Todos tenemos muy clara la idea de que practicar deporte o ejercicio físico con frecuencia es un hábito saludable. No es solo una percepción generalizada, esta idea está respaldada por multitud de estudios que muestran que la realización de ejercicio físico cotidiano puede resultar beneficioso no solo para la salud física, sino también para la psíquica y social. Además de aumentar la esperanza de vida, disminuir el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, obesidad, diferentes tipos de cáncer y diabetes (entre otras muchas dolencias), el ejercicio físico disminuye el riesgo de padecer trastornos del ánimo (depresión, ansiedad...) y puede fomentar la creación de vínculos sociales con otras personas de la comunidad. Todo ello con un riesgo mínimo de efectos adversos, siempre que el tipo y la intensidad de la práctica de ejercicio sea la adecuada a las condiciones de la persona.
No se trata solo de que el ejercicio físico disminuya el riesgo de múltiples enfermedades entre la población sana, también mejora la salud de personas afectadas por diversas enfermedades que van desde el sobrepeso o la obesidad, pasando por el cáncer, hasta la ansiedad o la depresión. Así, por ejemplo, se ha visto que la práctica de ejercicio mejora el pronóstico en los tratamientos de ansiedad y depresión. Además, también disminuye el número de hospitalizaciones y mejora el pronóstico de pacientes afectados por diferentes tipos de cáncer.
Entre los numerosos estudios que muestran los beneficios del ejercicio físico, se encuentra un metaanálisis que recoge los resultados de 33 ensayos clínicos controlados realizados sobre 2.659 supervivientes de cáncer de mama. Comparadas con el grupo control, las mujeres que realizaban ejercicio físico tenían una calidad de vida significativamente mejor, especialmente en su salud mental, así como también una mejor sensación de bienestar, tanto a nivel emocional como social. Por otra parte, tenían mayor fuerza muscular y una mejor composición corporal (porcentajes de grasa, músculo, huesos y agua en el cuerpo humano).
Si los beneficios del ejercicio físico se pudieran concentrar en un fármaco, su éxito en todo el mundo sería descomunal, sería un superventas. Sin embargo, el papel del ejercicio físico en las consultas de los médicos es secundario, en el mejor de los casos, o irrelevante, en el peor. La absoluta mayoría de los tratamientos médicos se centran en la prescripción de fármacos rápidos y cómodos. Es complicado ir mucho más allá, considerando los factores socioeconómicos de los pacientes, porque el propio sistema de consulta médica de Atención Primaria de 5-10 minutos por paciente obstaculiza con fuerza la aplicación de medidas terapéuticas más complejas.
Además, como explica Raquel Blasco, médica especialista en Medicina Interna y Experta en Medicina Deportiva, “Los médicos no suelen estar formados para recetar ejercicio físico. Las recomendaciones generales al paciente como 'haga usted ejercicio físico' o 'camine 10.000 pasos al día' han demostrado ser inútiles. La falta de personalización de la prescripción de ejercicio físico y la ausencia de control y vigilancia hacen que el paciente rara vez cumpla estas recomendaciones o que cuando se realizan no tengan un efecto positivo sobre la salud, porque están mal formuladas”.
Así, por ejemplo, en ese afán médico por reducir el colesterol en sangre, la medida estrella ha sido la prescripción de estatinas, a pesar de sus efectos adversos y de la gran controversia científica sobre sus beneficios en la población sana. El ejercicio físico, que además de sus efectos positivos descritos anteriormente, ha demostrado incrementar el colesterol HDL (el “bueno”) y disminuir el incremento de triglicéridos y colesterol LDL (el “malo”), ha tenido un papel limitado como una de las medidas médicas contra el colesterol. Y no porque los médicos no aconsejen a sus pacientes la realización de ejercicio físico, sino porque las recomendaciones generales suelen ser inútiles.
La población española está muy necesitada de ejercicio físico y deporte. La inactividad física es el cuarto factor que causa más mortalidad en el mundo (detrás del tabaco o la hipertensión) y, según el Eurobarómetro de 2018, España estaba a la cola en Europa en la práctica deportiva, siendo uno de los países más sedentarios de Europa Occidental. Un 45% de los españoles reconoció no haber practicado ningún deporte en 2017.
Mientras tanto, las cifras de sobrepeso y obesidad van subiendo cada año en nuestro país. Ahora mismo, el 25% de la población española tiene sobrepeso o es obesa. De seguir esta tendencia, un estudio publicado en la Revista Española de Cardiología pronostica que el 80% de los hombres y el 55% de las mujeres serán obesos en España en 2030. El ejercicio físico, junto con la alimentación, tiene un papel vital para frenar esta epidemia de gordura, pero su promoción como inversión y medida prioritaria de salud pública está fracasando estrepitosamente a nivel nacional, exceptuando iniciativas aisladas.