Sustituir la carne roja por sardinas y boquerones evitaría cientos de miles de muertes en el mundo
Cambiar la carne roja por pescados como las sardinas o los boquerones podría salvar hasta 750.000 vidas al año en el mundo en 2050 y reducir significativamente la prevalencia de discapacidad como resultado de enfermedades relacionadas con la dieta, según un estudio publicado este miércoles en la revista BMJ Global Health.
Un equipo de investigadores japoneses, liderado por Kiyoshi Takahashi, ha utilizado proyecciones de datos tanto de consumo de carne roja como de capturas de este tipo de pescados, llamados peces forrajeros, en 137 países, sustituyendo uno por otro en cada escenario sin exceder el límite de suministro de estos últimos. La investigación indica que sardinas, arenques y anchoas podrían sustituir al 8% de la carne roja mundial, lo que podría proporcionar beneficios sustanciales para la salud pública, particularmente en términos de reducir la aparición de enfermedades coronarias.
A escala mundial, este enfoque también podría evitar entre 8 y 15 millones de años de vida vividos con una discapacidad, la mayoría de los cuales se concentran en países de ingresos bajos y medios. Adoptar este tipo de dieta sería especialmente útil para estos países, argumentan los autores, porque allí este pescado es barato y abundante, y el costo de las enfermedades cardiacas es alto.
Más sanos y menos huella de carbono
Cada vez hay más pruebas que vinculan el consumo de carnes rojas y procesadas con mayores riesgos de enfermedades no transmisibles, que representaron alrededor del 70% de todas las muertes a nivel mundial en 2019, explican los investigadores. De estos, las enfermedades coronarias, los accidentes cerebrovasculares, la diabetes y el cáncer de intestino representaron casi la mitad (44%) de esta cifra, y la enfermedad de las arterias coronarias se llevó la mayor parte.
La investigación indica que sardinas, arenques y anchoas podrían sustituir al 8% de la carne roja mundial, con beneficios sustanciales para la salud pública
Los peces forrajeros marinos, que son depredados por peces más grandes, son ricos en ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga omega-3, cuya ingesta puede prevenir enfermedades coronarias, además de ser abundantes en calcio y vitamina B12. También tienen la huella de carbono más baja de cualquier fuente de alimento animal, señalan los investigadores.
La mayoría se convierte en harinas
Actualmente, tres cuartas partes de la captura de peces forrajeros, incluida una cantidad significativa capturada en las costas de países que padecen inseguridad alimentaria y desnutrición en el Sur Global, se muelen para obtener harina y aceite de pescado, productos que se utilizan principalmente para la piscicultura, destinados a cultivos de alta densidad.
La estrategia podría reducir las muertes por enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares, diabetes y cáncer de intestino en un 2% en 2050
La oferta de este tipo de pescado tampoco es suficiente para sustituir toda la carne roja, reconocen los investigadores, pero podría aumentar el consumo diario per capita de pescado hasta cerca del nivel recomendado de 40 kcal en la mayoría de los países, así como reducir las muertes por enfermedades coronarias, accidentes cerebrovasculares, diabetes y cáncer de intestino en un 2% en 2050. Para los países sin litoral y sin acceso directo a productos del mar, como Mongolia, Turkmenistán y otros países africanos, proponen ampliar la comercialización y el comercio global de pescado forrajero.
Barreras evitables
“A pesar del potencial teórico de los peces forrajeros, varias barreras, como el procesamiento de harina y aceite de pescado, la sobrepesca, el cambio climático y la aceptación cultural, pueden impedir que se materialicen los beneficios para la salud de los peces forrajeros”, reconocen Takahashi y su equipo. “La coordinación y la acción de políticas multisectoriales (por ejemplo, priorizar el acceso a peces asequibles, como peces forrajeros, para los pobres y promover el uso de microalgas ricas en nutrientes como alimento para peces) podrían ayudar a abordar algunas de estas barreras”, sugieren.
Los investigadores aseguran que las intervenciones culturalmente adaptadas que promuevan estilos de vida saludables, aumenten el apoyo familiar y comunitario y creen conciencia sobre la relación entre la enfermedad y la dieta podrían mejorar las posibilidades de un cambio exitoso de comportamiento y dieta. También sugieren que otras estrategias, como el impacto del cambio climático en las etiquetas de los menús de los alimentos y la educación del consumidor sobre el alto valor nutricional y los niveles más bajos de contaminación química en este alimento, podrían ayudar igualmente a promover el cambio de la carne roja a este tipo de pescado.
Un ciclo ineficiente
Para el dietista-nutricionista y tecnólogo alimentario Aitor Sánchez, se trata de un estudio muy focalizado en la sustitución de la carne por el pescado, que sabemos desde hace mucho tiempo que es más saludable. “La mayor contribución es calcular la viabilidad desde el punto de vista productivo y hacer una estimación a nivel macro —asegura—, pero se echa en falta que hable de proteína vegetal, que es la que más contribuye a la prevención de las enfermedades en las que se centra el estudio”. Ahora mismo en salud la línea es reducir todo lo posible la carne, moderar lácteos y huevos, y aumentar vegetales y legumbres, señala. “Sobre lo que apunta el trabajo —explica a elDiario.es— en España tenemos la ventaja de que culturalmente se consumen bastante estos pescados pequeños, como boquerones y sardinas, y es verdad que la mayoría se utiliza para harinas y otros piensos, lo que en términos medioambientales es muy ineficiente”.
“La mayor parte del mercado de estas especies se destina a la alimentación de otras especies animales, obviándose que un consumo humano directo supondría, no solo una mejora a nivel de salud pública, sino que afectaría positivamente sobre algunos de los actuales problemas de sobreexplotación, cambio climático y desnutrición con un mínimo de esfuerzo aplicado sobre políticas comerciales, ambientales y nutricionales”, señala Jesús Francisco García-Gavilán, investigador en CIBERobn y profesor asociado de la Universidad Rovira i Virgili, en declaraciones a SMC España.
La aplicación de políticas alimentarias a nivel nacional no solo produciría una mejora de la salud de la población española, sino que disminuiría el gasto sanitario
El especialista recuerda que varios estudios han demostrado que un consumo continuado de carne roja favorece el desarrollo de enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer. “Por lo tanto, la aplicación de políticas alimentarias a nivel nacional que favorecieran el consumo de pescado no solo produciría una mejora de la salud de la población española, sino que disminuiría el gasto sanitario y potenciaría el seguimiento de la dieta mediterránea y de la dieta atlántica, dos patrones alimentarios en peligro de extinción a pesar de ser mundialmente reconocidos como efectivos en la prevención de patologías”, concluye.
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