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La tira de periodismo

Luis Gasca y Javier F. Barrera

El cómic nace dentro de las tripas de un periódico. Corre el siglo XIX y entre 1895-98 los diarios de los gigantes Pulitzer y Hearst publican alternativamente la tira bautizada como ‘The Yellow Kid’, en la que un muchacho ataviado con un camisón amarillo, de ahí el apodo, recorre las calles y traslada “una crítica de la pobreza de las grandes ciudades ahogada por una cultura consumista y materialista”, según explica Álex Jerez en la revista 'Esquire'. Nace entonces el cómic y es ya una crónica de la realidad, una crítica feroz. El cómic es la tira de periodismo.

La relación entre el periodismo y el cómic es innata. Es íntima. Y es también reveladora de la propia historia, desarrollo y actual evolución de los medios de comunicación. De sus virtudes, sus vicios y también de sus (muchos) problemas.

El dibujo siempre había estado presente en la prensa. Desde el principio. Las ilustraciones eran mordaces, satíricas. Levantaban ampollas. Pero la llegada del cómic a la prensa supuso una evolución en el viejo oficio de contar, ya que desarrolló una nueva narrativa que preconizaba la llegada de los formatos audiovisuales.

Los globos o bocadillos, la estructura secuencial en viñetas, los cambios de formato, la continuidad en los relatos, el humor y la crítica, la infinidad de estilos de dibujo y la galaxia de personajes, temas y situaciones. Todo parecía apuntar a que el cómic avanzaba la nueva forma de contar en unos medios que vivían felices en sus encorsetados modelos. La explosión del cómic desde su nacimiento en los diarios caló en la sociedad a partir de mediados del siglo XX. Internet, en la madrugada del siglo XXI, pareció dar la razón al estilo comiquero de narrar la realidad o de inventar el futuro.

Los medios y el periódico como baluarte, dada su capacidad de convertirse en un elemento narrativo propio de cualquier historia comiquera, estaban presentes por doquier. La muerte de Superman se anuncia a toda plana en un periódico. Y cualquier noticia que supone un avance en la historia de cualquier cómic aparece siempre reflejada en las páginas de la prensa.

No es solo este elemento metacomiquero esencial, el periódico, sobre los otros medios, sirve siempre como recurso visual para expresar tanto el paso del tiempo, como para resumir la acción entre las distintas entregas de una serie o de un personaje o, en fin, esa íntima y reveladora relación sentimental y narrativa entre el cómic y el periodismo, sirve siempre para presentar a un personaje de la forma más cotidiana, sorpresiva o, en cualquier caso, creíble: sentado confortablemente leyendo el diario.

Por eso hay tantos en los cómics. Están los reales y, los que más nos gustan, los inventados. Aquí tenéis nuestros favoritos: Daily Planet (Superman), Daily Bugle (Spiderman), Gotham Times (Batman), The Daily (Betty Boop), Le Temps, en tableta de piedra (Asterix), Daily Blast (The Spirit), Daily Globe (Iron Man), La Ola (Facundo), La Monda (Doña Urraca), El Chafardero Indomable (Tribulete).

Cómics de periodistas

Esta endogamia de bocadillos de tinta entre el cómic y el periodismo se había convertido a lo largo de las décadas en una relación perfecta. ¿Quedaba algo por hacer? Sí. Claro que sí. Más allá de un bodorrio por todo lo alto quedaba que los propios protagonistas fueran directamente periodistas. Que Peter Parker fuera fotógrafo en el Daily Bugle y en sus ratos libres fuera Spiderman. Que Clark Kent fuera reportero en el Daily Planet y que prolongara su jornada como Superman. Y ambos, siempre, con los calzoncillos por fuera.

Son dos de los grandes ejemplos en los que los protagonistas de los cómics, en este caso superhéroes, eligen el viejo oficio para poder ocultar su verdadera personalidad. Esta situación, que se prolonga a lo largo de las tiras e historietas, Tintin es también un reportero, impulsa al periodista como personaje atractivo, inquieto, confuso. Agiganta la figura del periodista y del periodismo, del riesgo y de las exclusivas. Plasma como nunca el mito de estar en la primera fila para poder contarlo. Y Clark Kent y Peter Parker son la primera fila. Las exclusivas. Ni Robert Capa hubiera soñado con tanto.

El tiempo ha seguido pasando y lo ha hecho a toda velocidad. El cómic ha explotado y se ha popularizado. Ha variado y ha crecido. Y siempre lo ha hecho con el periodismo en sus entrañas. Ahora que amanece el siglo XXI y comienza poco a poco a hacerse mayor conviene establecer el estado de nuestra relación favorita.

Rápidamente se aprecian dos nuevos hitos. El primero es que el cómic se ha convertido en un canal de comunicación. En un metamedio. En efecto, la dificultad de publicar sobre ciertos temas, sobre ciertos países, sobre ciertas tramas, ha llevado a muchos autores a elegir el cómic book como medio para contar sus historias. Es, en sí mismo, un paso gigantesco en el que el cómic se ha convertido ya en periodismo.

Joe Sacco es quizá el mejor ejemplo. Gorazde y Palestina son dos obras que reflejan con viveza y sobre el terreno dos tremendas tragedias de nuestro tiempo. Sacco ha sido la espita desde la que autores como Guibert-Lefèvre-Lemercier narran en los tres tomos de ‘El Fotógrafo’ la misión de Médicos Sin Fronteras durante la guerra de Afganistán invadida por la Unión Soviética. Una obra que es un testimonio de primera mano. Y sin censura.

Lo mismo podemos decir de Sarah Glidden y su cómic book titulado ‘Una judía americana perdida en Israel’, donde la autora utiliza el programa ‘derecho de nacimiento’ que se ofrece a todos los judíos del mundo para una visita pagada a Israel. En esta obra -periodismo puro y duro- “Sarah Glidden logra expresar sus dudas al analizar el conflicto israelo-palestino”, como bien resume Guy Delisle, autor de ‘Pyongyang’, probablemente, el mejor documental sobre Corea del Norte. Y resulta que es una historieta. Un cómic.

Queda la capacidad de los cómics para innovar y también para contarlo. No se preocupen. Ahí están los tebeos reflejando los cambios ocurridos en el mundo de la comunicación mejor que nadie. Y también mejor que nunca.

Es el caso de 'Transmetropolitan', una fotografía de la situación de los medios en el cambio del siglo XX al XXI y que tiene un discurso narrativo impecable. El autor, Warren Ellis, desgrana su concepción sobre el futuro del periodismo y casi acierta: Hay gafas con cámaras incorporadas para retransmitir y megaplasmas por las paredes con los feeds de las noticias. Spider Jerusalem, protagonista y nuestro periodista gonzo favorito, retransmite en directo una de sus cáusticas exclusivas en formato de columna de opinión multisocialmedia. Es internet en tiempo real.

Hay más. DMZ, zona desmilitarizada en sus siglas en inglés, recrea una segunda guerra civil en Estados Unidos donde Manhattan es precisamente esa DMZ, y un joven cámara de TV becario de una de las grandes cadenas acaba como único enviado especial en esta guerra. El reflejo de las tensiones del panorama audiovisual es proverbial en esta obra de Brian Wood y Riccardo Burchielli. ‘Shooting War’ es otro cómic book que ha devenido en clásico. Firmado por un ex corresponsal de guerra como Anthony Lappe y por Dan Goldman, recoge en 2007, hace ya casi una década, todos los cambios en los medios en la persona del joven protagonista, un videoblogger que alimenta con sus feeds el panorama a base de exclusivas.

Estas tres historietas, ‘Transmetropolitan’, ‘DMZ’ y ‘Shooting War’, han sido capaces de dibujar el convulso panorama mediático sin complejos, con certeza e innovando en narrativas, subiendo la calidad del discurso y utilizando internet a tope para crear diálogos con la crítica y los lectores y para desarrollar el formato del webcomic, que dará mucho que hablar. Tres siglos de la mano después, el cómic y el periodismo seguirán contando la tira.

*Luis Gasca es profesor, crítico e investigador. Coleccionista de cómic y alma mater del Komikigunea, espacio de consulta e investigación sobre el cómic creado por la Biblioteca de Koldo Mitxelena Kulturunea, de la Diputación de Gipuzkoa. Javier F. Barrera es periodista. Su primer cómic se lo regaló Luis Gasca en los años setenta.