El último servicio de los vacunódromos

La extinción de los vacunódromos está próxima. Los grandes centros de vacunación abiertos en España hace medio año para inmunizar con la máxima rapidez a la población hacen sus últimos servicios. Muchos se han abierto a la vacunación sin cita para facilitar la tarea a los rezagados. Su razón de ser ya no tiene sentido cuando la cobertura vacunal casi alcanza el 75%. Casi seis de cada diez adolescentes, el último gran grupo de la estrategia, ya tiene una pauta completa. Con esta evolución, varias comunidades prevén echar el candado a estadios y polideportivos metamorfoseados por la urgencia de una pandemia global el próximo mes.

El Wanda Metropolitano, en Madrid, ya se ha desmontado para pacientes. El estadio del Atlético de Madrid ha cambiado viales y gasas por aficionados al fútbol tras inocular en sus instalaciones a 577.000 personas desde finales de marzo. En la reorganización prevista por el Gobierno de Isabel Díaz Ayuso se incluye el despliegue de unidades móviles en los campus universitarios.

Los grandes centros, dijo la consejera vasca de Salud, “han sido un gran éxito” pero “suponen un enorme esfuerzo logístico y organizativo” y ya no son necesarios. Otro ejemplo: el polideportivo de la Universidad Pública de Navarra baja la persiana el próximo jueves tras seis meses.

La Comunitat Valenciana mantendrá abiertos sus puntos extraordinarios, unos 133 de menor tamaño, hasta octubre en un último llamado a los indecisos o temerosos. La misma estrategia la está siguiendo Galicia, que permite ponerse primeras dosis hasta el 19 de septiembre sin necesidad de solicitarlo antes. En la primera jornada se presentaron 8.000 de las 180.000 que no habían acudido a recibir la inyección. Los centros extraordinarios siguen funcionando en Andalucía pero a un ritmo menor, como en todos los territorios. “No hay intención de cerrar ya, pero por pura lógica se va a ir clausurando paulatinamente”, apuntan desde el Gobierno andaluz. El siguiente escalón de la estrategia de vacunación, las dosis adicionales a inmunodeprimidos, ya se están administrando enteramente en los hospitales.

Con la perspectiva que da el tiempo, epidemiólogos y vacunólogos aprecian puntos positivos y negativos en el funcionamiento de estos grandes espacios. “Al echar la vista atrás hay que tener en cuenta que estábamos en la guerra”, prologa Inmaculada Cuesta, representante del Consejo General de Enfermería, vocal en la Asociación Enfermería y Vacunas (ANENVAC) y firmante de la estrategia nacional de vacunación.

Los expertos coinciden en que los vacunódromos han permitido “grandes coberturas vacunales en un corto espacio de tiempo”. “Era el objetivo para controlar la pandemia. Sin tanta gente vacunada, no sé qué habría pasado en la quinta ola”, apunta Cuesta, que circunscribe las decisiones a una situación límite con muchas vidas en juego.

Recursos asistenciales detraídos

Adrián Aguinagalde, director del Observatorio de Salud Pública de Cantabria, admite que “ha sido complicado poner los vacunódromos en marcha y mantener el modelo mixto”, es decir, los centros de salud y hospitales públicos funcionando al mismo tiempo. “Han podido ser útiles porque aceleraban pero han precisado de recursos extraordinarios que había que detraer de otros asistenciales y la Atención Primaria ha sufrido un estrés importante”, contrapone.

El médico distingue dos modelos: el Bismarck, planteado por Alemania o Estados Unidos –con la administración como mera gestora–; y el Beverigde, en el que se encuadra España o Reino Unido y que destaca por el papel predominante del Estado. “Es posible que se haya querido imitar un modelo distinto al que decía el Sistema Nacional de Salud”, desliza, dado que “existe una red de titularidad pública que es una anomalía en el resto del mundo”.

En comunidades como Madrid la inoculación masiva –con larguísimas colas en el hospital Enfermera Isabel Zendal– terminó dejando sin vacunas a los centros de salud. Todos los puntos de vacunación tuvieron que suspender las primeras dosis y las segundas se empezaron a poner con algunos días de retraso. El Gobierno de Isabel Díaz Ayuso achacó la paralización a la falta de sueros y el Ejecutivo de Pedro Sánchez le reprochó mala organización en el suministro.

Las horas extras y los turnos doblados por el personal de enfermería han sido una pieza fundamental. “Las autoridades diseñaron los planes pero ha salido adelante porque las enfermeras han estado a pie de obra”, recuerda Cuesta. Las bolsas de empleo se han quedado a cero en la pandemia y existen dificultades para la contratación en muchas comunidades autónomas que siguen teniendo déficit.

Luego operan otros factores. Por ejemplo, cómo la cercanía de los centros de salud puede “captar al paciente” de otras maneras y favorecer mayor adherencia a la vacuna. “En el punto que estamos será muy importante porque las personas que no se han vacunado todavía es, más allá de que no han podido, porque tienen dudas, miedos o son reticentes. Normalmente esa gente necesita tiempo, diálogo, solventar dudas con una persona formada... Eso en los vacunódromos no es posible”, señala Cuesta, que descarta que el acondicionamiento de vacunódromos haya formado parte de la “propaganda” de determinadas comunidades autónomas.

También está la ventaja de la proximidad física que fomenta la autonomía del paciente para desplazarse. En Madrid los mayores de 80 años fueron íntegramente inoculados en su centro de salud. Sin embargo, los grupos de edades posteriores tuvieron que acudir a grandes espacios a veces lejos de sus casas, un hándicap para las personas de edad, pero también para las enfermas. Los grandes dependientes fueron vacunados en sus domicilios.

El 74,1% de la población española está vacunada con pauta completa. La suma de dosis inyectadas en todos los territorios asciende a más de 68,2 millones. Con el cierre paulatino de los vacunódromos, la pandemia cierra otra etapa.