Sonidos extraños en el espacio: cuando los astronautas se llevan un sobresalto
“Hay un ruido extraño que sale por el altavoz... No sé qué lo está provocando”. El astronauta Butch Wilmore informaba de esta manera a la NASA, hace unos días, de que la cápsula espacial Starliner, averiada y acoplada a la Estación Espacial Internacional (ISS), estaba generando un sonido de origen desconocido.
Tras una búsqueda exhaustiva, la NASA informó el lunes de que el ruido había cesado y creen que se produjo por la retroalimentación del altavoz, un acople de audio entre la estación espacial y la nave auxiliar. Una explicación perfectamente racional, por supuesto, pero que recuerda al comienzo de muchas películas de terror espacial y habría disparado la imaginación de cualquiera.
“¡Dong! ¡Dong! ¡Dong!”
La situación de la Starliner recuerda a la que vivió en 2003 el primer astronauta chino, Yang Liwei, mientras daba vueltas a la Tierra a 340 kilómetros de altitud a bordo de la cápsula Shenzhou 5. Durante el viaje espacial el taikonauta escuchó un sonido inexplicable procedente del exterior de la nave: “¡Dong! ¡Dong! ¡Dong!”. Como si alguien “golpeara un cubo de hierro con un martillo de madera”, dijo. O peor aún, como si alguien estuviera llamando a la puerta para que le dejaran entrar.
En otras misiones espaciales durante 2005 y 2008, otros astronautas chinos afirmaron haber escuchado sonidos similares, pero una investigación determinó que la causa estaba en un cambio de temperatura de la cápsula que producía una diferencia de presión entre las paredes internas y externas. Finalmente, estas pequeñas deformaciones de las paredes eran el origen del inquietante sonido, no ningún alienígena impaciente.
Un tercer caso de irrupción sonora en el espacio lo vivieron los tripulantes de la misión Apolo 10, aunque no se conoció hasta 2008. Situados en órbita lunar, mientras daban vueltas a nuestro satélite, los astronautas Stafford, Young y Cernan escucharon un sonido sibilante que les puso un poco nerviosos. El fenómeno duró casi una hora y quedó registrado en las grabaciones de audio de la NASA, en las que se escucha a Cernan preguntar a Young si escucha esa “música” que “suena como si fuera del espacio exterior”. “Vamos a tener que averiguarlo”, responde Young. “Nadie nos va a creer”.
Finalmente, resultó que aquel silbido no era más que una interferencia entre las radios VHF de las sondas lunares, pero ha dado lugar a horas de especulación entre los amantes de los falsos misterios.
Ruidos fuera del guion
El astronauta español de la Agencia Espacial Europea (ESA), Pedro Duque, que estuvo diez días en la ISS y voló en el transbordador Discovery, confirma que el ambiente espacial suele ser muy ruidoso, por los sistemas de ventilación y los equipos de soporte vital. “Hay un ambiente de frecuencias altas y suelen ser siempre las mismas”, explica a elDiario.es. “Es verdad que cuando ocurre cualquier cosa que no estaba en el guion a uno le asalta la reacción rápida de ver qué es y si hay que tomar alguna medida”, asegura.
Duque aún tiene en la memoria el día que en 1998, durante su misión en el transbordador espacial, escuchó un ruido que le sobresaltó. “Recuerdo notar en un determinado momento un poco de vibración y escuchar un ¡clonc! ¡clonc!”, relata. “Simplemente estaban haciendo una maniobra y yo no lo sabía. Los que estábamos en el laboratorio nos asustamos un poco”.
Son esas anomalías las que pueden inquietar a los astronautas, sobre todo porque pueden indicar un fallo técnico. En general hay un sonido muy plano de fondo con algún ruido más estridente que ocurre periódicamente, al que se terminan acostumbrando, explica. “Los equipos de eliminación del dióxido de carbono, por ejemplo, tienen una serie de válvulas que se abren y se cierran para ponerlos en contacto con el vacío y eso suena algo así como ”Rrrrrr… ¡Cling! ¡Clang!“, describe.
“El sobresalto te lo llevas si escuchas un sonido que no es normal, como si conduces un coche o un autobús”, dice Duque. “Un clonk, clonk puede ser muy malo, puede indicar que algo se ha roto. A fin de cuentas, tú estás en un sitio en el que sabes que estás en un cierto peligro”.
Entrenados para ser racionales
Que los seres humanos nos llevamos nuestras creencias irracionales al espacio es un hecho probado. Es conocido, por ejemplo, que los cosmonautas rusos orinan en la rueda del autobús que les lleva hasta el cohete, siguiendo los pasos que dio el pionero Gagarin, o que Buzz Aldrin se llevó un pedazo de pan y un recipiente con vino a la Luna para tomar la comunión en secreto.
En una de sus charlas, la arqueóloga espacial Alice Gorman muestra una inquietante fotografía de la estación espacial de noche en la que se ven los trajes espaciales vacíos con la cabeza cubierta por una funda y especula con la posibilidad —no tan descabellada— de que los tapen porque les produce cierta inquietud que esos cuerpos fantasmales cobren vida de pronto en la soledad del espacio. La cuestión es: ¿pueden este tipo de situaciones llegar a asustar a un astronauta? ¿Se llevan sus miedos consigo desde la Tierra, a pesar del entrenamiento?
“En un astronauta profesional un miedo irracional es muy poco probable, porque pasan muchos filtros previos en el proceso de selección y luego un entrenamiento muy duro”, explica Daniel Marín, astrofísico y experto en la historia de la exploración espacial. “Aunque las estancias prolongadas en estaciones espaciales pueden afectar a su estado mental”, admite.
“Los astronautas son personas y es normal que en determinadas circunstancias puedan sentir algo de miedo y estar con la mosca detrás de la oreja, sobre todo cuando ocurre algo inesperado”, comenta Pedro León, escritor y divulgador espacial. En su opinión, estando en un ambiente hostil como es el espacio es hasta cierto punto positivo reaccionar así, ya que en caso de que el ruido anormal esté provocado por algún problema serio, seguramente ya estarán tomando medidas o consultando con el control de misión. “Parte de su entrenamiento consiste en controlar sus temores y buscar una explicación o una solución para cada problema que pueda surgir”.
Los astronautas son personas y es normal que en determinadas circunstancias puedan sentir algo de miedo
Aunque en el vacío del espacio los sonidos no se transmiten, afirma León, sí que es posible en parte escuchar a los astronautas que están realizando actividades extravehiculares fuera de la estación espacial. “Y pueden percibir el impacto de micrometeoritos o de basura espacial contra las paredes exteriores de la Estación Espacial, en forma de pequeños golpes metálicos”, añade. “Tras unos de sus viajes al espacio, el astronauta Chris Hadfield comentó que en ocasiones, al estar cerca de la pared de un módulo, se podían escuchar pequeños impactos contra la pared”. “Es cuando los ruidos se salen de esa rutina, cuando pueden provocar algún susto o colocarlos en un estado de alerta, al menos temporal”, subraya.
Tres ‘fantasmas’ muy reales
“Hay sonidos que enseguida llaman la atención”, admite Duque. “Pasa pocas veces, pero si se oye un ¡ping!, como si fuese una campanilla, los astronautas se miran unos a otros, seguro”. En muchos casos suele ser un micrometeorito que ha tocado con un panel solar y, como todo es de metal, el sonido se transmite por toda la estación, aunque esté a 50 metros de distancia. “Si es muy fuerte te vas a la gráfica de presión, por si tenemos un agujero, que ha sucedido varias veces”.
Nuestros fantasmas son los tres botones de emergencia en el panel de la estación: las alarmas de fuego, atmósfera contaminada y bajada de presión
A pesar del susto, esta inquietud no tiene ningún componente sobrenatural, sino técnico. “No te pasa por la cabeza que vaya a haber nada al otro lado”, indica el astronauta español. “Es lo mismo que si oyes un ¡clinc! en el techo de tu coche: no piensas que se te ha subido un monstruo”. Los miedos que tienen los astronautas son muy tangibles y materiales y tienen que ver con su seguridad. “Nuestros fantasmas son los tres botones de emergencia en el panel de la estación: las alarmas de fuego, atmósfera contaminada y bajada de presión. Cada uno de ellos emite una luz y hace un ruido diferente, si se encienden hay que dejarlo todo”.
Otra posibilidad es que los astronautas se sobresalten por algo que no entienden y no lo comuniquen por miedo a que se les cuestione, como sucedió cuando veían los fogonazos intraoculares producidos por el impacto de los rayos cósmicos en los primeros viajes a la Luna. “Son muy buenos fingiendo y a la hora de minimizar miedos o fobias que puedan tener”, asegura Daniel Marín. Pero en el 100% de los casos la explicación no tiene nada de paranormal, insiste, como sucede con los cascos cubiertos con una funda de los trajes espaciales vacíos. “Esas cubiertas son obligatorias para proteger el visor de los cascos de rayaduras y por si se sueltan”, recalca. “No digo que no les asusten las escafandras solitarias, pero se tapan principalmente por otro motivo”.
Lo mismo pasa con el reciente incidente con la Starliner, cuyo regreso a la Tierra sin tripulación es inminente. Pedro Duque está convencido de que todo el mundo sabía de dónde venía, desde los astronautas al control de la misión. “Es el acople típico cuando se juntan altavoces y micrófonos”, asegura. “Pasa todo el tiempo, si es una de las naves de rescate tiene que estar metida en el bucle de audio de la estación, para que, si hay una emergencia y hay que cerrar la escotilla, no tengas que tocar todos los botones en un momento de pánico; directamente tienes que oír lo que pasa en la estación y poder hablar con los compañeros”, detalla.
La explicación más sencilla, según el astronauta español, es que la Starliner es nueva y el bucle de audio es la primera vez que lo enchufan a la estación, que es parcheada una y otra vez con los bucles de audio de cada módulo nuevo que se acopla, desde la cápsula Dragon a la Soyuz. “Esa es una de las partes más frágiles de la estación, mantener el audio de manera que todo el mundo lo oiga pero que no se acople, eso es complicadísimo”, asegura.
A su juicio, algo parecido les debió pasar a los tripulantes de la misión Apolo 10 cuando creyeron estar escuchando una música cósmica y misteriosa. “Debieron de dejar abierto el receptor cuando estaban detrás de la Luna, después fue subiendo la ganancia hasta que ya solo se oían las frecuencias propias”, concluye Duque. “Lo que muchos interpretan como fenómenos paranormales en realidad son errores de procedimiento”.
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