Guadalupe Jover, profesora de Secundaria en Madrid, tiene que atender estos días a distancia a 120 alumnos. 120 personas, cada una con sus circunstancias personales y familiares, sus problemas, sus ritmos. 120 adolescentes enviando correos, dudas, trabajos semanales, pidiendo (necesitando) respuestas. 120. Uno a uno. Y todavía se siente afortunada. “Soy una privilegiada, tengo compañeros con 300”.
El cierre de los centros educativos por el coronavirus ha recuperado –si es que alguna vez se fue– un debate que se da mucho entre el profesorado, menos entre la administración y casi nada a nivel social: las ratios de alumnos por aula y profesor. Pero la pandemia ha traído nuevos argumentos para los que piden que se reduzcan.
“Todos los motivos por los que denunciábamos el exceso de las ratios se han incrementado ahora”, explica Jover. “La educación a distancia requiere una personalización aún mayor, estamos multiplicando el tiempo de dedicación a los chicos y aún nos queda la sensación de no llegar”.
De fondo también sobrevuelan las medidas sanitarias y de higiene que habrá que implementar en los centros cuando vuelvan los alumnos, algo difícil de conseguir cuando hay un estudiante cada metro y medio cuadrado en las aulas (con los matices necesarios entre las vaciadas escuelas rurales y las saturadas urbanas en lo que a ratios se refiere).
De momento, desde el Gobierno no hay señales de que se esté trabajando en un plan concreto de cara a la vuelta del curso. El presidente, Pedro Sánchez, ya confirmó este martes que no habrá curso presencial hasta septiembre. Poco más. Las medidas escolares contempladas por el Gobierno para las clases voluntarias a partir de finales de mayo han fijado en 15 el número máximo de alumnos por aula, y habla de “asistencia alterna” o “grupos paralelos”. ¿Indicador de cara al curso que viene?
Francia baja, Celaá esquiva
“Sin ratios [bajas] nada va a funcionar”, opina Javier, profesor de Secundaria. A la vez, bajarlas “rinde beneficios al día siguiente de aplicarlo”, defiende.
Raimundo de los Reyes, director en un instituto en Murcia, sostiene que el asunto “puede ser un problema”, aunque cree que según dónde. “Debería existir la posibilidad de adaptarse a cada zona o incluso centro”, desliza. “En algunos sitios la extracción social del alumnado permite tener 30 alumnos en un aula sin problemas. En otros, 15 ya son muchos”.
El anuncio del Gobierno francés de que bajará las ratios a 15 alumnos por aula aumenta el agravio. Aunque es cierto que profesores en el país galo relativizan la medida y cuestionan que vaya a poder hacerse de una forma efectiva, los españoles ven que al menos el debate está sobre la mesa.
Aquí, la ministra de Educación, Isabel Celaá, no plantea tocar las ratios en su reforma educativa y esquivó la cuestión las dos veces que eldiario.es le preguntó en una entrevista la semana pasada. “Está bajo el foco de la reflexión”, afirmó, para explicar que su pensamiento en este momento va más por la creación de grandes espacios con más de un profesor (lo cual podría redundar en una bajada de las ratios, según se haga esta hipotética expansión). “Pero esto ya pertenece al desarrollo de la ley y ahora tenemos otra batalla encima de la mesa”, zanjó.
Cuestión de matemáticas
En España, las ratios máximas son de 25 de alumnos por aula en Primaria, 30 en Secundaria y 35 en Bachillerato, según la LOMCE. A estas cifras se le puede añadir, de manera “extraordinaria” (eufemismo de “a voluntad de la administración”), un 10% hasta los 28, 33 y 38, respectivamente. Con los recortes de 2012 llegaron a subir, pero paulatinamente volvieron a estas cifras.
Los profesores tienen que completar una jornada lectiva de 20 horas semanales (de clases). A partir de ahí, matemáticas: los que imparten asignaturas de dos horas necesitarán 10 grupos para alcanzar las 20 horas, con sus 30 alumnos cada uno, los de tres horas alguno menos y los que imparten docencia a razón de una hora semanal ni los cuentan.
Y estos días, recuerdan los profesores, hay que atender a cada alumno. Las instrucciones que están enviando las administraciones educativas para cerrar el curso señalan que los docentes tendrán que hacer un “informe individualizado” de cada uno de ellos. Cada docente solo se encarga de elaborar el informe de la clase que tutoriza, pero participa en la evaluación de cada uno de sus estudiantes. Esta práctica ya se realiza normalmente, pero si este año toca hacer las juntas de evaluación a distancia los procesos pueden alargarse hasta el infinito.
De los Reyes, que como presidente de la federación de asociaciones de directores de instituto Fedadi está en contacto con muchos profesores, habla de jornadas interminables y disponibilidad 24/7. “Nos están pidiendo que tengamos en cuenta las circunstancias personales de cada alumno y es muy complicado. El profesorado está todo el día pegado al ordenador”.
“Para cada trabajo, cada actividad que propones, se dan instrucciones en conjunto, pero siempre hay cosas que se les escapan, dudas concretas”, cuenta Jover, “y en estas circunstancias cada correo hay que cuidarlo mucho. Porque en directo una sonrisa, un gesto, suavizan mucho. Pero por escrito hay que extremar la calidez del contacto. Cada correo lleva su rato, no es solo poner tarea o corregir. Hay que tener las puertas abiertas siempre”.
El trabajo que no se ve y la vuelta al cole
A muchos profesores la falta de sensibilidad que achacan a la administración con las ratios –un elemento de mejora que valoran por encima de ganar más dinero, según la OCDE–, les lleva a pensar que su trabajo no se valora, y menos estos días. “Temo que no sean conscientes”, explica Jover mientras establece un paralelismo: “Esta crisis ha servido para que todos tomemos conciencia del impacto de los recortes en Sanidad, está siendo dramático. No pretendo comparar, porque es otro ámbito, pero lo que han supuesto para la Educación también es terrible”.
Esta idea se refuerza con las resoluciones que están tomando algunos jueces y administraciones estos días, sobre todo respecto a la (no) sustitución de los docentes que están de baja. En Madrid, CCOO denunció que la Consejería de Educación había paralizado la contratación de interinos. El juez desestimó el recurso bajo el argumento de que “la parte recurrente [el sindicato] no justifica de forma suficiente que suspender temporalmente los procesos de sustituciones, a pesar de tener conocimiento de que se encuentran suspendidas las actividades docentes (...) suponga vulneración alguna del derecho a la educación del que son titulares los alumnos”.
Un argumento similar utilizó el abogado del Gobierno aragonés ante un recurso similar y por la misma razón de CGT en la región: “No hay clases”, afirmó. “Lo que yo hago horas y horas al día debe ser calceta”, ironizaba un docente.
Los docentes exigen soluciones porque la situación puede repetirse con la vuelta del curso escolar presencial en otoño. “No se puede acometer un curso de nueve meses en estas condiciones. Es hora de que la administración se esfuerce, la previsión de ratios debería bajar a no más de 20 alumnos por clase, en mi opinión”, reflexiona Jover.
Celaá habla de “una vuelta escalonada”, pero más pensando en el final de este curso que en el inicio del siguiente. Ya no va a pasar, pero igual hay que preguntárselo igualmente de cara a septiembre. Los profesores especulan con que se dividan los grupos y unos vayan por la tarde y otros por la mañana. “Es hora de ir planteándoselo”, opina el director De los Reyes. “¿Pero esto cómo se articularía? ¿Explicamos lo mismo por la mañana y luego por la tarde?”, se pregunta.
Nadie tiene la respuesta, ni siquiera la administración. Pero el asunto preocupa a los profesores, y no poco. “Se supone que los niños son asintomáticos... Lo sufren menos. Pero, ¿alguien puede asegurarlo? ¿Qué ocurre con profesores, trabajadores de comedores y auxiliares de control?”, se preguntaba una docente en Twitter.
El director De los Reyes cierra con una reflexión: “Al final, lo que manda es la economía y son estas cuestiones las que priman sobre lo pedagógico. Y en Educación cualquier pequeña decisión se multiplica en euros”.
El profesor Javier apunta otro factor que haría complicado ejecutar una bajada de ratios aún en el caso que se decidiese hacer. “Después de años así ahora estamos con un déficit de infraestructuras, no se ha construido suficiente o se ha hecho concertando [esto último aplica sobre todo a su Comunidad, Madrid], así que ahora mismo no tendríamos las aulas para hacer esto”.