La frase fue: “Ella me ha manifestado la posibilidad de que hubiera podido contactar la cara” con su guante. Esas palabras del doctor Germán Ramírez, dichas a las puertas del hospital donde estaba ingresada la enferma de ébola Teresa Romero, abrieron la puerta para que los dirigentes políticos de Madrid culparan a la paciente del contagio.
No habían pasado ni 48 horas desde la confirmación del primer positivo de ébola en Europa y la sanitaria infectada era expuesta como fuente de la propagación. Aquel miércoles, la misma Teresa había hablado en Cuatro para comentar que no creía haber cometido errores.
Este viernes, la portavoz de la familia, Teresa Mesa, ha dicho que su amiga no recuerda haberse tocado la cara con un guante tras atender al misionero García Viejo. “Esa es su obsesión, que hizo todo bien”, ha dicho Mesa al detallar que Teresa va recuperando la memoria.
Germán Ramírez, internista especializado en enfermedades tropicales en La Paz, compareció de forma improvisada delante de los periodistas para revelar ese detalle de la investigación acerca de las vías de contagio. Lo hizo con autorización por parte de la dirección del hospital y de la Consejería de Sanidad. Es necesario para que los profesionales sanitarios hagan declaraciones a los medios.
Sucedió igual cuando el mismo facultativo actuó de portavoz en agosto para asegurar que “nunca ha habido improvisación y los protocolos funcionan”, tras el caso del sacerdote Miguel Pajares, el primero de los misioneros enfermos de ébola repatriados desde África. También hizo hincapié en que el personal estaba “entrenado” para afrontar las infecciones de ébola. Ramírez está en el Grupo Coordinador Sospecha Ébola del hospital La Paz.
Ese grupo, según recoge el Procedimiento de Actuación frente a Casos Sospechosos de Enfermedad por Virus Ébola del centro, es un “grupo de trabajo estratégico responsable de diseñar las actuaciones a seguir ante la llegada de un caso”. Ramírez estuvo en la creación de esa batería de medidas.
Salía así al paso de las denuncias que hicieron sindicatos y grupos de profesionales de ese hospital –que engloba al Carlos IIII– acerca de los cursos exprés impartidos la víspera de que ingresara García Viejo, la falta de simulacros y práctica que se había instaurado tras la decisión de la Comunidad de Madrid de desmantelar la unidad de referencia para enfermedades infecciosas y la propia denuncia ante los juzgados presentada por un grupo de enfermeras y médicos de medicina intensiva ante sus superiores en el hospital.
Algunos compañeros de Teresa Romero en el centro sanitario han contado que las preguntas a la enferma antes de las declaraciones públicas fueron “un auténtico interrogatorio”. El sindicato CSI-F se ha atrevido a afirmar, antes de que la amiga de la enferma contara que ella no recuerda fallos en las medidas de prevención, que “ha habido presión” hacia la infectada para arrancarle esa confesión. “Media hora antes de bajar a hablar con los periodistas, estaban en su habitación repitiéndole si no habría podido llevarse la mano a la cara por descuido”, han dicho los delegados del CSI-F. En aquel 8 de octubre, Teresa se encontraba en pleno pico de síntomas.
Tan inusual fue la comparecencia de un médico tras hablar con su paciente que los miembros de la Junta de Personal pidieron explicaciones a la gerencia de La Paz. La dirección tuvo finalmente que emitir un comunicado unos días después para informar de que no se abría expediente al doctor Ramírez “a causa de sus declaraciones el pasado 8 de octubre”.
Tan sólo unas horas después de que el médico-portavoz revelara esos detalles, el consejero de Sanidad, Javier Rodríguez, echó mano del testimonio de Germán Ramírez para acusar a Romero de mentir. Y de ocultar información crucial. Un día después, el portavoz del Gobierno regional de Ignacio González, Salvador Victoria, subrayó repetidas veces el “error humano” de la auxiliar para explicar la vía de contagio. Una semana después, la ministra de Sanidad, Ana Mato, enmendó definitivamente esta línea al reconocer que todavía no se sabe cómo llegó el virus a la paciente. “No pueden sacarse conclusiones precipitadas”, afirmó. Mucho antes las habían aireado los responsables políticos de Madrid.