El toque de queda es un concepto que resultaba difícil creer que pudiera entrar en la vida de los españoles en 2020. Pero la pandemia de COVID-19 lo ha cambiado todo de un plumazo. Una restricción que suena a otras épocas ha sido puesta sobre la mesa este martes por el consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, Enrique Ruiz Escudero, como estrategia a adoptar cuando el sábado decaiga el estado de alarma impuesto por el Gobierno central. Su idea es que se prohíba la circulación de personas desde la medianoche hasta las seis de la mañana, con el objetivo de evitar fiestas en domicilios y agrupaciones en la vía pública y con ello, bajar el riesgo de contagios.
El ministro Salvador Illa le ha respondido que está dispuesto a “estudiarlo”, pero ha recordado que, según la información jurídica que manejan, esa decisión requiere de un nuevo estado de alarma. El presidente Pedro Sánchez, poco después y desde Roma, también se ha mostrado abierto a adoptar esa medida, siempre que se discuta y se acuerde con todas las comunidades. Dos requisitos que anticipan complicaciones si tenemos en cuenta las tensas relaciones del Gobierno central y el de Díaz Ayuso respecto a la gestión de la pandemia, y si atendemos a las dificultades que encontró la última orden de Sanidad en la Interterritorial, donde no consiguió unanimidad. Con todo, el debate sobre su aplicación –al parecer no es la única autonomía que ve la medida con buenos ojos– debería resolverse en estos días para marcar un horizonte en Madrid las próximas semanas.
El toque de queda no ha entrado en el debate solo en Madrid, ni solo en España, sino que es la última medida anti-COVID-19 que recorre Europa y que se copia de un país a otro. El caso más paradigmático es el de Francia: Emmanuel Macron lo aplicó la semana pasada en nueve áreas urbanas, entre ellas París, en las que para salir de casa a partir de las 9 de la noche se necesita un certificado. Después fue Bélgica, desde la medianoche a las cinco de la mañana; y luego dos regiones italianas, Lombardía y Campania, que lo han solicitado a su gobierno. Cuando le preguntaron la semana pasada al portavoz de Sanidad Fernando Simón por estas decisiones, señaló que, de facto, en muchas partes de España ya existe algo parecido desde que los bares cierran a las 23, ya que, por nuestras costumbres, esa hora equivale a las 21 francesas.
Pero la petición de Madrid anticipa otro lío jurídico y político, ya que la figura del toque de queda no está recogida en la legislación de la misma manera que en Francia. El ministro Illa, después de un mes de desencuentros con el Ejecutivo de Isabel Díaz Ayuso, ha insistido mucho este martes en que está dispuesto a abordar la medida pero solo con un compromiso por delante, para el que ha apelado directamente al Partido Popular: “Si decidiéramos ir por ese camino, sería muy importante saber qué grupos estarían dispuestos a apoyarlo en el Congreso de los Diputados”.
Para este primer estado de alarma de la nueva normalidad decretado en Madrid con la oposición del PP y del gobierno autonómico, el Gobierno no buscará prórroga en la Cámara tras los 15 días que estará en vigor. Pero el planteamiento no sería el mismo en el caso de adoptar otro para dar cobertura legal al toque de queda que pide la Comunidad. Illa ha avisado este martes de que el “horizonte” ha de ser más largo, por lo que se vuelve indispensable contar con una mayoría parlamentaria para refrendarlo.
El jueves se celebra el Consejo Interterritorial –que iba a celebrarse este miércoles pero se retrasó un día– que reúne al ministro y a todos los consejeros y en el que Sanidad espera sacar adelante una Actuación Coordinada que consensúe umbrales de incidencia y presión asistencial con los que establecer medidas comunes para todas las regiones. El borrador no lo incluía, pero el acuerdo final sí podría contemplar el 'toque de queda' a partir de determinadas cifras si se alcanza un acuerdo. Sin embargo, aunque el documento se aprobara, esa restricción precisaría de un estado de alarma, según ha defendido el ministro.
Desde la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (SESPAS) comparten el criterio jurídico de Illa: aunque la ley de 1986 podría dar cierta cobertura en un primer momento, existe la posibilidad de que, como ya ha ocurrido anteriormente en Madrid, un tribunal lo tumbe. Así que es menos arriesgado optar directamente por el estado de alarma, señalan elDiario.es.
“No puede ser una medida que desplace el foco”
La lógica de un toque de queda es, igual que la limitación de horarios de los bares, evitar al máximo los contagios que se producen en reuniones y fiestas. El último informe del Ministerio de Sanidad que daba cuenta de los brotes detectados los últimos 7 días, fechado el viernes, señalaba el entorno “social” como el que acaparaba más agrupaciones de casos. Notificaba 1.032 brotes nuevos (7.822 casos). El 27,4% de ellos con origen en “encuentros sociales” –entre ellos, en bares–, el 17,2% entre familiares que viven separados. El 10,9%, en el ámbito laboral. Los porcentajes son entre los que se conocen, porque de una gran parte se sigue sin poder rastrear el origen.
El especialista en Medicina Preventiva Pedro Gullón pide antes de tomar una medida como el toque de queda, muy dura, “evidencia” de que realmente hay un foco en las fiestas nocturnas –con las discotecas clausuradas en toda España desde agosto–. “Cuando se anunció para París, de primeras me pregunté si serviría para algo. Pero es cierto que en fin de semana ves que una vez cerrados los bares a las 23.00 o a la medianoche, la gente se junta en casas. Y es cierto que, si de verdad tenemos un foco ahí, es la única manera de evitarlo. Así que puede tener sentido si tenemos eso, evidencia. Ya ha pasado alguna otra vez: creíamos que los colegios tenían un gran riesgo y luego han tenido la misma transmisión que otros entornos”.
“Lo que no me gustaría”, añade Gullón, vocal en la Sociedad Española de Epidemiología, “es que pasase como con otras cosas de estos meses: se toman medidas llamativas que desplazan el foco de otras que siguen sin ocurrir. Hablo del refuerzo del sistema de rastreo y de Atención Primaria, del cierre de interiores de establecimientos o de medidas serias en el ámbito laboral, porque mientras se habla de toque de queda mucha gente sigue yendo a su oficina”.
Pide asimismo no caer en la política de “culpabilizar”, especialmente a los jóvenes. “Esto va a ser largo y la gente está cansada. Toda medida de salud pública, lo primero, tiene que ser aceptada por la población y ser proporcional: no hay capacidad para multar a todo el mundo. Si solo se enfocan en un lugar, el ocio, sin reforzar otros, como el laboral, y sin dar alternativas, se corre el riesgo del rechazo. Se pueden trasladar las mismas fiestas al tardeo, por ejemplo”.
Daniel López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria de la Organización Mundial de la Salud (OMS), está a favor, en zonas de muy alta incidencia, de toda medida dirigida a reducir la interacción. Es la única manera, sostiene, “de lograr el máximo objetivo: evitar el confinamiento estricto, mantener cierta actividad, pero llegar al invierno y a la Navidad, que es también la época de gripe, con tasas sostenibles”. Y ve dos opciones: “El toque de queda es una. Un toque de queda razonable, con horarios que de verdad paralicen la actividad nocturna. Otra es volver a algo parecido a una fase 1. Lo que sería un error sería volver a actuar solo en áreas sanitarias de muy alta incidencia”. Esa ha sido, precisamente, la propuesta de la Comunidad de Madrid durante las reuniones que ha tenido con el Ministerio. Fuentes de Sanidad aseguran que en el encuentro del Grupo COVID de este martes, “ambos equipos han constatado que queda mucho recorrido por hacer para doblegar la curva y que por delante vienen semanas duras”. Pero no ha mencionado ningún avance específico en la adopción de medidas a partir del sábado, cuando decae el estado de alarma y, por tanto, las limitaciones a la movilidad.
López Acuña repite que nada vale –tampoco el confinamiento perimetral– si no hay refuerzo de la Atención Primaria y del resto del sistema. Consciente también del agotamiento de la población, cree que si se les somete a una nueva restricción de ocio tiene que ir acompañada de “pedagogía social. Contextualicemos la expresión toque de queda, porque suena a militarización; yo pienso en la dictadura en España, Chile o Argentina. Y no tiene por qué ser una medida autoritaria, igual que el estado de alarma es solo un mecanismo jurídico. En inglés es curfew, no tiene esas implicaciones, y puede que por eso en otros países se haya naturalizado más fácil. Creo que el mensaje tiene que ser que tenemos que hacer un esfuerzo, otro, lo que queda de octubre y parte de noviembre, para poder llegar más tranquilos a diciembre”.