Niños que van al colegio sin desayunar, sin el bocadillo para el recreo, sin la fiambrera para la comida. Estómagos vacíos que rugen en clase. Imágenes de una realidad poco visible en un país en el que uno de cada cuatro menores sufre pobreza relativa, según el último informe de Unicef. Y una realidad que empeora en los meses estivales, porque en vacaciones miles de escolares se quedan sin su única comida completa o equilibrada del día.
“Ves que tienen constantemente sueño, que rinden poco. Y luego descubres que vienen a clase en ayunas. O que, como me ha contado uno de mis alumnos, su madre rebaja con agua la leche que le da a él y a sus dos hermanos para que dure más”, explica Juan R., un maestro de Alcorcón, en la zona sur de Madrid, que prefiere no dar su nombre.
Aún no hay cifras ni estadísticas específicas, aparte de las que señalan a España como el tercer país de la UE con más niños que sufren pobreza alta, el 13,7%con más niños que sufren pobreza alta. La necesidad es tan palpable en las aulas que comunidades autónomas como Canarias, Extremadura o Andalucía mantendrán abiertos muchos comedores escolares en verano. Otras, como Cataluña, están preparando planes de emergencia para atajar las carencias alimenticias de los menores, precisamente lo que reclama a la Comunidad de Madrid una Proposición No de Ley presentada por UPyD y que se tratará esta semana en el parlamento regional.
“No hay medios para identificar a estos niños con subnutrición o malnutrición, por eso pedimos que se cree un protocolo específico y que, mientras tanto, se mantengan en funcionamiento comedores en los colegios para atender a los niños”, explica Alberto Reyero, autor de la PNL.
“No sirve el argumento del 'no hay dinero'. Estamos en una situación de emergencia… ¿Qué pasaría si hubiera un terremoto? ¿Alegarían que no hay fondos para atender a las víctimas?”, se queja Pepa Amat, portavoz de Asuntos Sociales de Izquierda Unida en la Asamblea de Madrid. Su grupo también ha instado a través de una PNL al Gobierno de Ignacio González a organizar actividades en los centros educativos y abrir los comedores en verano ante la evidencia de que muchos niños sólo comen bien en el colegio.
“Hay chicos que se abalanzan sobre la comida, que comen con una avidez que dispara nuestras alarmas”, asegura Juan R., maestro de niños de ocho años en un colegio con un alto porcentaje de inmigrantes. El centro en el que trabaja los ayuda concediendo becas de comedor, y los profesores donan su desayuno a aquellos que no tienen con qué mitigar el hambre en los recreos tras horas sin comer.
Pero la creciente degradación económica de las familias –el número de hogares con niños con todos sus adultos en paro aumentó un 120% de 2007 a 2010– se cuela en las aulas de muchas maneras. El problema no se reduce a aquellos niños que no comen suficiente. Muchos de ellos comen, pero mal. “Un bollo barato tiene muchas calorías, pero no los nutrientes que necesita un niño para crecer sano. Eso se nota en el rendimiento escolar. Lamentablemente, las consecuencias las veremos claramente dentro de unos años, cuando veamos la evolución de su desarrollo”, reflexiona este docente. Y los datos lo corroboran. El 30% de los hijos de familias que subsisten con menos de 640 euros al mes no consigue el graduado escolar, según un informe de UNICEF y la Fundación Pere Tarrés.
Esta inquietud la comparte incluso Nils Muiznieks, comisario para los Derechos Humanos del Consejo de Europa, que en su visita a España el mes pasado se mostró muy preocupado por el crecimiento de la pobreza infantil –el 27,2% de los menores, según los últimos datos de Eurostat– y escandalizado por “desgarradoras historias de niños desmayándose en clase, vistiendo la misma ropa durante dos o tres semanas y en situaciones vulnerables por los desahucios y la pobreza en sus casas”.
Un desmayo fue precisamente lo que reveló la deficiente alimentación de un alumno de 12 años en un colegio de Leganés, también en la zona sur de Madrid. Su profesora lo llevó a la cafetería para que le dieran algo de comer, y allí descubrió que los empleados ya le habían regalado comida en otras ocasiones. Y que no era el único en esa situación.
El silencio avergonzado de los niños complica mucho la detección de casos. “Antes tratábamos con estratos tradicionalmente excluidos. Ahora son familias de clase media las que ven la necesidad de pedir ayuda, aunque muchas veces no lo hacen por vergüenza”, confirma Catalina Alcaraz, del Departamento de Intervención Social de Cruz Roja. Acudir a comedores sociales, cada vez más saturados –“la crisis sobrecarga nuestra capacidad de intervención”, admite Alcaraz– puede resultar para los menores la adopción de un estigma difícil de elaborar. De ahí la importancia, analizan trabajadores sociales y docentes, de que la ayuda se brinde en un contexto habitual para ellos.
Abrir los comedores en vacaciones puede costar, según los cálculos de IU, unos nueve millones de euros. Una cifra equivalente, aseguran, al presupuesto del Consejo Consultivo autonómico. El sindicato CC OO propone financiar un plan especial para proteger a niños con necesidades utilizando los cerca de 100 millones de euros que la Comunidad de Madrid destina a exenciones fiscales en gastos educativos (clases de idiomas, uniformes, cuotas en colegios privados…) y que benefician a familias de hasta 120.000 euros de renta anual. “Es una verdadera redistribución a la inversa”, opina Isabel Galvín, responsable de la Federación de Educación de CC OO Madrid. “Sobre todo porque se han eliminado las becas de libros y se han recortado salvajemente las de comedor”
La PNL de UPyD incluye también “garantizar las ayudas de comedor para el curso 2013-2014, al menos en los niveles de 2011”. Una medida que podría aliviar la economía de muchas familias. Madrid ha destinado el pasado curso unos 16 millones de euros, casi la mitad que el anterior, a las ayudas para pagar la cuota de comedor, que con la subida de precios representa unos 110 euros por alumno al mes.
Las becas han descendido un 55%. Y la gratuidad, que baja un 25%, se reserva a casos extremos, como el de los menores tutelados. Tan restrictivas son las nuevas condiciones que hasta aquellos que cobran la Renta Mínima de Inserción (RMI, el subsidio para garantizar la subsistencia de aquellos que no cuentan con ningún tipo de ingresos) deben pagar parte del menú escolar. Y aquellos que, para ahorrar, quieran llevar la comida de casa, tienen que desembolsar en cualquier caso 3,8 euros al día sólo por sentarse a la mesa. Dos 'copagos' que UPyD pide que sean eliminados. La formación confía en lograr el apoyo de PSOE e IU, que ya están trabajando en la misma línea, en la reunión de la Diputación Permanente esta semana, para forzar un Pleno Extraordinario. Aunque este consenso no alimenta las esperanzas de conseguirlo. La última palabra la tiene el PP, con mayoría absoluta en la Cámara. Y de momento no ha dado señas de sumarse a la iniciativa.