras zonas, y la presión sobre Navacerrada fue cayendo. El lugar es hoy una amalgama de edificios abandonados, en ruinas y llenos de grafitis, comidos por la nieve y el hielo aquellos que no han sido tapiados. También se ha derruido alguno en el lentísimo camino hacia la recuperación de la zona. Entre los que se mantienen en pie abundan los carteles de “se vende”.

Aún así, hoy en día un buen fin de semana de invierno se juntan en el lugar entre 8.000 y 10.000 personas. El portavoz de la estación insiste en que el esquí no es culpable de la saturación y sostiene que su principal valor es “la posibilidad de iniciación en los deportes de invierno” de niños, y cifra entre 9.000 y 15.000 los menores que cada año acuden a aprender a sus pistas.

La empresa ha pedido que se alargue la concesión dos años para compensar las dos temporadas perdidas por la pandemia, pero de momento no ha obtenido respuesta. La Junta de Castilla y León se declaró no competente, explica Conesa, y le pasó la pelota a Parques Nacionales, que hizo lo propio hacia el Ministerio de Transición Ecológica. El plazo del MITECO para contestar concluía este viernes, pero por el momento la empresa no ha obtenido respuesta, aunque dada la decisión tomada el pasado marzo puede intuirse en qué sentido irá.

De vuelta a Madrid, Vias recuerda que en el cercano Puerto de los Cotos, apenas a seis kilómetros de Navacerrada, también había una estación de esquí hasta hace no tanto. Pero en 1999 se decidió desmantelarla. “Fue una actuación que marcó un hito en toda Europa en lo que se refiere a restauración de espacios naturales degradados”, explica el experto. Nadie que desconozca la existencia de esta estación sería capaz de decir hoy, que en ese monte había tres edificios y 11 remontes mecánicos para esquiar hace 22 años. El desmantelamiento no se hizo sin polémica, recuerda Vias, como tampoco Navacerrada cerrará, si cierra, sin hacer ruido. “Pero todavía hoy la restauración de Cotos genera empleo en la zona”, cierra en positivo el ambientalista.