“El sistema de diagnóstico, rastreo y aislamiento de casos de COVID-19 en España, la pieza clave en la respuesta a la pandemia, sigue siendo demasiado débil”. Es la conclusión a la que llega la revista científica The Lancet que dedica su último editorial a la marcha de la enfermedad en nuestro país.
España es uno de los estados más golpeados tanto por la primera como la segunda ola de la COVID-19. La publicación británica se pregunta si lo que se está viviendo aquí con la pandemia, es una “tormenta predecible”. “La enfermedad ha amplificado algunas de las debilidades del sistema de salud y revelado las complejidades políticas que conforman el país”, dice el artículo.
Ante el repunte de casos que experimenta España desde mediados de agosto, The Lancet concluye que “cuando se levantó el confinamiento nacional en junio, algunas autoridades regionales fueron demasiado rápidas en reabrir y demasiado lentas en implementar un sistema eficiente de detección y rastreo de casos”.
Este párrafo se adapta, por ejemplo, a la presión continuada que ejerció la Comunidad de Madrid para avanzar por las fases de desescalada: primero para comenzar la primera etapa cuando su propia directora de Salud Pública, Yolanda Fuentes, consideraba que no se daban las condiciones y, más adelante, sin aguardar las, en principio indicadas, dos semanas para completar la última fase (al decaer el estado de alarma, el Gobierno regional saltó a la etapa de nueva normalidad).
“En algunas regiones, las infraestructuras de control epidemiológico eran insuficientes para el control de futuros brotes y limitar la transmisión comunitaria”, añade. Es decir, los refuerzos en Atención Primaria y rastreadores que permitieran localizar nuevos casos, identificar sus cadenas de contagio y cortar así la expansión del virus. Transmisión comunitaria, que se produce cuando no se puede establecer el origen de un contagio, se ha confirmado en Lleida y Aragón en julio y ahora es la situación que atraviesa la Comunidad de Madrid.
El editorial recuerda que “la pandemia ha dejado al descubierto” la falta de preparación en la vigilancia epidemiológica, baja capacidad de testeo y la escasez de personal y equipamiento“ como pusieron de manifiesto una veintena de expertos españoles en salud pública en una carta difundida también por The Lancet que luego reiteraron en septiembre.
La cuestión, prosigue el texto, es que los pilares sobre los que se sustenta el sistema sanitario español: gobernanza, financiación, prestaciones y personal, “ya eran frágiles cuando se vieron sobrepasados por la COVID-19”. Se refiere a la “década de austeridad que prosiguió a la crisis de 2008”. Los recortes emprendidos por los gobiernos central y autonómicos en sus presupuestos sanitarios tuvieron como consecuencia “la reducción de las capacidades del sistema en cuanto a personal y servicios de salud pública”.
Y abunda en que los servicios están infradotados de personal y de recursos además de tener unas plantillas sanitarias bajo presión: “Demasiado habitualmente sustentadas en contratos temporales que duran unos pocos días o semanas”. La precariedad laboral es uno de los factores de la falta de personal sanitario disponible
La polarización política
Además, la revista médica indica que la “polarización política y la gobernanza descentralizada pueden haber dificultado una respuesta rápida, pero si la primera ola fue impredecible, la segunda era bastante previsible”. Aunque durante el estado de alarma general hubo una polarización creciente según avanzaban las semanas y el Ejecutivo solicitaba las prórrogas del decreto, el confrontamiento ha estallado con virulencia total por la postura de la Comunidad de Madrid contraria a endurecer las medidas de contención de la enfermedad.
El editorial recuerda la importancia de que se lleve a cabo la evaluación de cómo se está gestionando la pandemia, también solicitada por un grupo de expertos en salud pública cuya puesta en marcha llevó el ministro de Sanidad, Salvador Illa, al Consejo Interterritorial de Salud el 7 de octubre. Con todo, “hay razones para la esperanza”, finaliza la revista. Al fin y al cabo, España presenta una expectativa de vida sana en el momento del nacimiento mayor que la que le corresponde por sus indicadores de desarrollo socio-económico. “Si los líderes políticos sacan enseñanzas de su mejorable respuesta a la COVID-19, el país está muy bien situado para proporcionar a su población un futuro brillante y saludable”.