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Los antibióticos de las aguas residuales convierten a las depuradoras europeas en un caldo de cultivo de superbacterias

En 2017, la Comisión Europea adoptó una estrategia para luchar contra las superbacterias. Dos años antes, la Organización Mundial de la Salud estableció un plan de acción mundial sobre la resistencia a los antibióticos desarrollada por estos microorganismos y calificaba la situación como “una de las mayores amenazas para la salud mundial”. Ambos planes tienen entre sus objetivos reforzar la vigilancia sobre la propagación de resistencias y la aparición de nuevos casos. Sin embargo, aunque estos esfuerzos han proporcionado información en el ámbito clínico, en muchas regiones no hay suficientes datos sobre lo que está ocurriendo en el medio ambiente. Ahora, dos nuevos estudios ofrecen información sobre la presencia de antibióticos en las aguas de la Unión Europea y cómo pueden estar haciendo crecer el número de superbacterias.

Entre las áreas que más preocupación generan entre los investigadores se encuentran las grandes acumulaciones de agua y, según un informe del Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, se han detectado restos de antibióticos “con frecuencia en diferentes medios acuáticos” y, aunque los niveles encontrados “no suponen una amenaza directa para la salud”, “podrían promover la adquisición de resistencias mediante la transferencia de genes entre bacterias”.

Aunque la aparición de superbacterias que son resistentes a los antibióticos es algo natural, la acción humana está acelerando el proceso y desde que en la primera mitad del siglo XX se popularizara el uso de los antibióticos, las bacterias han ido desarrollando una resistencia cada vez mayor a estos fármacos.

Los expertos alertan de que si continúan las tendencias actuales se podría llegar a una era postantibioticos que nos haga retroceder a los tiempos anteriores a la penicilina y algunas estimaciones realizadas en los últimos años indican que si la resistencia sigue creciendo al ritmo actual, en 2050 morirán más de 10 millones de personas en todo el mundo por infecciones que antes se podían tratar, con 400.000 muertes anuales solo en Europa.

Las depuradoras: un caldo de genes de resistencia

Los autores del informe europeo recuerdan que los antibióticos pueden llegar a las concentraciones de agua por diferentes vías, incluidos los residuos urbanos y agrícolas. En particular, los antibióticos de consumo humano se vierten principalmente al medio ambiente desde las plantas de tratamiento de aguas residuales, dado que estos medicamentos no se absorben completamente cuando son ingeridos y “un porcentaje que oscila entre el 30% y el 90% se excreta en el sistema de aguas residuales”.

Los autores del informe aseguran que los tratamientos tradicionales de agua en estas plantas apenas eliminan el 50% de los antibióticos, siendo los más habituales el sulfametoxazol y la trimetoprima, que se prescriben habitualmente para la neumonía o las infecciones de oído, por lo que concluyen que la mejor opción para controlar la propagación de las resistencias es “adoptar medidas para mejorar la eficacia de los procesos de tratamiento de las aguas residuales”.

Sin embargo, un estudio publicado la semana pasada en la revista Science Advances concluye que, aunque las depuradoras fueran más efectivas a la hora de eliminar tanto los antibióticos, como las bacterias resistentes, se deben tener en cuenta factores geográficos, ya que “la carga de genes de resistencia a los antibióticos después del tratamiento de aguas residuales es significativamente mayor en los países del sur que en los del norte”.

El estudio analizó la presencia de superbacterias en 12 plantas depuradoras de siete países, Alemania, Irlanda, Finlandia, Noruega, Portugal, España y Chipre y sus resultados concuerdan con los datos del informe de la Red Europea de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos, promovida por el Centro Europeo para la Prevención y el Control de las Enfermedades, que concluyó que existía una mayor prevalencia de la resistencia a los antibióticos en los países del sur de Europa.

La ganadería y la acuicultura, en el punto de mira

El informe de la comisión también destaca la importancia de controlar el uso de antibióticos en la cría de animales, dado que que “el uso generalizado y continuo por parte de la industria ganadera hace que su introducción en el medio ambiente sea constante”. A pesar de que el uso de medicamentos para la promoción del crecimiento está prohibido en Europa desde enero de 2006, los antibióticos pueden utilizarse para tratar, controlar o prevenir infecciones del ganado.

En España, el uso de estos fármacos en la cría de ganado es especialmente elevado en comparación con el resto de la Unión Europea y, a pesar de la importante reducción de los últimos años, sigue situada en los puestos de cabeza, solo superada por Chipre. Según el último informe publicado por la la Agencia Europea del Medicamento, la cantidad de antibióticos por animal criado en España es 5 veces superior a la que se utiliza en Francia y el doble de la que se utiliza en Portugal.

El impacto de los antibióticos veterinarios vertidos en el agua depende de las prácticas de la explotación y se produce principalmente a través de las deposiciones de los animales. “Al igual que en los seres humanos, después de la administración en el ganado, los antibióticos metabolizados y no metabolizados terminan en el estiércol”, explica el informe, por lo que pueden entrar en los sistemas acuáticos a través de las aguas superficiales.

El informe también señala como posible fuente de antibióticos en las aguas el uso que se hace en la acuicultura. “El aumento de la industrialización de los acuacultivos ha ido seguido de la intensificación de la densidad de peces, las condiciones estresantes y la contaminación por nutrientes, lo que ha dado lugar a una mala calidad del agua y al uso creciente de antibióticos para evitar la propagación de enfermedades”, explican los investigadores.

Por este motivo, los asistentes a la conferencia mundial de la Organización Mundial de Sanidad Animal, celebrada esta misma semana en Santiago de Chile, se han comprometido a colaborar para “una evolución sostenible de la acuicultura” y han enfatizado la necesidad de “garantizar que se respeten en cada país las normas y directrices de la OIE sobre el uso responsable y prudente de agentes antimicrobianos”, además de promover de alternativas a estos fármacos. En este sentido, el informe de la comisión señala los avances en la sustitución de los antibióticos por vacunas, por lo que concluye que “actualmente, la situación en Europa no parece ser preocupante”.