Hace tres años que Sheila Hernández (Aguadulce, Almería, 1995) acudió a una entrevista de trabajo. “Muy interesada” por su forma de trabajar, su potencial jefa la contactó para invitarla a un café. Llegan. Se presentan. Piden la bebida. Todo va bien hasta que la representante de la empresa habla del salario: le ofrece 50 euros, con el argumento de que “no es muy complicado llevar la comunicación y redes sociales”. Al día siguiente, Sheila explotaba en Instagram denunciando la precariedad de jóvenes como ella.
Esa publicación de hace tres años lega su título al libro que ahora publica la periodista, Soy joven, no gilipollas (Martínez Roca, 2024), que califica como “la terapia más jodida a la que me he enfrentado nunca”. Al igual que si estuviera en consulta, Hernández desnuda su “forma más real”: una historia vital marcada por el acoso escolar, los problemas de salud mental o la precariedad. Un retrato generacional, pero también de los condicionantes de la juventud: “Todos hemos sido jóvenes y a todos, generación tras generación, nos han intentado tomar por estúpidos”, decía hace poco en otra entrevista.
Precisamente, jóvenes son la mayor parte de las casi 900.000 personas que siguen es.decirdiario, un medio de comunicación “ni común ni al uso”, un periódico “atípico”, según Hernandez. Desde su espacio en Instagram, Hernández habla de “otra forma de hacer periodismo” porque a la vez que pide la colaboración de quienes le leen por si echan en falta algún tema, ella desdibuja la línea entre lo personal y lo profesional y no repara en contar su experiencia con el bullying o la depresión a través de ese canal “para concienciar”.
En Soy joven, no gilipollas dice que este libro es una puerta abierta a su vida, en el que se muestra de una forma “más real” y que esto puede impactar en alguna gente cercana. ¿De qué manera?
Cuando mi madre terminó el libro me dijo que se enteró de muchas cosas que no conocía; yo me las había callado para no hacerles daño. Episodios de bullying, sobre todo, pero también la forma horrible en que afronté mi ruptura amorosa… Mi madre no sabía que yo había ido a terapia. En general, mi familia no sabía absolutamente nada.
¿Cómo ha reaccionado su entorno al enterarse de estas cosas de las que muchas veces no se habla?
Todos me han reconfortado y han abrazado mis vivencias. Se sienten superorgullosos. No tendría mucho sentido que una persona que me quiere se sienta molesta porque yo haya plasmado en el libro mi vida.
El libro se llama Soy joven, no gilipollas, al igual que ese artículo de opinión que publicó hace ya tres años. ¿Por qué eligió recuperar ese titular? ¿Aún se identifica con ese relato de precariedad y de explotación que contaba?
Sigo pensando lo mismo: que te encuentras con mucha gente que te quiere a su servicio y te ofrece un sueldo que para nada se asemeja a ese súper mercado laboral lleno de oportunidades que dicen que los jóvenes tenemos. Para ver que esto no es así solo hay que mirar las estadísticas, la fuga de cerebros, etc.
Me siento muy orgullosa del artículo que escribí hace tres años. Nunca supe que el título que llevaría mi libro sería ese, pero cuando tuve las primeras reuniones con la editorial estaba claro. Soy joven, no gilipollas no es un libro para una única generación, es para todas esas generaciones y para todas esas personas a las que en un momento determinado nos han tomado por estúpidas.
En una entrevista decía que al escribir el libro se ha desvinculado del síndrome del impostor. ¿Se puede superar esta inseguridad de forma permanente? Pregunto para una amiga…
Toda persona se enfrenta cada día a dos luchas: la lucha del amor propio, de mirarte al espejo y de quererte, de no ser muy dura y crítica contigo; luego tenemos ese amor propio de la profesión. ¿Me merezco esto? ¿Por qué me pasa a mí esto? ¿Estaré a la altura? Estos son dos procesos que toda persona, en mayor o menor medida, lleva a cabo a lo largo de su vida y que se pueden conseguir [superar].
Y cuando tú te sientes en la mesa frente al ordenador y creas que no te mereces algo, tienes que decir “oye, basta ya”. Te lo mereces porque has trabajado para ello. Entonces, a esa amiga tuya le diría que nunca se frustre, que siga en el proceso [de superar el síndrome del impostor] porque, como todo en esta vida, se acaba consiguiendo.
¿Por qué considera es.decirdiario “un medio de comunicación atípico”?
No me considero común ni al uso. No es habitual encontrarte un medio de comunicación que pregunta a la gente si echa en falta algún tema, que dedica una sección únicamente a noticias positivas o que se implica constantemente en todas las causas. Por ejemplo, me llegó un caso de bullying y me involucré de tal forma que uní a personalidades de todo un país para demostrarle a un niño que sufre acoso que la vida es bonita y que hay gente buena en el universo.
Me han dicho que no debería escribir un artículo de opinión donde ataque a un medio. Yo no estoy atacando al medio, estoy señalando que una persona está utilizando la constante vejación y humillación hacia otras. Y nos encontramos en una sociedad donde la salud mental está por los suelos, donde cada vez hay más TCAs [trastornos de la conducta alimentaria]. Tú no puedes ir diciendo que si los dientes de Sofía o que se le nota un michelín a Martina o qué calvo está Pepe. Eso no puede ser un titular. Mi periodismo no sé si es mejor o peor, pero es diferente.
Se suele criticar a la juventud por no leer la prensa. Si esto es así, ¿cómo es que tiene casi 900.000 seguidores?
Muchas veces dicen que la gente joven no quiere informarse y de repente te encuentras con mi plataforma, en la que hay medio millón de lectores asegurados. Deberíamos dejar de generalizar y centrarnos en lo importante: transmitir información veraz sin sesgar.
es.decirdiario es atractivo para la población joven por la constante comunicación [entre la periodista y quien le lee] y porque valora al lector que le hace una crítica constructiva. No puedo contestar a todo el mundo, pero cada día respondo a unos 50 mensajes como mínimo. De alguien que tiene una duda, de alguien que pide que por favor hable de esto o de lo otro. Muchas de las noticias sobre causas sociales las subo porque alguien me ha pedido que lo visibilice.
En su trabajo desdibuja la línea entre lo personal y lo profesional. Tiene compromisos muy fuertes en temas como el acoso escolar o la salud mental. ¿Vienen de su historia vital? ¿Cree que estas vivencias le hacen mejor profesional?
Yo he sido víctima de bullying durante toda mi etapa en el instituto. Fue horrible. Lo cuento en mi libro y en todas las entrevistas. Cuando tú palpas lo que significa llegar a tu casa, llorar, sentirte un monstruo o la peor persona del mundo, no quieres que nadie lo sufra. Al principio, me culpaba muchísimo por no poder separar toda mi historia vital de mi lado profesional. Venía una mamá diciendo “ayuda, a mi hija le están haciendo muchísimo bullying en el colegio” y me sentía mal por ayudarle. Me decía que no iba a ser buena profesional si seguía esa línea.
Al final me he dado cuenta de que no se trata de ser mejor o peor profesional, sino de ser buena persona. Y, si eso supone que yo dé prioridad a denunciar injusticias o tratar de ayudar a personas, pues lo voy a hacer. He dejado de cuestionarme para abrazar mi orgullo por ser la persona que soy y por luchar contra lo que lucho.
¿Cuáles son los próximos cambios en actitudes personales o acciones institucionales para que como sociedad tengamos mejor salud mental?
La gente tiene que dejar de posturear. No me vale que estés concienciado con la salud mental si luego eres un bully. No me vale que digas que te preocupa que las tasas de suicidio aumenten si luego vas con tus amigotes por la calle e insultas a alguien. Tampoco me vale que digas “los jóvenes estamos todo el día con antidepresivos” y luego te vas con tus amigas a una discoteca y no dejas de insultar a una chica a la primera de cambio.
En el ámbito institucional, tengo la sensación de que se hace muy poco o nada por la salud mental porque no interesa. La muerte no genera votos. Tal vez interesa más tener una población dormida con ansiolíticos. No lo sé. Los cargos públicos deberían, al menos en su parcela de poder, más grande o pequeña, intentar que esto avance, porque cada vez vamos a peor.
Se señala como importante para la salud mental el derecho a la desconexión, de tener tiempo en el que no se piensa en el trabajo. En Soy joven, no gilipollas dice que su medio está muy ligado a su persona. Siendo así, ¿puede desconectar?
No puedo, y es bonito a la par que triste. Me pasa constantemente que estoy en un espacio de tiempo libre y hay un suceso de última hora. Y tienes que informar, porque hay noticias que necesitan estar expuestas.
Imagino que dentro de estas situaciones cae una que relata en el libro: escribir una noticia desde el tanatorio para no fallar a su comunidad. ¿Cómo es la relación con quienes le leen?
Mi profesión me ha salvado la vida. En momentos tétricos he pensado que no tengo nada a lo que agarrarme para seguir viviendo, pero sí lo tengo: mi medio de comunicación y todas las personas que han confiado en mí.
A veces quiero dejar la profesión porque hay momentos muy injustos. Por ejemplo, estoy cubriendo una noticia y recibo un comentario insultándome y deseándome la muerte por no haberle prestado atención a otro hecho. Los comentarios son cada vez más duros, pero me quedo con los mensajes tan bonitos y preciosos que me llegan: es supermágico que una persona le diga a un medio de comunicación que le quiere.
El libro viaja por su pasado y termina en un capítulo que se titula “Soy quien quiero ser”. Tras casi 200 páginas empieza a hablar de futuro. ¿Cómo se proyecta?
Este año me prometí no autoexigirme nada porque todos los años me planteo muchísimas metas. Esta vez, mi objetivo es disfrutar de mi profesión. Entendiendo lo que he visto todos estos años: los malos comentarios, los buenos comentarios, la información negativa, la información positiva. Me proyecto teniendo un podcast propio; es mi sueño. Y, si no se consigue este año, no pasa nada.
Para terminar, dice que su historia puede inspirar a otras personas, ¿cómo?
Porque yo no descubro nada nuevo. Mi libro es una experiencia común contada por alguien que se ha atrevido a hacerlo. Ayer me decía alguien “oye, mi hermana me ha regalado tu libro y me ha servido muchísimo entender que no soy un bicho raro”. A veces creemos que lo que nos pasa nos pasa solamente a nosotros, y que alguien te confiese “yo también he sufrido como tú” puede ser una inspiración para decir “si esta persona ha podido, voy a intentarlo”. Eso es lo verdaderamente guay.