Del sentimiento de agravio a la 'manosfera': por qué hay tantos hombres (muchos jóvenes) enfadados
“Los hombres blancos son los beneficiarios del más poderoso sistema de discriminación positiva jamás conocido: la 'historia mundial'. En ella, los hombres blancos han jugado con cartas tan marcadas, que al resto de personas casi les estaba vedado entrar en liza. Para cuando estas últimas empezaron a jugar, la competición estaba tan desnivelada que los hombres blancos les sacaban una enorme ventaja –y, por si fuera poco, se veían obligados a competir lastrados–. Tal vez la mera idea de competir de tú a tú, en igualdad de condiciones, resulte demasiado aterradora para un género que basa toda su identidad en asegurarse de ganar todas y cada una de las veces”. No es un comentario a la encuesta sobre igualdad del CIS, sino un extracto de Hombres (blancos) cabreados (Barlin Libros), el libro del sociólogo estadounidense Michel Kimmel que allá por 2015 trazó un panorama de la crisis contemporánea de la masculinidad que en muchos aspectos ha resultado premonitorio.
Como toda encuesta, los resultados del CIS sobre la percepción social de la igualdad entre hombres y mujeres pueden leerse de distintas formas. Podemos decir que el 54,6% de los hombres no está de acuerdo (o apenas lo está) con la afirmación “se ha llegado tan lejos en la promoción de la igualdad de las mujeres que ahora se está discriminando a los hombres”. Podemos decir que el 44% de los hombres sí se siente representado en esa frase. O podemos afirmar ambas cosas: ser conscientes de que ambas realidades existen y conviven, pensar qué nos sugieren y qué hace falta para seguir inclinando la balanza del lado de la igualdad.
Hay dos datos añadidos que sirven como contexto. Uno, que la identificación partidista influye profundamente en estos resultados: son los votantes de Vox y PP quienes mayoritariamente están de acuerdo con esa afirmación mientras que los que optaron por el PSOE lo hacen en bastante menos medida, y muy poco entre los de Sumar. Y otro, que son los hombres más jóvenes, entre 16 y 24 años, quienes más adhesión a esa idea muestran.
Este último resultado no ha sorprendido al psicólogo Daniel Leal, especializado en masculinidades igualitarias y que trabaja con frecuencia dando talleres a chavales y chavalas en institutos. “Me encuentro habitualmente con grupos de chicos rebotados con la igualdad por lo que escuchan, a veces en sus propias familias, otras en medios de comunicación o en redes. También veo un porcentaje pequeño que se da cuenta de que la igualdad no va en contra de ellos y que les relaja saber que ser hombre no es ser machista, y luego me encuentro a un amplio sector de chicos que están esperando instrucciones sobre cómo ser un hombre, cómo vivir sus vidas, cómo relacionarse con las chicas... No les podemos dejar a merced de los discursos machistas”, describe. La victoria de la selección femenina de fútbol y el 'Se Acabó', dice, ha generado otro rebote dentro de ese grupo 'rebelde'.
Tampoco se sorprende el catedrático de Derecho Constitucional Octavio Salazar, acostumbrado a tratar con la juventud desde sus clases y desde las charlas y talleres que imparte en institutos. “No necesitábamos la encuesta para constatar lo que vemos desde hace no muchos años, que nos encontramos con un clima reactivo con la igualdad, el feminismo y con cualquier discurso que trate de hacer pedagogía. Yo ahí he notado un cambio, no sé si cuantitativo pero sí cualitativo”, asegura Salazar. Si bien antes podían existir suspicacias y resistencias, ahora, dice, son más explícitas y agresivas, coincidiendo con un periodo de impulso de las reivindicaciones feministas y de apuesta de las políticas públicas.
“En algunos institutos ha habido chicos que se han salido del aula ante el debate que se generaba, no lo soportaban o se sentían atacados, eso es algo nuevo”, prosigue. El autor de libros como El hombre que no deberíamos ser o We Too: Brújula para jóvenes feministas señala que suele toparse con los mismos discursos: “Siempre sueltan los mismos titulares sobre denuncias falsas o sobre que las políticas de igualdad perjudican a los hombres”. Salazar menciona dos factores detrás de este fenómeno. Uno, la exaltación de este tipo de discursos en la política y en espacios mediáticos. “Tienes a representantes institucionales o diputados en parlamentos discutiendo el término violencia de género o determinadas políticas. Eso les da una legitimidad que hace tanto no existía a ese nivel, no tan amplificada, con tanto ruido y tanta confusión interesada de términos”, apunta Salazar. Ese es el caldo de cultivo para que, después, los jóvenes reproduzcan envalentonados los mismos discursos.
La 'manosfera'
El otro factor es lo que se ha llamado 'manosfera', el conjunto de comunidades asociadas políticamente a la extrema derecha de hombres en Internet que se basan en la propagación de discursos misóginos y antifeministas. En Los hombres que odian a las mujeres (Capitán Swing), la periodista inglesa Laura Bates alerta del impacto que estos espacios online están teniendo en la socialización de muchos hombres jóvenes. Bates explica cómo la 'manosfera' utiliza el miedo para crear una oposición al progreso que, a su vez, equipara los logros en igualdad al sacrificio o al daño a los hombres.
“Lo que es preocupante y diferente de esta reacción es que está facilitada por la tecnología y los algoritmos de una manera que nunca habíamos visto antes, con la capacidad de las redes sociales para funcionar como una especie de máquina de radicalización de masas, bombeando teorías conspirativas antifeministas y estadísticas falsas a una audiencia impresionantemente amplia. Invierten la realidad y difunden hechos falsos para sugerir que los hombres son ahora la verdadera minoría oprimida. La radicalización de tantos hombres jóvenes es un problema invisible, una forma de radicalización que simplemente estamos ignorando, y que está creando una bomba de relojería para el futuro”, decía Bates en una entrevista con este medio.
No sé si estamos haciendo una pedagogía correcta. Nos estamos equivocando poniendo énfasis excesivo en la sanción y en la culpabilización, que genera de inmediato una respuesta del agravio
Tanto Daniel Leal como Octavio Salazar reflexionan sobre qué hacer diferente, mejor, para llegar a esos hombres. Leal subraya que durante mucho tiempo la escasa coeducación que ha habido se ha centrado en lanzar mensajes empoderantes para las chicas pero no se ha dirigido a los chicos “para decirles que ser un hombre no es lo mismo que ser machista”. “El marco normativo nos obliga a hacer talleres de prevención de la violencia sexual con niños y adolescentes, obliga a hacer campañas con hombres jóvenes, ¿se están haciendo?”, se pregunta.
Salazar hace autocrítica. Él mismo ha revisado la manera en que se aproxima a ellos en sus talleres, antes con más vehemencia y exigencia, ahora más desde las preguntas y la escucha: “No sé si estamos haciendo una pedagogía correcta quienes estamos en el otro lado. Nos estamos equivocando poniendo énfasis excesivo en la sanción y en la culpabilización. Ir con este discurso tan culpabilizador genera de inmediato una respuesta del agravio, sobre todo en los más jóvenes. No puedes llegar a un grupo de adolescentes y empezar a hablar de sexualidad poniendo el énfasis solo en la violencia sexual sin hacer un discurso mucho más amplio, emancipador, que les permita construir otra manera de relacionarse. Ahí estamos fallando”.
El malestar que sí existe
Más allá de los jóvenes, que suelen soportar siempre la peor parte de las críticas, la encuesta del CIS muestra también que el 46% de los hombres de 35 a 44 años, y el 45% de entre 45 y 54, se sienten discriminados por unas políticas de igualdad que, creen, han llegado demasiado lejos.
Dice Michel Kimmel que la ira del hombre blanco mana de la fusión de dos sentimientos: la superioridad y el victimismo. Ese victimismo, la indignación, se nutre, prosigue, de un sentimiento de “agravio comparativo”: “La sensación de que aquellas ventajas a las que creías tener derecho te han sido arrebatadas por parte de fuerzas anónimas más amplias y poderosas”. Kimmel describe de qué manera las políticas neoliberales, las deslocalizaciones, la precariedad laboral o el recorte de los salarios han hecho mella, no solo en las condiciones materiales de los hombres, sino en sus posibilidades de cumplir y mantener el rol masculino y los mandatos que les fueron asignados como varones.
Los sentimientos de la gente son reales, estos hombres blancos enfadados han sido jodidos por un sistema que no se preocupa por ellos. Pero aunque tienen razón en sentirse agraviados, están enviado sus quejas a la dirección equivocada
En declaraciones a elDiario.es, Michel Kimmel asegura que muchos hombres blancos están enfadados porque “se sienten engañados”. “Sienten que son las víctimas, que las políticas liberales les han arrebatado sus derechos”. De ahí el cabreo. Solo que ese cabreo yerra el tiro: en lugar de dirigirse al origen de estos males se ha desviado hacia feministas, inmigrantes o minorías. Tan grande es ese 'desvío' que en muchas ocasiones estos hombres son quienes sostienen proyectos políticos de extrema derecha que, paradójicamente, proponen las mismas políticas que originan sus problemas.
Kimmel subraya que esos sentimientos existen y que negarlos puede tener consecuencias peores. “Hay hombres que están sufriendo, eso es verdad. Los sentimientos de la gente son reales, estos hombres blancos enfadados han sido jodidos por un sistema que no se preocupa por ellos. Pero aunque tienen razón en sentirse agraviados, están enviado sus quejas a la dirección equivocada. No son los transexuales los causantes del cambio climático. No son las mujeres feministas las que redujeron el tamaño de sus empresas y les despidieron. No son los judíos ni los musulmanes ni los inmigrantes la fuente de su infelicidad”, asegura. Las emociones de estos hombres son reales, su lectura de los hechos, no. Por eso, argumenta Kimmel, deberíamos ofrecerles una lectura alternativa de su situación.
“Las normas económicas han provocado grandes cambios en la población, especialmente entre la clase media baja. Las filas de los blancos furiosos suelen estar compuestas por hijos de agricultores independientes, pequeños comerciantes, contratistas independientes y artesanos. Estos grupos están siendo empujados hacia abajo, y creen que otros les quitan lo que es 'legítimamente” suyo“, explica Kimmel. En el caso español, son los hombres más situados a la derecha del espectro político los que más sostienen las posturas antifeministas y no parece que la extrema derecha haya captado votos de hombres cabreados de izquierdas.
La socióloga Beatriz Ranea cree que ese porcentaje de hombres tiene mucho que ver con una representación típica del feminismo, la que lo dibuja como un movimiento que ataca y odia a los hombres. “Es un imaginario que existe casi desde que existe el feminismo, pero ahora hay un discurso neomachista que convierte a los hombres en autenticas víctimas de los avances”, asegura. Bajo esa lógica, ningún avance puede darse sin un retroceso de los hombres.
Ranea también opina que hay que trabajar en discursos no tan culpabilizadores y sí más “movilizadores” que puedan vencer tanto el sentimiento de agravio como el de parálisis. “Es importante trabajar las masculinidades con puntos de vista que movilicen a la acción, en términos propositivos. Dar opciones para salir de esa masculinidades que también les afecta”, apunta. Y no olvidar fijarnos en la foto completa, en la que una mayoría de hombres ni creen que la igualdad ha llegado demasiado lejos ni se sienten agraviados.
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