El mundo está reunido en Dubái (Emiratos Árabes Unidos) negociando a cara descubierta sobre cómo poner –o no poner– fin al uso de petróleo, gas y carbón para intentar amainar el cambio climático. “Se trata de un nuevo paradigma”, resume la vicepresidenta tercera del Gobierno, Teresa Ribera (Madrid, 1969) desde la COP28 donde encabeza la delegación de la Unión Europea. Ribera –en conversación con elDiario.es– reflexiona que este 2023 es el momento de la verdad. Ocho años después de alcanzarse el Acuerdo de París, “tenemos la oportunidad de dar un paso adelante”. Y ese paso adelante gira en torno a abandonar progresivamente los combustibles fósiles. “Es lo mínimo”.
¿Cree de verdad que está al alcance de la mano un acuerdo que pida de alguna manera el fin de los combustibles fósiles?
Nada está al alcance de la mano hasta el final, pero lo que sí se siente es una demanda muy fuerte de que haya una referencia clara a la salida de los combustibles fósiles, a la reducción rápida de las emisiones, que se sigan las recomendaciones del IPCC y que veamos esa trayectoria de caída rápida, paulatina de las emisiones y de los combustibles fósiles.
Es decir, que quedan obstáculos fuertes...
Sí, pero a pesar de todas las dificultades que nos quedan por vencer –porque hay países que tienen miedo de que se ponga en riesgo su seguridad de suministro y que dependen fundamentalmente del carbón, como muchos países en desarrollo–, sí soy optimista. Y vamos a luchar duro en un momento en el que es capital mandar las señales para cambiar las políticas públicas, pero también, la inversión privada y dar el salto acelerado hacia un modelo energético diferente, distinto.
Entre las dificultades, ¿sobrevuela todo el rato el intento de que pueda usarse petróleo, gas o carbón si se atrapa parte de los gases que emiten, el famoso término unabated?
Hay muchos que tenemos la convicción de que las tecnologías de captura [de carbono] pueden tener sentido en sectores en los que sea prácticamente imposible cualquier alternativa tecnológica como el acero, el aluminio o los fertilizantes. Pero no puede tirarse el dinero a la basura. La inversión en tecnologías de captura tiene que estar dirigida a esos sectores.
Las tecnologías de captura [de carbono] pueden tener sentido en sectores en los que sea prácticamente imposible cualquier alternativa tecnológica, pero tiene poco sentido aplicarlas en el ámbito del sector eléctrico
Pero hay riesgo de que se aplique para todo...
Tiene poco sentido pensar en el ámbito del sector eléctrico, donde existen alternativas. ¿Va a ser un punto duro en la conversación? Seguro, porque hay preocupación en algunos países. Y no me refiero a esos grandes países que identificamos como los ricos, un poco cínicos, a costa de los combustibles fósiles, sino a esos otros países en los que todavía hay una muy buena parte de su sociedad que no tiene acceso a formas modernas de energía y sin embargo, tiene mucho carbón en su subsuelo.
Ese es un aspecto sensible.
¿Qué podemos ofrecerles a cambio? Tenemos que ser respetuosos con las expectativas de desarrollo de los demás, pero respetuosos también con la necesidad de seguir en una senda de seguridad climática en esta década crítica.
¿Se puso la cosa más difícil al conocerse las declaraciones el presidente de la COP, Sultan Al Jaber, sobre la “falta de evidencia científica” para dejar el petróleo o el gas?
No creo que lo haya puesto más difícil. Fueron unas declaraciones profundamente desafortunadas. Y claro que debe llamarnos la atención si alguien dice algo que no es compatible con la ciencia o si pierde los nervios. Pero, sobre todo, lo que le es exigible es que cumpla con responsabilidad sus obligaciones de presidente: sacar lo mejor y que esta COP sea un punto sin retorno, un cambio radical en la senda de las cumbres climáticas y que se convierta en la referencia más importante después de París.
El presidente de la COP hizo unas declaraciones profundamente desafortunadas. Creo que se arrepintió de esas palabras y de esa grabación. Ahora lo que toca es pedirle que haga su papel
¿Cree que se arrepintió?
Pidió disculpas al día siguiente así que creo que sí se arrepintió de esas palabras y de esa grabación. Ahora lo que toca es pedirle que haga su papel, ser el moderador, el líder que permita llegar a un resultado final a la altura de lo que los tiempos y la sociedad nos está pidiendo.
Casi al mismo tiempo el ministro saudí de Energía dijo en una televisión que no admitirían un texto que pidiera el abandono de la energía fósil...
Lo que demuestra la manera en la que los medios reflejan estas palabras, la reacción y el impacto que tienen las negociaciones... es que estamos debatiendo un cambio de paradigma muy importante. Y, obviamente, cada cual pretende defender sus intereses por todos los medios, no solamente en la sala de negociación sino también trasladar a la opinión pública su propia visión de por qué defiende una u otra cosa. Por eso, por encima del ruido, es capital que el consenso sea adecuado a la altura de las circunstancias. Que sea claro y contundente y en el sentido que marca el Acuerdo de París sin dejar espacio a la confusión.
Parece que Arabia Saudí ha tomado el papel de defensor fósil en Dubái, ¿no?
Todo el mundo sabe que Arabia Saudí es rico esencialmente a partir de la producción y exportación de petróleo. Y que tiene que hacer una transformación muy importante de su modelo económico. Hasta ellos lo descuentan. Aquí mismo, en el centro de conferencias, una amplísima mayoría de ciudadanos y de países está exigiendo ir más allá de lo que hasta ahora Arabia Saudí ya ha estado dispuesto a firmar.
En esta edición se ha batido el récord de delegados en representación de empresas de gas y petróleo. ¿Están las negociaciones demasiado influenciadas por esta industria?
La lista es muy autoexplicativa. Estamos en una zona del planeta en la que la mayor parte de los vecinos, aparte de los de los anfitriones, son países productores de gas y petróleo. Por tanto, siempre hay una cierta tendencia a que haya más personas que viven en la zona donde se está celebrando la conferencia. Pongamos que son 3.000 y por lo tanto 3.000 lobistas. Los delegados son unos 100.000. Es absolutamente abrumador que haya 97.000 de los que nadie puede pensar que estén a favor del sector gas y petróleo, sino más bien al contrario: no hacer perdurar la era de los combustibles fósiles, sino garantizar facilitar la era de la seguridad climática.
Si en esta COP se exige triplicar las energías renovables, precisamente el del gas y el petróleo son sectores que invierten poquísimo en esas fuentes verdes...
Uno de los objetivos imprescindibles es cambiar los flujos financieros. Que a nivel mundial tengan una garantía de ser compatibles con la seguridad climática, que se dediquen a invertir masivamente en construir resiliencia, en infraestructuras que nos permitan garantizar agua potable, agricultura en condiciones extremas, a un sistema energético distinto, ciudades diferentes, un montón de dinero público y privado que debe estar centrado precisamente en la seguridad climática.
Hasta ahora el dinero para hacer esas cosas aparece con dificultades.
Desde París hemos dedicado demasiados recursos, probablemente más que los recursos dedicados a la acción climática, a cosas que nos siguen haciendo daño desde el punto de vista de la seguridad climática. El debate de la situación financiera ha de abrirse aquí para que haya una decisión el año que viene.
La Unión Europea está pidiendo que las compañías de gas y petróleo, que contribuyen a la generación del problema, que inviertan parte de sus beneficios en el crecimiento sostenible en países en desarrollo
Y en ese contexto debemos contar con las transferencias de dinero público a países muy vulnerables, pero debemos contar con más recursos. La Unión Europea está pidiendo que las compañías de gas y petróleo en particular, pero las compañías en general que pueden estar contribuyendo a la generación del problema desde el punto de vista histórico inviertan parte de esos beneficios en el crecimiento sostenible en países en desarrollo. También se ha abierto el debate de poder condonar deuda para que esos recursos se dediquen a la seguridad climática. Como con el tema de la energía, llevará su tiempo.
Volviendo al asunto de las empresas, ¿deben asumir su responsabilidad a la hora de generar la crisis climática como se les pide a los países?
La responsabilidad histórica de los países industrializados es muy importante, pero hay criterios de equidad que son importantes. Hay que buscar cuáles son aquellos actores que, si les aplicáramos el principio de quien contamina paga, deberían estar pagando mucho más de lo que están haciendo en este momento. Ese debate se abre ahora y debe cerrarse el año próximo. Y ahí hay una interpelación directa a las compañías que cuentan con beneficios procedentes de la producción, la exportación, la venta de combustibles fósiles, carbón, gas y petróleo.
¿Se puede hallar una palanca para hacer eso?
Normalmente se tarda un poco en acabar de perfilar la decisión final, pero hasta hace muy poco ese era un debate que no se podía abrir y hoy se abre.
¿Una fiscalidad internacional basada en el que contamina paga?
Por ejemplo. ¿Por qué vamos a reducir la lista de contribuyentes solo a quienes tenemos responsabilidad histórica? Hay otros actores privados que también tienen una responsabilidad importante en el origen del problema y han ido generando beneficios para sus accionistas sin que se haya puesto en tela de juicio el perjuicio que están causando para los demás. Quizá deban ser interpelados directamente sobre cómo dedican parte de sus beneficios a favorecer un desarrollo sostenible.
Las empresas deben reinvertir sus beneficios donde tienen su sede y donde se sufren más las consecuencias de las emisiones. Esto interpela a quienes nos presentan anuncios de apariencia verde, pero las cosas no deben quedar en publicidad
¿Casa esa visión con las declaraciones que hizo el presidente de Repsol justo el día de comienzo de la COP sobre llevarse las inversiones de hidrógeno verde de España a Portugal?
Necesitamos que todas las empresas dediquen una muy buena parte de los beneficios a reinvertir. Lo he repetido hace muchísimos años. No es hora de repartir grandes beneficios, sino que es hora de reinvertir donde toca. Y donde toca es, en gran medida, en el territorio en el que está ubicada su sede social. Y, a lo mejor también, allí donde se sufren más las consecuencias de las emisiones procedentes de los combustibles fósiles. Este es un debate importante que también interpela a quienes trasladan que están comprometidos con la lucha contra el cambio climático, a quienes muchas veces nos presentan anuncios que tienen una apariencia verde y de compromiso. Pero las cosas no deben quedar reducidas solamente a los anuncios o a la publicidad.
En este sentido confío en que también las empresas españolas del sector dediquen sus ingresos a aquello que les puede seguir generando beneficios: cambiar su patrón de de servicios energéticos, pero también comprometerse con quienes más lo necesitan.
Al decir que esta cumbre no puede ser exitosa si no se obtiene un mensaje sobre acabar con los combustibles fósiles, ¿se ha colocado el listón demasiado alto?
Todo el mundo sabe que no podemos volver a casa sin un mensaje claro sobre la salida de los combustibles fósiles. Y cuando digo todo el mundo es todo el mundo. Por eso van a ser unos días muy complicados. Son conversaciones muy difíciles. Insisto, estamos hablando de un cambio de paradigma importante que no se hace de un día al otro. Pero hoy, este año, esta vez, tenemos la oportunidad de dar un paso adelante que es lo que nos debemos exigir como mínimo.
Quedan tres días de reuniones, ¿dará tiempo? ¿Puede cerrarse esta COP en falso?
Soy optimista. Y algo que sí hemos ganado a lo largo de los últimos años es la convicción de que contamos con una plataforma en la que poder hablarnos para resolver problemas. Eso es importantísimo. A veces va más despacio de lo que nos gustaría, pero nadie quiere ser el responsable de que la plataforma deje de funcionar. Y como este año que funcione está muy vinculado a los combustibles fósiles, creo que vamos a tener éxito. No he visto a ningún país –incluido obviamente el país anfitrión– que tenga la menor intención de dejar caer algo tan importante, tan precioso como es el Acuerdo de París. Esperemos que el resultado de la COP esté a la altura de las expectativas de todo el mundo.