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La reconquista del lince: cómo el felino ibérico casi extinguido salvó el pellejo

Raúl Rejón

15 de junio de 2023 22:10 h

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Poco a poco, como una mancha de aceite que avanza lentamente, los linces ibéricos reconquistan la península. No ha sido fácil, ni barato. La fotografía de un lince “divagante” que ha llegado a la Comunidad de Madrid ha llamado la atención sobre su expansión. El último censo de la especie –2022– dado a conocer recientemente dice que hay 1.668 ejemplares. De ellos, unas 326 hembras reproductoras. Los encargados del proyecto de salvación, más que recuperación, del felino hablan de que estamos a medio camino para considerar que ha pasado el peligro de muerte.

“Calculamos que para afirmar que la especie no está mal deberían ser unas 750 hembras reproductoras, lo que supone unos 3.000 o 3.500 ejemplares, por eso lo de la mitad del camino”, explica Ramón Pérez de Ayala, responsable del programa de especies de WWF. En realidad, en 2022 “hemos vuelto al principio, a la referencia de censo histórico de los años 80 con el que trabajamos”.

Hubo veinte años, hasta 2000, “donde mandamos la especie al garete” y “nos ha costado casi treinta recuperar el punto de partida”, recuerda Pérez de Ayala, que trabaja en el proyecto de recuperación del felino. Con una perspectiva más amplia, las poblaciones de lince experimentaron declive continuado desde 1950 hasta pasado el año 2000.

Hasta 1970, el lince era, legalmente, un “animal dañino” cuya caza era “libre”. La norma decía que los alcaldes debían “estimular la persecución de las fieras y animales dañinos, ofreciendo recompensas pecuniarias a los que acrediten haberlos muerto”. Después se lo calificó como “pieza de caza mayor”.

Pero el momento culminante es en torno al año 2002: en el mundo no quedaban más de 100 linces ibéricos, en Doñana-Aljarafe y, sobre todo, Andújar. Era, oficialmente, “el felino más amenazado del mundo”. En peligro crítico de extinción.

Desde aquellas dos poblaciones remanentes en 2002, el proyecto de recuperación ha ido soltando linces criados en cautividad en diferentes zonas. Es decir, ante el desplome casi total de las poblaciones silvestres, el programa utilizó algunos ejemplares para procrear en instalaciones y diseminar a partir de ahí linces por la península.

Primero se escogieron las áreas de Guarrizas –que tiene 167 linces– y Guadalmellato –hoy con 40 ejemplares–. En una siguiente fase, se colocaron felinos en Matachel –donde viven 138 linces–, Vale do Guadiana –261 ejemplares–, Campo de Montiel –203 felinos– y Montes de Toledo –272–.

Además, los propios linces han reconquistado por su cuenta algunas zonas. Ortiga es un “asentamiento natural”, según lo llama el programa que, después de estudiarse, ha sido elegido para hacer reintroducciones.

Lo mismo ha pasado en Valdecañas, Las Minas, Setefilla, Ibores, Río Sotillo, Valdecigüeñas, Guazurejos y Cornalvo. Todas estas, los técnicos las consideran “poblaciones puente”. Se trata de asentamientos que sirven de conexión entre dos poblaciones lejanas. “Es más fácil que un individuo pase por allí y críe en ese puesto intermedio”, explica Pérez de Ayala.

De esta manera, los genes “hacen una escala”. Lugares donde no hay 10.000 hectáreas con conejo suficiente –requisito para designar un área como apta para reintroducir linces– pero que sirven como puente para que esos genes sí terminen en otra gran población. “Algunas zonas adecuadas para hacer de puente nos las han mostrado los propios linces”, comenta. Allí han aparecido un macho o una hembra –“Es difícil que ambos a la vez”–.

Así que, una vez detectados, el programa puede colocar en su nuevo territorio una potencial pareja para que se apareen. Después, los genes podrán seguir camino y sortear así uno de lo grandes peligros que todavía acechan al Lynx pardinus: la consanguineidad.

“Es un peligro grave porque empezamos con solo 100 linces”, detalla el experto. Y es muy positivo que “se mantenga la diversidad genética de manera natural, si no, hay que recurrir a la translocación”. Es decir, capturar un ejemplar de una zona y llevarlo (junto con sus diferencias genéticas) a otra para refrescar la descendencia.

La nueva frontera

¿Cómo llegar a doblar la población? Hacen falta más zonas linceras. “Todas las comunidades autónomas están ya identificando sus áreas”, explica Pérez de Ayala. La Comunitat Valenciana, Castilla-La Mancha y la Comunidad de Madrid son la próxima frontera. Los técnicos estiman que se necesitan ocho áreas nuevas. De momento hay dos en marcha: en Lorca y en Sierra Arana. También esta semana, Tiko, uno de los ocho linces reintroducidos en la Región de Murcia, murió. En su deambulares, Tiko había llegado a la propia ciudad y se había colado en un colegio de la localidad.

También en Catalunya y el valle del Ebro de Aragón se han detectado buenos territorios, ya que “están llenos de conejos”. Porque esa es una de las piezas cruciales de todo el asunto: debe haber conejo. Y la especie, en general, está en peligro.

Ahora mismo harían falta varias catástrofes para ir hacia atrás. Y hace diez años bastaba con una

La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) dio una voz de alarma en diciembre de 2019 al calificarla en peligro. Pero la realidad es que, en los últimos 70 años, las poblaciones de la península ibérica han caído un 90% ya sea por las enfermedades o los cambios en el uso del suelo que ha arramplado con sus hábitats. El informe explicaba que “aunque los conejos europeos están muy extendidos”, la especie experimenta un declive en sus áreas de distribución natural: España, Portugal y Francia.

Y sin conejos, no pueden comer ni el lince ni otras 40 especies cuya dieta se basa en este lagomorfo. Las águilas imperiales de Doñana no los encuentran y eso ha obligado a crear una suerte de supermercados de conejo artificial para que tengan alimento.

Algunos pensarán que cómo puede estar en riesgo el conejo si hay zonas donde lo llaman plaga por su abundancia. “Vivimos una paradoja del conejo”, explica Pérez de Ayala, que también dirige el proyecto de impulso del conejo. “Donde nos hace falta, como en el monte, no hay. Y en zonas agrícolas se registran explosiones de población que conllevan daños a los cultivos”. Esos picos demográficos hacen a veces dificil que las poblaciones humanas vean con buenos ojos la llegada del lince (que implica la llegada de conejos).

“La espada de Damocles es el conejo”, subraya el responsable de WWF. Los datos dicen que la caza furtiva y los atropellos están controlados. Suponen el 5% y el 6% de las muertes, respectivamente. Pérez de Ayala afirma rotundo que “el programa es un éxito. Ahora mismo harían falta varias catástrofes para ir hacia atrás. Y hace diez años bastaba con una”.  

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